El Caso de Julieta Paredes, Volcánicas Abril 2023
X Ayelen Correa Ruau
La violencia patriarcal no es una característica exclusiva del patriarcado sino su lógica integral: de control, dominación, expoliación y saqueo. La heteronormatividad como régimen político, se levanta como un dispositivo de violencia que arrasa los cuerpos y territorios de las mujeres, lesbianas, homosexuales, trans–travestis, no binaries, queers y otres que se fugan del binomio hombre–mujer.
La violencia patriarcal está ahí toda vez que un cuerpo quiere levantarse y ser sujeto de su destino. Pero, ¿cómo nombrar a esa violencia que no viene desde un macho heterosexual blanco capitalista, pero que también roba y ultraja? ¿Cómo erradicarla de los modos de acción y expresión que buscan liberarse de toda opresión?
Estas preguntas son para toda la sociedad y no solo para los feminismos, porque si no, nuevamente, nosotres tenemos que resolverlo: tienes que denunciar, si no lo haces dirán que no es cierto y si lo haces tampoco van a creerte y te cuestionarán por qué ahora y de ese modo; luego tienes que sobrevivir aun cuando te echen del trabajo, te juzguen en tu espacio de vida, te estigmaticen en tu comunidad. Y aun deberás ser testigo de cómo quienes te violentan asisten a actividades públicas, disertando sobre feminismos y acusándote de violencia. Es una pedagogía de la impunidad que viene desde todas partes porque de maneras perversas nos han educado para soportar la violencia sin pestañear.
Por ello, denunciar y nombrar la violencia no es un proceso fácil.
Tanto desabrazo para disciplinar los cuerpos aún duele. En la gran mayoría de las historias, las afectadas dicen que eligen no contar para cuidarse, porque conocen el alud de acusaciones que la sociedad patriarcal devuelve: feminazi, asesina de bebés, machorra.
Aunque el arquetipo de la violencia de género se encuentra en la masculinidad heterosexual racista y capitalista; también se vive en la institucionalidad que dizque previene la violencia patriarcal, en las organizaciones sociales del campo progresista y en las acciones movilizadas por demandas lesbo-trans–feministas.
En el afán de proteger de la violencia patriarcal a las mujeres y disidencias sexo–género– políticas, se ha tolerado la violencia hacia adentro, como si el Patriarca no se constituyera, también, en la interseccionalidad.
La impunidad en el caso de Julieta Paredes
El caso de la activista boliviana, denunciada pública y penalmente por violencia patriarcal, es un ejemplo concreto de cómo se privilegia con poder, recursos y reconocimiento a quien ejerce violencia sobre otres. A pesar de haber sido denunciada por exparejas lesbianas, por la organización Feminismo Comunitario (de la cual formaba parte) y por diferentes organizaciones feministas de Chile, Bolivia, Argentina, Guatemala, México y Brasil, Paredes continuó siendo funcionaria de alto nivel en el Estado boliviano como Directora de Industrias Culturales en el Ministerio de Culturas y miembra del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém Do Pará (MESECVI) para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer.
“Alertamos de la pedagogía de la impunidad que construye Julieta Paredes y en la que logra articular a personas desinformadas o personas que naturalizan la violencia en organizaciones, se trata de un ejercicio de poder para la dominación, no son diferencias ni conflictos”. Denunciaban desde la red Feministas del Abya Yala, luego de que Paredes fuera invitada a disertar sobre cuidados y feminismo en la 9° Conferencia de CLACSO.
En entrevista para esta columna, Jimena Tejerina, feminista boliviana del departamento de Potosí, integrante de Feminismo Comunitario Antipatriarcal decía a propósito de esto: “…cuando se abren plataformas a mujeres que ejercen violencia nos olvidamos que hay víctimas y que ese poder está fortaleciendo a la agresora y debilitando a las víctimas”.
“En los feminismos de Abya Yala se ha dejado la conversación sobre la violencia de Julieta Paredes en el plano de lo miceláneo. No se ha observado como un tema político que una feminista utilice su poder, conexiones y posición, para agredir a mujeres, jóvenes, niñas y niños”. Escribía Victoria Aldunate Morales, activista lesbofeminista, quien fue pareja de Paredes y junto a su hija padecieron violencia patriarcal.
En 2016 Paredes había derramado 40 litros de alcohol, encendido las válvulas de gas e intentado prender fuego a Adriana Guzmán, la reconocida activista lesbiana aymara, quien fuera su pareja y compañera de la organización Feminismo Comunitario. En 2018, por este hecho, el Ministerio Público boliviano expresó que existían elementos que demuestran la culpabilidad de Paredes, solicitando 4 años de reclusión. En 2022 fue imputada nuevamente por ejercer violencia contra Guzmán y sus dos hijas, una de ellas menor de edad.
Actualmente, Julieta Paredes vive en Brasil, retardando el juicio penal por violencia patriarcal que enfrenta en Bolivia. Además, como represalia ha denunciado por calumnias a sus víctimas y usa las publicaciones realizadas de manera colectiva a título individual o eliminando el nombre de las otras autoras.
A propósito de este tema se consultó a activistas lesbo–trans–feministas que aseguran que el tema no es fácil, pero se comienza a trazar una huella colectiva señalando la violencia patriarcal heteronormativa en todos los ámbitos.
Nombrarla
Los lesbo–trans–feminismos siguen rompiendo formas y talles, se expresan públicamente denunciando la violencia en todas sus formas, en contra de toda opresión, venga de quien venga y resistiendo frente a la sociedad patriarcal.
Victoria Aldunate Morales, miembra de Lesbofeministas Antirracistas Tierra y Territorio de Chile nos decía: “esta forma de relación masculinizada y heterosexualizada me parece vigente para toda la sociedad, es decir está al alcance de toda persona con algo de poder y privilegios sobre la otredad, aunque nadie saca tanto provecho de toda esa miseria patriarcal, como los hombres con poder, mientras más poder, más provechoso les resulta”.
“¿Cuántos lugares de transparencia y seguridad tenemos en nuestros espacios para conversar sobre la violencia patriarcal que existe en las prácticas organizativas y nos habita? Es un tema muy complejo y no le estamos queriendo entrar”, afirman desde la Articulación Feminista Campaña 28 de Septiembre Bolivia, una plataforma que reúne a colectivos y organizaciones feministas y de diversidad sexual.
En 2019, les participantes del 34° Encuentro de Mujeres de Argentina decidieron transformar su identidad discutiendo con el autoritarismo interno: “…pudimos nombrarnos plurinacionales, de mujeres y con las disidencias sexogéneropoliticas” afirman desde la Campaña Somos Plurinacional. Con la posibilidad de nombrarse pusieron un freno a las formas deliberadas y antidemocráticas que algunas compañeras venían ejerciendo; fue la oportunidad también para decir que ningún encuentro desde los feminismos puede ser transexcluyente.
En julio de 2022, en Bolivia, la Plataforma de lucha contra la violencia hacia las mujeres y la Articulación Feminista Campaña 28 de septiembre, asumieron un papel protagónico en este tema a través de un comunicado público: “las situaciones de violencia que acontecen entre integrantes de este u otro espacio feminista, de mujeres, o de derechos humanos, nos duelen e interpelan seriamente y la rechazamos de manera contundente. (…) Siempre optaremos por la deconstrucción feminista que nos interpela y nos brinda las posibilidades de lucha contra todas las violencias, vengan de donde vengan”.
Recientemente, al ver a Julieta Paredes disertando en la 9° conferencia de CLACSO sobre salud, Feministas de Abya Yala llamó la atención: “(…) la academia y ciencias sociales no pueden ser palestra de impunidad, una conferencia debe ser un espacio libre de violencia, la institucionalidad académica no puede convertirse en un mecanismo de revictimización para las compañeras agredidas”.
Victoria Aldunate Morales, agrega, “Lo difícil de las relaciones de pareja con personas violentas que gozan de poder y por lo tanto pueden acceder a la impunidad, es que tiene hebras tan íntimas que sólo se quedan entre dos. La agresora usufructúa de su poder y la violentada, llega a silenciarse por las represalias que sabe que tomará la otra si la denuncia, porque su entorno protector también va a agredir a la denunciante”.
“Hay una responsabilidad colectiva que tiene que ver con darnos cuenta de que hemos estado obviando algo que no se puede obviar: que hay violencia en los espacios feministas y de las diversidades”, reflexionan en la Articulación Feminista Campaña 28 de Septiembre Bolivia.
“Creo que como feminismos nos hace falta profundizar esta discusión sobre las mujeres que violentan, cómo se acompaña a una agresora”, interpela Jimena Tejerina, de Feminismo Comunitario Antipatriarcal.
Visibilizar las contradicciones, reconocer que la violencia patriarcal junto al régimen político heterosexual se cuelan en los espacios feministas, exigir a las instituciones que no perpetúen laimpunidad, son algunas de las acciones que se vienen realizando en Sudamérica para erradicar la violencia patriarcal.
El punitivismo puede ser patriarcal (pero la impunidad también)
Muchas organizaciones y colectivas lesbo–trans–feministas en la región reivindican la práctica de la funa o el escrache como modo autónomo de denuncia social frente a la ausencia de derechos, la impunidad judicial o el terrorismo de Estado.
Otros grupos consideran a la funa necesaria más no suficiente. También están les que llaman la atención sobre los riesgos que implica acuerpar un escrache: enfrentar a quien ejerce la violencia patriarcal, ser criminalizade, ser víctima de más violencia.“Creo que la funa surgió como una manera de canalizar siglos de silencio, vergüenza y miedo a las represalias, por denunciar y revelar que esos mismos que se presentan adecuados en la sociedad de las apariencias, en lo íntimo aprovechan de utilizar sus privilegios para el control sobre otra con menos privilegios”, explica Victoria Aldunate Morales consultada para este artículo.
En la mayoría de los casos, se denuncia pública y penalmente para que la violencia patriarcal cese. En un número alarmante de historias, las personas no tienen derecho a denunciar y donde lo pueden hacer no son escuchadas.La expoliación a la que sometían a las curanderas y magas, la criminalización a la homosexualidad o el travestismo durante la colonización de América Latina y el Caribe, la tortura sexualizada de las dictaduras y grupos paramilitares de los siglos XX y XXI; todas son prácticas patriarcales, persecutorias y punitivistas que en la actualidad son dirigidas hacia los feminismos que denuncian la violencia heteronormada y patriarcal.
“Hay mucho que reflexionar sobre la funa como instrumento político cuya primera condición es que sea colectivamente pensado y sopesado en cada situación con el protagonismo de la víctima y su escucha de sí misma”, plantea Aldunate Morales.
Otras prácticas
Aunque no hay recetas automáticas para salir de las lógicas patriarcales heterosexistas, las organizaciones y movimientos transfeministas en Sudamérica están transformando modos de ser en comunidad. A partir de estos ensayos que van y vienen, chocan y se encuentran, las nuevas prácticas están haciendo pedagogía de la sororidad, la libertad y el cuidado colectivo.
En este sentido, desde la Articulación Feminista Campaña 28 de Septiembre Bolivia explican que “ser feministas no nos exime de sufrir violencia o de ejercer prácticas violentas” y señalan que “nos hace falta pensar herramientas, espacios, mecanismos para la prevención de la violencia y tratar hechos y personas en particular. Habitualmente los diálogos son desde la generalidad y la abstracción, y del otro lado, no tenemos herramientas para la gestión de las situaciones de violencia concreta. Esa violencia y el acoso que tanto nos molesta del macho, cuando la vemos en nuestros espacios o entre compañeres, tenemos que evitarla, no tenerle miedo al debate interno y a nuestras discusiones”.
Jimena Tejerina, por su parte, dice: “desde el feminismo creo que deberíamos discutir cómo les acompañamos, porque yo creo que abriéndoles plataformas, invitándoles a foros, dándoles micrófono, espacios de visibilidad, lo único que se hace es fortalecer su poder. La violencia es un hecho absolutamente político y patriarcal, entonces ¿Cómo nos planteamos frente a una mujer violenta? ¿Cómo las acompañamos? Y si ellas quieren ser acompañadas”.
Para la Articulación Feminista “hay que reunirse, hacer discusiones, avisar, notificar cuando se le otorgan espacios de privilegio a personas que ejercen la violencia. Hacer pronunciamientos colectivos y no individuales”.Victoria Aldunate explica cómo cree que podría accionarse desde la prevención: “reflexionando sobre la violencia vivenciada en grupos de autoconciencia. Elaborándola colectivamente, también develando la hostilidad misógina que se nos cuela a todas. Creo que necesitamos ser descarnadas con nosotras mismas, sin temor a encontrarnos con nuestro patriarcalismo. Al mirarlo, lo vamos debilitando, hay mucho que profundizar, y se hace en procesos colectivos”
Así como los lesbo–trans–feminismos han podido transgredir la heteronormatividad, ahora se presenta el desafío de despatriarcalizar los modos de construcción colectiva. Deconstruir el Patriarcado y romper el régimen heterosexual que en la sociedad opera es una tarea colectiva e interseccional libre de binarismos.
Reconstruir estos nuevos tránsitos, contar las historias de las disidencias y sus organizaciones, nombrar cada una de las acciones de un tiempo transfeminista es una tarea que cualquier cronista debería contar.