Entrevista a Leonor Silvestri, poeta y activista objetora del género: «Puesta a elegir, prefiero ser mujer que ser varón»
¡Lo único peor que ser mujer, es ser varón! Yo me siento una persona que intenta fugar de los géneros, no una Queer»…
¡Lo único peor que ser mujer, es ser varón! Yo me siento una persona que intenta fugar de los géneros, no una Queer»…
Como compañerxs afines repudiamos la tortura aplicada a Alfredo y otrxs compañerxs, sabemos que nos temen por nuestro compromiso irrestricto por acabar con el sistema de dominación, un compromiso que no termina ni con la tortura, ni con la cárcel, ni con la misma muerte y por esto hoy Alfredo se encuentra arriesgando su vida firmemente y sin dudar.
Desde el territorio ocupado por el estado colonialista chileno y desde distintos territorios de Abya Yala les decimos que la lucha de nuestro compañero también es nuestra y que las consecuencias de un mal término en esta, se verán y sentirán por todos los lugares.
La carta que colgó al muro de denuncias por acoso en la UNAM, muy probablemente -supongo, no lo sé-, corresponde a un momento del proceso de sanación, un momento inicial de toma de conciencia. Ojalá ella hubiera tenido el tiempo de terminar ese proceso de autoconciencia, empezado una noche con dos amigas al hacerse una pregunta fundamental, que nos atañe a todas, antes de haber divulgado las sensaciones que le provocó el abuso de Sergio Moissen. Por haber participado en largos procesos de sanación feminista, me permito suponer que ahora se sentiría mucho mejor.
Los debates sobre ser o no “punitivistas” parecen haberse inaugurado con la funa por redes sociales a un militante de Pan y Rosas México y luego la denuncia de las feministas comunitarias antipatriarcales de Bolivia por femicidio frustrado, a la feminista -otrora anarquista y autónoma, hoy institucional- Julieta Paredes Carvajal. Vinieron más denuncias a militantes y ahí aprovecharon gobiernos y partidos políticos, -los mismos que por siglos han sido trincheras reformistas y civilizadas de la masculinidad-, para declararse «feministas”.
No estamos condenadas y condenados a resistir eternamente. Ninguna institución, ni contrato social ni sexual surge de una supuesta esencia o «naturaleza» humana. El patriarcado y el capitalismo verdaderamente pueden caer. La primera condición es articular la fuerza social y política para lograrlo detrás de una estrategia y objetivos revolucionarios y no de reforma de este sistema y este Estado capitalista-patriarcal.
«Los preconceptos que tiene nuestro sistema Judicial respecto a la violencia de género son increíbles. Da impresión leer los fallos por la cantidad de etiquetas y estigmas con los que carga la mujer por ser mujer en la Justicia argentina. Desde la provocación que termina en femicidio hasta la justificación de abusos sexuales», destaca Diana y agrega: «La cuestión judicial es tortuosa porque además le piden testigos a un delito que se comete puertas adentro. Salvo que encuentres sistematicidad en la conducta del agresor como fue el caso de Darthés, es muy complicado».
Proponemos la implementación de protocolos que permitan intervenir en casos de violencia en las instituciones educativas, en los ámbitos laborales y sindicales, teniendo en cuenta las diferencias que existen cuando se trata de pares menores, de pares adultos o de relaciones de poder. Estos protocolos, que permiten la resolución de conflictos con el consentimiento de la víctima, también establecen claramente el derecho elemental y democrático a la defensa del acusado. Pero también impulsamos la organización de comisiones de mujeres en todos los lugares de trabajo, en los centros de estudiantes y los sindicatos.
La llamada “justicia” una y mil veces nos dio la espalda. Aprendimos a los golpes que no es justicia para nosotras. Es justicia creada por ellos, para cuidarse entre ellos. No es justicia. Es un pacto patriarcal, misógino, racista, capitalista, que a las mujeres empobrecidas, a las originarias, a las racializadas, a las lesbianas, a las trans y travestis, sólo ha traído revictimización e incluso miedos y culpas. Por eso nos ponemos como nos ponemos.
X victoria aldunate morales, lesbiana feminista antirracista El único fantasma que recorre Chile, es una…
Ni hubo muchas armas que pudiéramos empuñar en el MIR, ni tampoco
nada nos hubiera impedido acunar a una guagua con un arma en la espalda o la
cintura si hubiera habido una guerra civil o una resistencia mejor organizada.
O sea, en resumen, pienso que si bien nuestra trasgresión fue un paso adelante
fue de todas maneras bien limitada en sus alcances. Por lo menos lo fue según
mi criterio. Creo que fuimos en gran alguna medida, producto de la modernización
de la familia nuclear en el subdesarrollo, modelo inspirado por los cambios
observados en el arreglo de la familia nuclear en los países desarrollados.