VIOLENCIA, PODER Y COMPLICIDAD: EL CASO PAREDES

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Pareciera que ahí el ego que todas tenemos, que a veces nos ha sostenido y que es parte de la construcción del ser, se desata, se ilimita. No hablo del “Ego” con moralismos, me preocupa cuando traspasa los límites del daño.

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Julieta Paredes Carvajal ha sido denunciada por su ejercicio de violencia sexual y abuso emocional contra mujeres adultas y jóvenes, por su maltrato a niñas, niños y adolescentes y por el intento de femicidio contra su ex pareja Adriana Guzmán, como así mismo contra su compañera de organización, Jimena Tejerina. Todo lo ha hecho desde las posiciones de poder que «hila fino» en instituciones, gobiernos, partidos políticos de izquierdas, y en otras elites como las de académicas feministas, de género, ex feministas y con «famosos» de las izquierdas latinoamericanas.

Muchas de las agredidas callaron décadas por temor a las represalias de parte de la red que la cubre. Pero su punto de no retorno fue el femicidio frustrado contra Adriana y Jimena. Igualmente hasta hoy -con femicidio frustrado de por medio y todo- los ámbitos que ella frecuenta, la adulan y mantienen un secretismo sobre sus desvaríos y agresiones. Es posible que lo hagan por el provecho que pueden sacar, para no caer en desgracia con la gente de sus áreas de influencia, y/o porque honestamente se obnubilan con sus dotes de manipulación.

Puede mentir de manera sorprendentemente satisfactoria. Se considera a sí misma “brillante”. De hecho, lo menciona con una vanidad algo pueril. Es muy “teatral”, puede victimizarse de las maneras más convincentes y suele relatar cosas horribles que le habrían hecho personas a las que quiere desprestigiar. Luego sueles descubrir que fueron calumnias de Paredes.

Puede actuar sin límites, es capaz de decir que “adora” lo que menos le gusta. Aparenta ser “bondadosa y empática”. Si eres vegetariana, ella también va a intentarlo, si eres animalista, dirá que “ama a los animalitos, pobrecitos…”, aunque en realidad es cruel. Hace discursos sobre su amor por “la guagüitas”, pero le molestan. Rechaza activamente a niñas y niños que son hijas e hijos de los ex de sus novias, parece odiarles, aunque disimula mientras está interesada en la relación con sus madres. Tampoco le gustan las adolescentes y niñas capaces de debatirle. Puede quebrar todos los vidrios para aterrarte y aterrar a tus hijos, y luego salir a la calle a gritar a viva voz “que le están maltratando”. No hace trabajo doméstico en lo cotidiano, pero se esfuerza en los encuentros públicos, donde parece demostrar todo lo contrario. Finge mucho sus sentimientos. Si lo necesita, adula, si le sirve, se muestra arrepentida. Si las cosas no van bien, se victimiza, se culpa, llora, se arrodilla y lo que sea necesario para conseguir sus objetivos. Igualmente al otro día puede volver a culparte de “coquetear con sus amigos”. Hablo desde mi experiencia.

El motivo central de Julieta Paredes es siempre sólo Julieta Paredes.

A pesar de todas las numerosas denuncias hechas contra esta persona, las elites generalmente habitadas por hombres y mujeres líderes, académicas y connotados latinoamericanos, la justifican y protegen llegando a urdir malos tratos abiertos (o no) a las que la hemos denunciado. Obviamente algunos de esos connotados son igual de agresores que ella y no notan nada irregular en esta renombrada caudilla. Pero otros, aunque lo noten, se callan y silencian a las que se quejen o denuncien. Desaires, ironías, humillaciones silenciosas son castigos acostumbrados en sus círculos de poder y protección. Es probable que todas estas personas a menudo se protejan mutuamente de manera incodicional en sus conductas de maltrato a otras. Todos y todas callan cuando Paredes muestra sus tratos denigrantes, humillantes, racistas y xenofóbicos en público, cuando incluso, llega a apoyar acciones clasistas contra las empleadas domésticas que sirven a su familia, o cuando no cuestiona -en absoluto- actos profundamente patriarcales de los hombres que trabajan para ella, contra sus esposas e hijas,

Entre 2009 y 2013 que viví con ella, me consta que juzgaba bastante a las mujeres que hemos abortado, solía dejar en el aire la idea de que la violencia contra las mujeres no merecía demasiada atención del feminismo, y algo sorprendente: bromeaba –de manera machista- con que ella sería una “misionera lésbica” que tornaba a mujeres “heterosexuales” en “lesbianas”. Fui comprendiendo que no era una simple «broma», si no un sentimiento real. Sus significantes sobre la vida social, amorosa y familiar, son rígidamente heterosexuales por lo tanto muy ligados a la búsqueda de poder y promoción individual.

En los feminismos de Abya Yala parece haberse dejado la conversación sobre la violencia de Paredes en el plano de lo miceláneo y no como un tema político. Hay quienes la compadecen por estar tan expuesta a testimonios y declaraciones que hemos hecho varias de las afectadas por su violencia… Pero compasión o empatía con las denunciantes, ninguna. ¿Ignoran el poder que ella ha acaparado en gobiernos, partidos políticos e instituciones?

No olvido el dolor porque ese queda en el cuerpo -con o sin conciencia de él- y re aparece, se gatilla en momentos especiales como en pandemia, cuando debí quedarme en casa más que otra gente por un síndrome auto-unmune que adquirí en Bolivia al ritmo de esa relación con Paredes.

Una de las cosas que más subraya esta caudilla cuando ya le eres inútil, es decirte que “te pasaste a la Derecha porque eres burguesa, racista y blanca”. Es su manera de descalificar explotando su identidad y visibilidad. Si tu piel es medio clara o tienes apellido de huacha ya no eres «legítima» en el sistema de las identidades, y eres el objetivo ideal para Paredes y su violencia. También suele decir que “le copian y le quieren quitar su producción intelectual” y justo ahí se vislumbra su ansiedad de poder.

Cada acto de violencia machista de Paredes se ampara en el poder que ha acaparado y la complicidad de otras y otros en su misma condición.

victoria aldunate morales