NI TONTAS, NI LOCAS Y NUNCA MÁS SOLAS

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A medida que se profundiza la violencia estructural, somos las y los más empobrecidos, les más afectados. En nuestros entornos, de lxs más golpeados por el abandono en materia de salud mental, están lxs niñxs, jóvenes, mujeres, población adulta mayor, pueblos originarios y migrantes, especialmente aquellxs que hablan idiomas que no conocemos: el aymara, quechua, mapuzungun, creole y otros.

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En Pandemia, la Salud Mental más que nunca… (foto proporcionada por el Círculo)

NI TONTAS, NI LOCAS Y NUNCA MÁS SOLAS

X Círculo de mujeres ®esistentes «María Loreto Castillo» de Las Barrancas

Hace poco hicimos una hermosa actividad separatista y acá entregamos las ideas generales sobre las que trabajamos.

Va a surgir la interrogación –tal vez desde la incomodidad-: ¿Por qué separatista? Nosotras teníamos un par de respuestas:

  • Para garantizar la seguridad y bienestar emocional de las participantes
  • Para que nos ayudará a fortalecer nuestros lazos como mujeres del territorio de Pudahuel, Cerro Navia, Lo prado, ex comuna de Las Barrancas.

Y resultó. En plena Pandemia, fuimos un puñado de mujeres de tres organizaciones, dos del territorio, “Sororas” y “Círculo”, y “Tierra y Territorio” que nos ha acompañado desde el movimiento de lesbianas feministas antirracistas (como Lelapp).

La violencia estructural que sufren las mujeres, lesbianas y personas trans –especialmente les empobrecides- se ve incrementada en número pero también en los grados y nuevos tipos de violencia, aumentando las denuncias por violencia intrafamiliar, abuso sexual, abuso sexual infantil, y aquello a lo que llaman “bulyng” y no es más que discriminación machista, misógina, lesbo-odio, homofobia, transfobia, racismo.

Salud Mental en la población

La salud en todo aspecto de nuestras vidas es importante, cuando nos enfrentamos a la salud mental nos encontramos con una serie de barreras que no ayudan a quienes, por la violencia estructural, podemos llegar a somatizar el dolor que nos causan el clasismo, la pobreza, el racismo.

Dentro de las barreras y obstáculos está la ineficacia de parte del estado; la presión y el castigo social; pero también la incapacidad de las organizaciones sociales-políticas de afrontar este tema con la importancia que merece, sobretodo porque es en esta área donde se ve en desmedró la salud en las poblaciones y otras comunidades.

A medida que se profundiza la violencia estructural, somos las y los más empobrecidos, les más afectados. En nuestros entornos, de lxs más golpeados por el abandono en materia de salud mental, están lxs niñxs, jóvenes, mujeres, población adulta mayor, pueblos originarios y migrantes, especialmente aquellxs que hablan idiomas que no conocemos: el aymara, quechua, mapuzungun, creole y otros.

La contingencia y la coyuntura, desde el periodo de Revueltas y estallidos sociales, hasta la fase de pandemia, ha incrementado las condiciones de riesgo en el deterioro de la salud mental de la población, la que ya estaba sobre el límite antes de 2019, dónde las tazas de suicidio habían aumentado peligrosamente, despertando las alertas del OMS quien recomendó al gobierno de chile, invertir y promover la salud mental desde el estado. En el caso de los suicidios, muchas de estas determinaciones tan dolorosas son tomadas, entre otras personas, por jóvenes lesbianas, trans, homosexuales ante la incomprensión discriminatoria que vivencian a pesar de los discursos de diversidad que pareciera, no salen de lo retórico.

La violencia estructural que sufren las mujeres, lesbianas y personas trans –especialmente les empobrecides- se ve incrementada en número pero también en los grados y nuevos tipos de violencia, aumentando las denuncias por violencia intrafamiliar, abuso sexual, abuso sexual infantil, y aquello a lo que llaman “bulyng” y no es más que discriminación machista, misógina, lesbo-odio, homofobia, transfobia, racismo.

Todo esto aumenta considerablemente si eres migrante, indígena, negra, lesbiana o trans. Otro aspecto de las opresiones es el de lo que llaman violencia moral contra las mujeres mayores, a quienes la psiquiatría califica de deprimidas o seniles, pero no se habla de lo que origina este dolor y que no es más que la desvalorización de las mujeres cuando ya no somos reproductivas ni productivas. Aunque a los hombres se los llega a maltratar al envejecer, con ellos se logra empatizar en una sociedad patriarcal, no así con las mujeres viejas quienes suelen ser más agredidas y burladas solo por ser viejas.

En el marco de los Estados de emergencia, cuarentenas y toques de queda, cesantía, aumento del costo de la vida, colegiaturas y todo lo que realmente los bonos del Gobierno no han querido compensar. El trabajo doméstico se multiplica, la violencia machista crece, todo se hace más cuesta arriba, hay incertidumbre del eterno mañana y su devenir.

En el caso de la niñez la cosa se complejiza aún más cuando además de vivir en pequeños espacios habitacionales, en casos muy extremos se vive con el o la abusadora, el agresor sexual o bien la precariedad económica que les aísla y les condena al aislamiento y la adicción a las tecnologías. Mucha gente adulta con tele trabajo, cesantes, sin saber cómo pagarán las cuentas y la comida, no les da la atención que necesitan ni la adecuada; se les olvida o se les pasa el celular, quedan solos con plataformas que les enseñan odio, competitividad, discriminación.

Como ven, son muchos los factores que nos empujan a instalar el tema salud mental en este conversatorio. Quisiéramos generar un espacio inicial para encontrarnos y comenzar a romper con el aislamiento social impuesto.

En el caso de los suicidios, muchas de estas determinaciones tan dolorosas son tomadas, entre otras personas, por jóvenes lesbianas, trans, homosexuales ante la incomprensión discriminatoria que vivencian a pesar de los discursos de diversidad que pareciera, no salen de lo retórico.

¿Por qué nuestro nombre en memoria de María Loreto?

Loreto era una mamá alegre. Lavando ropa ajena costeaba sus gastos y estudiaba costura en una escuela de adultos, en el callejón Ovalle. Sobre ese alevoso crimen escribió el Padre Pepe Aldunate en sus memorias: “Estremece la figura de una mujer que lleva en su cuerpo una fuente de vida, triturada y pulverizada por los que debían ser ‘guardianes de la vida”. A María Loreto se le rindió homenaje en Arpilleras por la Memoria.

María Loreto Castillo (29 años) era pobladora, militante del MIR, y vivía en el sector de Lo Valledor Sur (comuna de San Miguel) con su pareja, Héctor Muñoz, y sus tres niños. Los días de Protesta Nacional eran bravos en la zona sur de Santiago, con masiva participación de los jóvenes de las Brigadas Salvador Allende de la Resistencia Popular, en las barricadas, quemas de neumáticos, actividad miliciana y de propaganda contra la dictadura.

El 11 de mayo de 1984, se realizó la octava protesta nacional. Seis días después, Loreto fue secuestrada en medio de operativos de represalia desarrollados por la CNI que al mismo tiempo detuvo en su mismo barrio a Héctor y a su amigo, Jorge Muñoz Navarro, estudiante de medicina, también del MIR. Todos fueron llevados vendados a un centro clandestino de detención y tortura que funcionaba en el Cuartel Borgoño. A las 5.45 de la madrugada del 18 de mayo, Loreto fue amarrada a un poste de alta tensión en Pudahuel, en un sector que ahora es de Cerro Navia y dinamitada por agentes de la CNI.

El Mercurio y otros medios participaron del montaje informando que ella había volado de un bombazo al intentar dinamitar una torre de alta tensión. También fue asesinado a balazos – dejado al lado de otro poste de alta tensión en Renca -Jorge Muñoz.

Héctor (“Quico”) sobrevivió porque la carga destinada a él no explosionó; huyó del lugar, fue atendido en un hospital público   y denunció la detención de Loreto, de Jorge y de él mismo el 4 de junio en conferencia de prensa en la Vicaría de la Solidaridad. El describió cómo dinamitaron a su compañera. Un dedo de Loreto encontrado en el lugar,  permitió su identificación oficial. 

La revista Análisis informó del crimen con un reportaje, basado en una entrevista de Pamela Jiles a Héctor, quien debió refugiarse en Suecia.

Hasta hoy Héctor busca justicia para Loreto, “la dinamitada”.  Recién en 2017, cuatro de los asesinos de la CNI (Roberto Schmied, Jorge Andrade, Javier Orellana y Arturo Sanhueza) fueron procesados por este crimen.