ESTER BUZETTI: YO CREÍA QUE LAS MUJERES TENÍAN QUE ESTAR EN LA CASA (1994)

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Dibujo: Cristóbal Benítez

Ester Buzzetti, feminista  
«YO CREIA QUE LAS MUJERES TENIAN QUE ESTAR EN LA CASA»
x Puntada con Hilo

«Convivo con el padre de mis hijos hace 22 años, es obrero; somos amigos y nos queremos. El es machista, no de los que dominan a golpes, más sutil. Si trabajo fuera hace el aseo, si estoy en la casa se olvida de que donde comen cinco, cinco deberían lavar… Con el tiempo me hice feminista, y el llegó a respetar mi visión aunque no la comparte».

Vive en la población Jaime Eyzaguirre, tiene 45 años, una hija y dos hijos adolescentes. Se formó como monitora de desarrollo personal en organizaciones de mujeres.Cuando le preguntamos si es feminista, responde: «feminista es muy grande, trato de serlo, eso se construye…
El feminismo es una forma de ver la vida, es mirarse como iguales, no es parecerse a los hombres, ni se trata de exigir ‘ayuda’ doméstica; un hombre puede cocinar y ser machista, una mujer puede trabajar fuera y estar oprimida. Hablo de otra lógica, en la que las mujeres no se proyecten a través de la familia y tengan vida propia, en la que los hombres desarrollen su afectividad y su lado femenino».

La propia resistencia
«Yo era muy insegura porque mi padre siempre se burló de mis comentarios ingenuos. Me sentía tonta, repetí varios cursos en el colegio. Los últimos años me matriculé sola porque mi mamá no me apoyó. Cuando me hice responsable de mi educación me apliqué, descubrí que entendía y hasta podía ayudar a los demás.
Con posterioridad, trabajé como administrativa en la Universidad y tuve la oportunidad de tomar un crédito de matemáticas, fui la mejor del curso. Iba ganando seguridad.
Sin embargo, como pensaba que las señoras no debían trabajar, cuando me casé me retiré, y aunque dí la Prueba de Aptitud Académica y quedé, tampoco seguí estudiando porque creía que no podía ser universitaria si mi marido era sólo mecánico».

De ‘pacata’ a liberadora
«Hice catequesis para bautizar a mis hijos, me destaqué en el grupo y los curas me invitaron a ser monitora cristiana.
Eran los tiempos de la Iglesia de la Teología de la Liberación, ahí descubrí que existían concepciones de vida liberadoras, me sorprendí porque yo era muy pacata.
En el año 1978, tiempos de dictadura, yo que hasta me había alegrado con el golpe, conocí en la Iglesia a gente que luchaba contra Pinochet, fui queriéndola y entendiéndola. Participé en protestas y me salí de la capilla para formar parte de una organización de mujeres.
Entré a un grupo de arpilleristas, estaban en lo productivo y yo buscaba formación; al poco tiempo conocí al equipo «Nosotras», tres mujeres que hacían un trabajo social hacia prostitutas de la población. Luego de eso creamos un colectivo que se llamó «Malhuén» (mujeres en Aymara), fue un grupo de reflexión, ahí descubrí el feminismo».

Intuición feminista
«Siempre fui feminista intuitiva, tal vez por la opresión de mi padre, mi madre fue una mujer golpeada. Lo primero que tuve claro cuando me casé es que a mí no me iban a golpear. Igual era conservadora, a los 23 años creía que me estaba dejando el tren y que tenía que ser virgen. En la época en que participaba en el grupo «Malhuén», mis prejuicios aún no se habían desvanecido; recuerdo discusiones fuertes, yo me ponía firme, las otras también, pero nunca subestimaron mis opiniones.
Preguntaba mucho para entender: a los curas, a los militantes, a las mujeres. Fui descubriendo la discriminación de a poco. Lloré mucho, tenía miedo a la transformación que estaba ocurriendo en mí».

Y en pareja
«Mi marido siempre me dejó de lado en lo afectivo; le encuentro la razón, yo era una carga, muy dependiente.Cuando notó que yo cambiaba empezó a fijarse en mí, creo que me fui haciendo querible, interesante. Pero, junto con eso, me hice autónoma, trabajaba, me mantenía sola y él perdía poder. En ese punto dejó de gustarle mi trabajo social y nuestro matrimonio entró en crisis. Dejé mis actividades un año ‘para salvar el matrimonio’, pero no era eso, había que cambiar nuestra forma de relacionarnos; peleamos harto para llegar al entendimiento que tenemos hoy. Ahora respeta mi trabajo y mis ideas, y yo cedo cuando estoy segura de estar haciendo un pacto entre iguales.
Creo en la pareja, pero no en esa de ‘medias naranjas’ como dicen, sino en la relación en que somos dos, cada uno entero». 

Conciencia de clase
La propuesta de esta feminista es amar desde un yo completo y realizado y hacerlo sin limitar a los demás. Confiesa que es difícil: «siento susto a veces de las libertades que doy a mis hijos, pero aprenden a resolver su vida sin opresión, y funciona».
Ester se define como feminista popular, realiza talleres en la Casa Soliluna* para mujeres pobladoras y su visión del desarrollo personal se inscribe en un contexto social: «no es una volada individualista, busco que las mujeres descubran su autoestima e intelecto y, junto con eso, que cuestionen y modifiquen la realidad social».

* En la Población Jaime Eyzaguirre

FUENTE: PUNTADA CON HILO, AÑO 1, Nº2, SEPTIEMBRE 1994