En memoria de Camille Vardelle y Simone Weil: MARZO, TRABAJOS, REVOLUCIONES, FEMINISMOS Y SEPARATISMOS
En marzo hablarán de “huelgas”. Pero son simbólicas. Parar en casa, es improbable o como en el día de la madre, nos dejarán «ese día descansar».
En la pega asalariada, con teletrabajo y “plan paso a paso” militarizado, no suena genuino. Y cuando te autogestionas: No trabajas, no comes.
Lo otro que están haciendo ahora con esto de las olas, es hablar en números y letras: 8M, 11S, 18O, muy al estilo de los nortes… Pero no vayas a mencionar “feminismo radical” porque ahí te dicen: ¡Ah «feminismo blanco”! Y eso sería poco menos que feminicidio. O di Separatismo… idem.
x victoria aldunate morales, lesbiana feminista antirracista
Para utilizar nuestros cuerpos y fuerza de trabajo nos han transformado en “mujeres”. Nos han colonizado a las humanas.
No es que las mujeres no existamos, es que somos una clase apropiada con una historia material concreta. No es “mujeres” desde la morfología de unos cuerpos sexuados, si no constatando que estos cuerpos reproductivos han sido históricamente utilizados y odiados.
En marzo hablarán de “huelgas”. Pero son simbólicas. No estamos en el siglo XIX y ni siquiera ya en el XX: Parar en casa, ya sabemos, es improbable o como en el día de la madre, nos dejarán «ese día descansar».
En la pega asalariada, con teletrabajo y “plan paso a paso” militarizado, no suena genuino ni demasiado impactante. Y cuando te autogestionas la plata: No trabajas, no comes (ni tú ni los demás que de ti dependen).
Lo otro que están haciendo ahora con esto de las «olas», es hablar en números y letras: 8M, 11S, 18O, muy al estilo de los nortes… Pero no vayas a mencionar “feminismo radical” porque ahí te dicen: ¡Ah “feminismo blanco”! Y eso sería poco menos que feminicidio. O di: «Separatismo» (idem.).
Por otro lado, los mismos que ahora se muestran “feministas”, en los 90, gustaban mucho hablar de obreras calcinadas, pero escasamente de protagonismos políticos de trabajadoras y otras mujeres en cada revolución que ha visto el mundo.
Ahora son muy «pro», pero han sido -lo saben, les hemos visto, oído y leído- enormemente transfóbicos, misóginos y han cosificado a las lesbianas como cualquier facho. Y jamás, jamás, los que mucha teoría hacen sobre «capitalocenos» sin hablar de «patriacadocenos», mencionan a Simone Weil por ejemplo…
Las revolucionarias
Estas gentes «pro», actualizadas, nuevas y antiguas izquierdas, tampoco revelaban antes -ni ahora- que las revolucionarias, muchas veces, no hicieron lo que les ordenaban los héroes masculinos. Y que elaboraron ideas descarnadas (al hueso) sobre las dudosas actuaciones revolucionarias patriarcales. Esa parte de la historia de las revoluciones suele estar borrada en sus consignas.
Louise Michel en la Comuna de París confrontaba a los hombres de la Comuna por utilizar los cuerpos de las mujeres en prostitución y luego no querer admitirles en las decisiones, cuando decenas de ellas fueron parte de esa resistencia armada de París.
No hablaban de las obreras rusas “desobedeciendo” las órdenes de Lenin y yendo al choque en la marcha por el pan de Marzo 1917 (en el calendario occidental). Tampoco dicen que en la Guerra Civil Española la consigna anarquista republicana machista era: los hombres al frente, las mujeres a la retaguardia. Y que las mujeres se negaron a esto siendo también parte de la lucha armada en la columna de Durruti. Entre ellas, Flora Sanhueza en su juventud, quien luego a sus 60 años fue presa política de la Dictadura de Pinochet en $hile (junto a su hijo), torturada y asesinada.
En Nuestra América o en Europa, algunas como Flora Sanhueza en Europa y en Nuestra América, todas se pararon éticamente desde lo que definían como «internacionalismo». Imaginar que la revolución no es propia si no, para la humanidad no es «feminismo blanco». Cuando las antirracistas, las feministas negras como Audré Lorde, bell hooks y otras hablan de «supremacía blanca» no están refiriéndose -por cierto- a estas actuaciones. Puede parecer obvio, pero en tiempos como estos en que los lenguajes y las imágenes se colocan por sobre las vivencias genuinas, me suena necesario subrayarlo.
Y si hay algo que hace enorme sentido de lo que hemos podido aprender -tal vez limitadas- de lo que enseñan feministas negras y árabes, con inspiración materialista, es que como dice bell hooks la estructura de clase se ha formado a partir de la política racial de la supremacía blanca. Ella está hablando de la sociedad estadounidense, es verdad, sin embargo, nos parece válido en el territorio que habitamos que «sólo a través del análisis del racismo y de su función en la sociedad capitalista se pueda obtener una comprensión completa de las relaciones de clase» (bell hooks 1984).
Simone Weil
Fue filósofa, obrera, sindicalista, comunista en sus inicios, judía, pacifista y guerrillera. Participó en movimientos de resistencia al fascismo franquista y nazi hitleriano. Hay quienes la interpretan como «mística» y tal vez ¿solo haya percibido vinculaciones energéticas como otros materialistas y/o físicos cuánticos?… Vivió poco, murió a los 34 de tuberculosis en un sanatorio de Inglaterra.
Conocerla, leerla y reflexionarla, se agradece, especialmente en medio de ortodoxias de las más variadas de este siglo postmoderno.
Todo lo escribe Simone viene de su praxis política: Se hace obrera y reconoce «la marca del esclavo» en su cuerpo, se hace guerrillera y constata que los guerrilleros pueden llegar a operar como mercenarios. Elabora ideas relevantes.
Su crítica temprana al sovietismo es lúcida y podría aplicarse hasta el día de hoy (siglo XXI) a partidos y otras instituciones izquierdistas o feministas-femeninas. E incluso -diría, si leemos entre líneas y vamos más allá- podríamos vincularla con la oenegización de los movimientos revolucionarios y la masificación de determinados movimientos en Nuestra América.
Simone en los años 30 del siglo XX se atreve a cuestionar a la vanguardia de la clase obrera de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el PCUS, Partido Comunista ruso. Denuncia que éste refuerza el poder del Estado a expensas de la clase obrera:
«Es posible que el rostro y el discurso del opresor haya cambiado, pero la opresión se mantiene».
Lo llama opresión por medio de la función: La opresión la ejerce ahora el orden burocrático que esconde su carácter elitista en la organización hiper-dividida y especializada que le impide al trabajador conocer los fines y consecuencias de su trabajo. Los fines ahora, solo los saben los directivos que poseen el monopolio y pensamiento de las ideas.
Desde el S. XXI
Podríamos interpretar a Simone Weil desde acá: La categorización, especialización, profesionalización, a la larga es fragmentación de lo que fue el saber revolucionario desde la experiencia y el cuerpo vivenciado que nos desató la rebeldía primaria. La institucionalización racionaliza, mistifica, romantiza y reduce la acción revolucionaria sentipensante, para negarla.
Pasamos a ser las grandes masas y ellos/ellas las vanguardias especializadas en serlo: Los que saben de qué se trata todo esto. Nosotras: reducidas, contradictorias entre la imagen que nos devuelven de nosotras y lo que estamos vivenciando. ¿Se transforman las vanguardias en colonizadoras?
Joan Nestle, lesbiana feminista de El Bronx, EE.UU, hablando del colonizador al que identifica como del hombre blanco, heterosexual y burgués, explica que: “La colonización y la lucha en su contra dan lugar siempre a una contradicción entre las apariencias y las supervivencias más profundas. Existe la necesidad de devolverle al colonizador la imagen que tenía de nosotras…». Dice que nos imponen una devaluación «cotidiana», «le tienden una trampa a la memoria, forzándonos a devaluar lo que era resistencia en el pasado, en una batalla desesperada por no quedar reducidas a aquello que dicen que somos”.
Es decir podemos llegar a perder-nos del sentido del para qué nos habíamos embarcado es esto… ¿Para qué es que estábamos haciendo esto…?…
Y no es un proceso casual, si no una acción concertada y movilizada desde diversas elites que quieren ahora ellas ¿detentar el poder del hombre, burgués, blanco, colonizador, heterosexual, capitalista…?
Yendo a $hile, desde los 90 e inicios de los 2000, los partidos de izquierdas del Congreso, e incluso algunos más radicales que quedaron por fuera del Poder, nos subrayaban en sus organizaciones, coordinadoras de de derechos humanos, organizaciones que se habían autonomizado de movimientos que pretendieron ser armados en Dictadura, que “el 8 es el Día de las trabajadoras”, refiriéndose a las asalariadas. Planteando que las demás, las que teníamos tiempo para reuniones, tal vez ¿no trabajábamos? Y que las que estaban en la casa por ejemplo, tampoco trabajarían…
A las de la calle, ni las veían, o las interpretaban como lumpen proletariado; de las mapuche rurales se acordaban para mistificarles y/o reducirles a prácticas que ellos interpretaban «de entrega total» a la comunidad y a la familia, destacando así, los egoísmos de las urbanas que nos atrevemos a separarnos de los maridos y a abortar preñeces que no queremos…
Así, finalmente, solo quedaban las elegidas por ellos: La imagen viva de una mujer sufriente, como en la martirología cristiana, la lavandera en la artesa, la madre con muchos hijos atrás del marido en la marcha. Nunca la abortera, la autónoma.
Todas trabajamos: opresión histórica
En marzos entonces y en todos los tiempos de todos los años y calendarios, es importante subrayar que las mujeres siempre hemos trabajado.
Si el 8 es el día de la mujer trabajadora, entonces es el día de la aplastante mayoría de las mujeres del mundo, por más que los discursos masculinos, supuestamente “revolucionarios” traten de dividirnos –para reinar- en trabajadoras y “las otras”.
Trabajamos en el trabajo esclavista de la casa, en la junta de vecinos que, mayoritariamente es de vecinas; en el Centro de Padres al que van más que nada las madres, en la población, en el municipio, en la comunidad indígena, en la agrupación “X”, en la organización social, en el partido político. En las damas de rosa y de todos los colores; en la Iglesia sirviendo a los curas, en el culto sirviendo al pastor, en la oficina sirviendo al jefe y en el Café y los restoranes, sirviendo al tipo racista que siendo de cualquier clase, cree que puede someter a sus acosos a la mesera porque es mujer, porque es pobre, porque es migranta, porque es joven.
Llevamos a cabo actividades asalariadas y autogestionadas. Dependemos de propinas y de nuestra pinta para que compren nuestros servicios. Y a la vez, hacemos millones de trabajos impagos para comunidades en que las hegemonías son masculinas.
En la familia en Nuestra América suelen decir que “acá las mujeres mandan”, lo que es cínico y cómodo para los jefes de familia que no deben tomar demasiadas decisiones en el “área chica” de la vida, que incluso separados siguen intentando dominar a las madres de “sus” hijos. Para ellos estarían solo las grandes cosas, hazañas y decisiones estructurales: Ser la vanguardia de la revolución, crear, estudiar y escribir para recibir un premio nobel, un ascenso en el trabajo o un título profesional… Todo, sostenido por el trabajo invisible de mujeres (y después te dicen que tú mandas).
Es que el patriarcado no funciona sin lo que ellos llaman “matriarcado” que no es más que secundarles, hacerles de madre, esposa, secretaria, terapeuta, cuidadora y someter a las más jóvenes a este podercillo subalterno de la buena esclava…
Dándoles nuestras energías hasta el último aliento, así se sostiene el patriarcado capitalista (y socialista) en todos los niveles: político, social, comunitario, familiar, y en lo público.
El trabajo de las mujeres sale de los límites de lo que los hombres llaman “trabajo”: es División Sexual del Trabajo, Modo de Producción Doméstico, Intercambio Sexual Económico, Heterosexualidad Obligatoria. No se trata de símbolos ni de un “estatus” deseable, sino de procesos materiales y memoria política insoslayables, que no dan lo mismo ni son neutrales. Es la producción de una opresión histórica basada en la reproducción, la fisicalidad y todo lo que que pueda el colonialista extraer de cuerpos que ha sometido para transformarles en subalternas. Especialmente de los que potenciales cuerpos paridores de la especie humana y otras especies.
Antes que sindicalizarse, fue la denuncia de la violación machista
La huelga de Limoges en 1905, iniciada también en marzo, fue contra la violación sexual y el acoso de los capataces, lo que echa por tierra entonces la teoría de que las obreras sólo se rebelaron por la explotación de clase como cualquier hombre trabajador. También fue contra la indignidad y el dolor de la tortura sexual basada en el cuerpo generizado.
Fue en Francia. Llevaban meses denunciando que los capataces las violaban, y la patronal se portaba indiferente. El 28 de marzo las obreras del taller de pintura del empresario de porcelana Haviland (Limoges), declararon la huelga. Otros talleres de mujeres sufrían lo mismo y se plegaron. Veinte días más tarde, el 17 de abril, no habiendo logrado que las insurrectas desistieran, la patronal utilizó al Estado que envió soldados a disolverlas y dispararles. Quedaron varias heridas y una asesinada: Camille Vardelle. Sólo sabemos de ella que era una joven obrera y que hubo un enorme funeral obrero para ella, pero luego ya no se le nombró en la memoria de insurrección obrera. Imaginamos que si hubiese sido un hombre tendría cantatas, poemas y numerosos trozos de la Historia del Hombre, a su favor. Pero era mujer.
Hay una telenovela que en los años 70, en Francia, resucitó esa huelga: “Pan negro”. En una parte –dicen- se relata la Huelga de Limoges vista por una niña de una familia proletaria. Se habría inspirado en cuatro volúmenes de la Novela del mismo nombre escrita por Georges-Emmanuel Clancier en los años 50, sobre lo que –al parecer- le contaba su abuela sobre su infancia. Por otra parte, la publicación “Fragmento de Cinémas de France, 1894-1918. Une histoire en images” pone un párrafo de un artículo en que habla del director y empresario de cine mudo Charles Pathé, y relata que éste habría hecho un breve documental poco conocido y llamado “La grève de Limoges” inspirado en la huelga de las mujeres obreras de Limoges.
Pathé no era feminista ni socialista ni nada de esto, solo un director (dicen que “malo”), que retrataba fieras en sus jaulas o seres freaks (raros), pero según la historia del cine europeo, fue de los pocos que denunció que el estado francés disparó el 17 de Abril contra las obreras el rebeldía a la violación machista.
Las violaciones y abusos machistas no han sido realmente enfrentados –ni hablemos de superados- por los socialismos reales, plurinacionales, ni por revoluciones o guerrillas. Los hombres de nuestra clase, territorios y movimientos, abusan como patrones y capataces. Los guardias acosan y matan trabajadoras, compañeros de oficina abusan a colegas, en la calle cualquier vecino de nuestra población se cree con el derecho a agredirnos. Los “amigos” o conocidos violan, tal como lo hacen los jefes, milicos y pacos. Los hombres de la población agreden, secuestran, torturan y matan a lesbianas.
Es clase, género, territorio. Los “conquistadores” nos racializaron y generizaron, saquearon los territorios y nos transformaron en clases subalternas de los subalternos. Y éstos no han renunciado ser los subalternos opresores de las mujeres de sus clases y de todes quienes no sean o se comporten como macho masculino (aunque suene a repetición). “Género” no es un instrumento para tecnócratas, es la denuncia de los abusos sobre el cuerpo, el trabajo y la reproducción de las humanas apropiadas por los colonizadores subalternos: maridos, padres, patrones y otros hombres. Y podría llegar a ser la revelación de que hay millones de humanes que no coinciden con la imagen heterosexualizada obligatoria para el sistema político dominante.
“No te juntes con las feministas”
¿El feminismo “es blanco, burgués y occidental”? Esa es la imputación acostumbrada, xenofóbica y misógina, de hombres (y mujeres que les siguen) de izquierdas, especialmente en marzo de todos los años. También de indigenistas, indianistas e incluso anarquistas.
Aquella “queja” parece buscar la negación de este movimiento para conservar sus privilegios masculinos entre sus compañeras, esposas y novias: Algo así como “no te juntes con la feministas”.
El feminismo es blanco, sí. Y también negro, de clase, popular, anticolonial, decolonial, antirracista, mestizado, chino, chicano, indio y árabe. Donde hay mujeres y mientras exista el patriarcado, habrá feminismos.
¿El feminismo también puede tornarse liberal? Sí y lo denunciamos. En América Latina y El Caribe, se ha oenegizado, institucionalizado y suele defender a los partidos políticos de toda índole, también a los partidos políticos y movimientos hegemonizados por los mismos hombres que nos gritan “feminazis”.
Este feminismo con rasgos liberales suele inspirarse en la Revolución francesa y proponer ideas “ciudadanas”, “de equidad y empoderamiento”, lo que nos parece un contrasentido en países enormemente precarios, con una distribución de la riqueza escandalosa a favor de los ricos y las clases políticas dominantes, con territorios saqueados que necesitan ser recuperados y no “incluidos”. Pero la verdad es que esta postura no es nada diferente a la de los partidos políticos que pujan por el poder, y que hoy, estando de moda el feminismo y la que llaman “diversidad sexual”, de manera utilitaria, se autoproclaman “feministas” y tolerantes.
En nuestra opinión y experiencia, esos partidos institucionalizaron los feminismos y justamente por eso odian tanto el separatismo. Sus militantes mujeres deben alinearse con las cúpulas masculinas. Creemos que si bien este feminismo no ha sido preponderante, sí ha sido y es, o pretende ser, hegemónico.
Separatismos, no te damos acceso ni energías
La memoria de todos los feminismos es política, no un fetiche en sí mismo y las formas de separatismo adoptadas por diversas corrientes feministas, no es –necesariamente ni solamente- un hecho íntimo, sino una estrategia política, no solo de feministas sino también de otras comunidades en resistencia. Y es que no vamos a integrar a nuestros movimientos de autoliberación, al opresor ni al colonizador.
Por otro lado, ha habido distintas formas de separatismos feministas de acuerdo a contextos territoriales e históricos. Lo que sí podría ser común a diversas formas de separatismo feminista es que negamos el acceso y les retiramos nuestras energías a quienes interpretamos como opresores, en lo íntimo, relacional, comunitario y/o público.
Y esto parece ser ¿un agravio? ¿una ofensa?… Hombres, mujeres que les secundan y otras personas, a veces algunas personas de las propias disidencias sexuales, en determinados debates y momentos, parecen no tolerar el separatismo feminista. Nada dicen de otros separatismos de otros movimientos. Pero el feminista escuece.
No entendemos todo el contenido de esos sentimientos en personas trans y/o LGTBIQ+ y otres disidentes sexuales de las que somos parte también las lesbianas. Parece ser aún un camino por recorrer y comprender oyendo, debatiendo, respetando.
Pero en los hombres que hoy llaman cisgénero, es decir, alineados con la masculinidad dominante, alcanzamos a divisar que han estado tan acostumbrados a ser admitidos y halagados por las mujeres, que se frustran cuando les retiramos eso. ¿Qué hacer con eso señores? Aprender la tolerancia a la frustración, que además de un aprendizaje anticapitalista (no puedes obtenerlo todo), es antipatriarcal.
En la práctica desde el feminismo autónomo y el lesbofeminismo antirracista, en nuestra experiencia colectiva, siendo separatistas, hemos decidido hacer alianzas políticas con organizaciones de clase, territoriales y con determinados movimientos disidentes sexuales en razón de propuestas anti-sistémicas comunes. Y no ha sido la identidad como imagen la que nos ha juntado con alguna comunidad mapuche en resistencia, con una Toma en resistencia por el derecho a la vivienda, con una organización disidente sexual, sino la vivencia material e histórica de clase y territorial que compartimos.
Desde el separatismo, es que el feminismo radical desde el Norte de América y Europa nos ha facilitado conciencia de que “lo personal es político”, de que la heterosexualidad es una imposición obligatoria, y constituye una política sexual.
El lesbofeminismo materialista nos enseñó que las mujeres escapamos de la heterosexualidad obligatoria, similar a como las esclavas se fugan de las plantaciones del amo. Y un feminismo negro y de clase, nos inspira subrayando que “las herramientas del amo no van a desmantelar la casa del amo”.
Podemos inspirarnos en la Comuna de Paris o en la resistencia partisana antifranquista de la Guerra Civil española, y sobre todo, en nuestra propia memoria territorial de los feminismos anticlericales y anarco-comunistas proletarios de fines del siglo XIX e inicios del siglo XX en territorios como Argentina, chile o México.
Parlamentarismo anestésico del pueblo
Las proletarias dejaron en claro que no estaban interesadas en el voto, en la patria ni en la propiedad privada, porque eso servía para la “señora” o la “dama”, pero no para la obrera y otras trabajadoras y mujeres.
Como escribe en 1922, Aura en su columna “Liberación Femenina”: “En este movimiento, como ocurre en todas las cuestiones ideolójicas, hay diversas tendencias. Algunas mujeres, jeneralmente las burguesas y aburguesadas, pretenden obtener derecho a voz y a voto. Desean que la mujer intervenga en lo que llaman «política» y junto con ello obtener un mejoramiento económico, que les daría derechos a administrar libremente sus bienes. Por otro lado, el resto de las mujeres, deseamos también mejoras políticas, en el sentido a exijir se nos considere, como entidad integrante de un todo. Deseamos mejoramiento económico; pero no pretendemos que ese mejoramiento quede encerrado dentro de una clase, ni dentro de las fronteras, sino que él se haga extensivo a todos los seres humanos que pueblan este planeta. El problema de una clase, no puede ser solucionado satisfactoriamente, sino por la acción directa; somos enemigas del parlamentarismo y de las leyes que de él resultan, pues ellas son únicamente el anestésico que adormece…” (periódico “Verba Roja”, Valparaíso-Santiago, Primera Quincena de octubre 1922, N° 43, pag 2)[1].
“Ni Dios ni patrón ni marido”[2] fue su consigna pues supieron confrontar al machismo de los hombres de su clase que se portan como patrones sin serlo.
El feminismo en su historia ha tenido y tiene diversas expresiones y corrientes que comparten la denuncia contra el patriarcado, unos, los clasemedieros y liberales, pretenden que podrían modificar –y a veces hasta quieren “humanizar” el patriarcado neoliberal-, los otros feminismos sabemos que hay que destruirlo.
Memoria feminista de insurrecciones
Latinoamerica tiene memoria de feministas incluso antes de las proletarias, y es mestizada. Un amasamiento como dice Gloria Ansaldúa, chicana y lesbiana. Casi dos siglos antes de ella, en el Perú estuvo Flora Tristán, obrera y empleada doméstica. Hija de un coronel peruano y una francesa. Había trabajado como obrera litógrafa a los 17 años en el taller de André Chazal en París, se casó con él y tuvo tres hijos, pero lo abandonó por agresor. Estaba embarazada y para mantenerse trabajó como empleada doméstica de una familia inglesa. El ex marido y patrón secuestró a sus hijos y Flora inició una ardua lucha legal por la custodia. Cuando Flora confrontó a Chazal, éste trató de asesinarla disparándole en plena calle. Quedó malherida, pero sobrevivió. Flora fue sobreviviente de femicidio.
En 1833, Flora había viajado a Perú a reclamar una herencia de su padre. En Nuestra América, su activismo obrero socialista y feminista, y su producción política se fortalecieron. En 1847 publicó su libro “La Unidad Obrera”. En él instaba a los obreros a no repetir con las mujeres, la opresión que sufren de parte de la burguesía.
“La Unidad Obrera” fue publicado un año antes de que Marx y Engels publicaran el “Manifiesto Comunista”, pero ellos no la mencionaron. Los utopistas la reconocieron y sin embargo, ella se negó a asistir a sus reuniones en señal de protesta porque esos mismos utopistas que la invitaban, tenían como regla general no admitir mujeres en sus reuniones.
Otra feminista organizada es Carmela Jeria Gómez, en chile. Obrera tipógrafa, que hizo junto a otras proletarias su propio periódico “La Alborada” donde uno de sus temas recurrentes es defender la libertad de las mujeres y aborrecer lo que llama su esclavitud. “¿Acaso no luchamos nosotras por la existencia?, ¿es lógico que el hombre sea libre y la mujer esclava?», se pregunta en sus columnas[1]. Junto a ella y después de ella, estuvieron Esther Valdés y la boliviana Eloísa Zurita. Posteriormente el periódico “La Palanca” que publicó en sus páginas en 1908: «Vosotros hombres de fe ¿qué habéis hecho si no persuadirla (a la mujer) de lo irremediable de su servidumbre, hacerla adorar sus cadenas, nutrir sus almas con creencias destinadas a eternizar su cautiverio? Y Vosotros revolucionarios, ocupados en hacer y deshacer constituciones ¿cómo no habéis pensado en que toda libertad será un fantasma mientras viva en esclavitud la mitad del género humano?» (La palanca”, revista mensual, órgano de la asociación de costureras, 1º de mayo).
Estas proletarias no perdían oportunidad ni fecha para decir y contradecir el machismo de los hombres proletarios, y solían devolverles su incoherencia política en sus impactantes escritos.
La que tampoco se andaba con diplomacias, pero era más aceptada por los hombres de chile, tal vez porque provenía de una clase intelectual, era la anticlerical e inspiradora de feminismos, Belén de Sárraga. Nació en Puerto Rico cuando ese país era colonia española. Fue médica, vivió en Uruguay y dirigió el diario “El liberal”. Escribía y hablaba contra la Iglesia por lo que sufrió varios atentados de grupos católicos.
Organizaciones del movimiento obrero chileno la invitaron a dar conferencias al Norte de Chile en la primera década del siglo 20. Solía dar ejemplos contra los curas develando el odio que siembran contra las mujeres. Ironizaba que San Ambrosio pregonaba –cristianamente- que la mujer es la puerta del infierno. Denunciaba la explotación de las monjas a las niñas y mujeres pobres, y también impactaba revelando la desaparición de Adelaida, una niña de un internado de niñas pobres, en Brasil.
Luego de su paso por Chile, mujeres proletarias nombran a sus clubes que solían ser de solo mujeres (separatistas entonces), “Centros de Mujeres librepensadoras Belén de Sárraga”. Igualmente las obreras anarco-comunistas proletarias que se atrevieron a hacer teatro, música y periódicos y se nombraron feministas, ya existían antes de la venida de Belén.
De humanas libres a mujeres
Desde Europa y Asia, las humanas vivieron un lento proceso de colonización y a la vez construyeron diversas formas y/o comunidades para contrarrestarlo desde lo que la Historia Occidental llama Antigüedad. Llegando a lo que llaman Edad Media, muchas mujeres se resistieron a la opresión de manera individual y/o llegaron a resistencias –miradas desde la actualidad-, enormemente autodestructivas como las emparedadas, casi santas que se alejaban del mundo en cuatro paredes estrechas en las que vivían hasta la muerte, de las limosnas de gente “piadosa”.
Las intelectuales, adineradas o privilegiadas, como las preciosas por ejemplo, o algunas monjas, producían ideas de porqué negarse a la obligación del matrimonio que estaban tratando de imponerles a ellas que no lo necesitaban por sus privilegios, y que ya les habían impuesto a muchas niñas pobres que sí necesitaban ser mantenidas pues se había acorralado a las humanas quitándoles la posibilidad de autogestionar su vida con sus oficios, e imponiéndoles la reproducción de esclavos y esclavas para los señores feudales, reyes y curas.
El Matrimonio y la Familia, palabra que viene de famulus que significa “esclavo” en latín, junto con las invasiones a pueblos originarios en diversos continentes, fueron un invento lento y seguro. Vendrían a favorecer, en un proceso de al menos 12 siglos (500 al 1700) lo que fue el posterior desarrollo de la Industria y el Capitalismo avanzado (más tarde).
Así -divisamos, interpretamos- que se colocaron las bases imprescindibles para reproducción obligada, el sostenimiento de la productividad futura, el “Desarrollo” y es estado de bienestar de los privilegiados de Europa.
Un “desarrollo” sin estado de bienestar que a punta de revoluciones y revueltas burguesas también debió intentar emularse con los más pobres de Occidente. A las mujeres, en general, les quedaba salir del mal mayor, el matrimonio por conveniencia, al mal “menor”, tener amantes. De ahí el «amor romántico» con jóvenes baladistas y/o poetas malditos para una cierta retribución emocional (dudosa)…
Comunas de mujeres y salamancas en Abya Yala colonizada
Pero no todo fue amor romántico como evasión.
Entre las mujeres pobres, rurales que autogestionaban su sobrevivencia, estaban a las que –en algunas partes- llamaron “beguinas”. Las había de distintas índoles, desde devotas de Dios hasta autónomas y paganas. Algunas se unieron escapando de maridos agresores, rechazadas por haber sido violadas. Podían ser niñas huyendo de casamientos pedófilos y otros abusos o “sodomitas femeninas”. Tribadas, safistas, uranistas (todas maneras de nombrarnos a las lesbianas); sabias, mujeres libres. Vivieron juntas, incluso llevaron adelante autodefensa y/o mantuvieron por algún tiempo a hombres y curas (como en la Comunidad de Juette en el siglo XI en Bélgica) a raya. No se matrimoniaban, se amaron y erotizaron entre sí.
Muchas se dedicaban a los textiles, la mueblería, la fabricación de alimentos, la medicina, el parto y el aborto, la sanación y otros oficios para sustentarse. Pero cuando los gremios de artesanos se institucionalizaron, prohibieron a las mujeres ejercer sus oficios, lo mismo hicieron los médicos con las sabias de la medicina y la reproducción. Muchas eran viejas sabias, viejas que ya no eran productivas, personas que no respondían al sexo que se les adjudicaba, personas con discapacidades mental-emocionales o físicas, que finalmente fueron aniquiladas por la Santa Inquisición que las apresó, les hizo montajes de brujería, les torturó, y les quemó en sus hogueras.
Se estima en 100 mil el número de víctimas, solo en Europa, de este santo genocidio. La aplastante mayoría: mujeres.
La Iglesia servil a los hombres siempre, criminalizó la resistencia de las humanas a los nuevos órdenes y sirvió a “la Conquista” colonial, que nos saqueó y que secuestró seres humanos para esclavizarles desde Africa, Asia y América.
Si en Europa las mujeres habían sido expulsadas de la libertad, en Abya yala además de ser quemadas, violadas y torturadas también, fueron obligadas a servir al marido y al patrón, a entrar al “hogar familiar”; a colocarnos polleras, a ser “señoras de su casa”, despojadas de protagonismos y poderes ancestrales.
El colonizador destruyó todos nuestros diversos órdenes sexual-políticos y de géneros (fuesen éstos los que fuesen), en todos nuestros territorios. Y las humanas, las mujeres, las lesbianas, fuimos secuestradas por la complicidad interracial e interclasista de varones invasores y varones invadidos. Unos y otros hombres usaron a “las mujeres del enemigo” como Botín de Guerra, y entre todos, nos relegaron al lugar de “madres de sus hijos”, nos borraron la memoria de autonomía y negaron nuestro trabajo llamándole “amor femenino”.
La Edad Media y La Conquista saqueadora, torturadora y misogina, con el favor de Dios, nos expulsó de la sobrevivencia autónoma y el capitalismo nos retomó para hacernos sus rehenes: Mano de obra más barata que la barata.
Las insurrecciones de obreras
Cuando el trabajo remunerado y explotado de las mujeres fue una evidencia tan grande y enriquecida como El Vaticano, comenzaron las insurrecciones.
El grupo de Historia de las Mujeres de San Francisco -Women´s History Group- rescató parte de la historia de las obreras y nos plantea que en noviembre de 1908, habría tenido lugar la insurrección de 20 mil trabajadoras de la confección en Nueva York, que mantuvieron 13 semanas de huelga, en la que sufrieron hambre, despidos y más de 600 detenciones, y finalmente lograron aumento de salarios, reducción de la jornada laboral -trabajaban más de 12 horas- y derecho a sindicarse.
Así, el 8 de Marzo de 1909 para celebrar sus reivindicaciones, habrían llevado a cabo una gran manifestación en la que participaron además de las obreras huelguistas, sufragistas y feministas. Las consignas eran: “Voto para las mujeres, fin al trabajo infantil y mejores condiciones de trabajo”.
Al año siguiente, en 1910, en el II Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas llevado a cabo los días 26 y 27 de agosto en Copenhague, Clara Zetkin y Kathy Duncker, propusieron esta fecha como homenaje a las obreras y sus luchas.
Se cree que en los primeros años, el Día Internacional de la Mujer se festejaba en fechas diferentes según los países, pero siempre en marzo. Según la historiadora Ana Isabel Álvarez, las socialistas estadounidenses lo habrían celebrado desde 1908 y la finalidad habría sido reivindicar el derecho al voto. Por otra parte, desde 1911, se habría comenzado a celebrar en Europa -Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza-, donde las mujeres exigían el fin a la discriminación salarial, derecho a la formación profesional y a ejercer cargos públicos.
La historia que más se ha contado del 8 de marzo es que más de cien obreras textiles murieron encerradas y quemadas vivas en la Triangle Shirt Wais Company, en Nueva York, ya que la salida estaba bloqueada.
Se dice que la mayoría de ellas eran inmigrantes entre los 17 y 24 años. La fecha en que se ubica ese día fatal, varía. Se habla del 8 de marzo de 1857, del 8 de marzo de 1908, del 25 de marzo de 1911 y del 27 de septiembre de 1909.
La historiadora norteamericana Mari Jo Buhle investigó ese crimen patronal y habla del 25 de marzo de 1911, día en que habrían muerto muchas de las mismas obreras que años anteriores habían organizado la gran primera huelga exclusivamente mujeres en EE.UU.
Las rusas proletarias
Un 8 de marzo para nuestro calendario, pero 23 de febrero en el calendario ruso gregoriano, las mismas mujeres y obreras que posteriormente obligaron a legislar a los soviets sobre el aborto libre y exigieron la socialización del trabajo doméstico, desataron la Revolución Rusa.
Días antes, las obreras textiles del barrio de Vyborg en una reunión masiva, se convocaban para una gran marcha contra la guerra y el hambre, cuando un obrero metalúrgico bolchevique, Kajurov, les dijo que las consideraba “emotivas e indisciplinadas” y les dio un discurso “reconociendo el valor de su trabajo femenino”, pero exigiéndoles “disciplinarse a las indicaciones del Partido” Bolchevique y su hegemonía.
A los metalúrgicos se los consideraba “la vanguardia de la clase obrera” en Rusia 1917, y Kajurov probablemente se aprovechaba de ello y de ser hombre, para “corregir” sin ningún pudor y con suficiente desfachatez, a cientos de obreras.
Trotsky relata que ellas no le respondieron explícitamente nada, sin embargo, siguieron organizando su marcha Por el Pan (Za Jlieb).Desobedecieron a los hombres de la Vanguardia.Miles de ellas se manifestaron pidiendo pan e izando banderas rojas, tirando piedras, bolas de nieve, palos incendiados. Se dividieron en grupos para conseguir adhesiones. Más de 20.000 trabajadores (varones) entraron en acción al lado de las obreras textiles. Llegaron la policía y las tropas, hubo heridos. Ellas levantaron barricadas y exigían a los soldados no disparar.
Fueron varios días de alzamiento obrero. Trotsky relata: “Es evidente, pues, que la Revolución de Febrero empezó desde abajo, venciendo la resistencia de las propias organizaciones revolucionarias; con la particularidad de que esta espontánea iniciativa corrió a cargo de la parte más oprimida y cohibida del proletariado: las obreras del ramo textil…” (Trotsky[1]).
Para las izquierdas del mundo, la Revolución Rusa la hicieron los hombres de Lenin y fue en Octubre con la toma del Palacio de Invierno (del Zar) y los Soviets por su lado, jamás se ocuparon realmente de socializar el trabajo doméstico en la URSS.
Que las Naciones Unidas recién en 1974 hayan utilizado marzo y a las mujeres decretando “el Año Internacional de la Mujer”, y sacramentado el 8, es –quizá- tan patriarcal como el proceso socialista real que denunció Simones Weil. El que devino de la Revolución rusa de Octubre, y que se destacó por su patriarcalismo y la continuidad del imperialismo ruso -antes del Zar- con los demás pueblos de la URSS.
Hubo un bienestar real soviético en cuestiones básicas que por lo demás deberían ser accesos, siempre, a todos los pueblos, como derecho al agua, a la electricidad, a la vivienda, al trabajo, a estudios y al arte. Pero siempre ello estuvo más allá -o a la vez- que los demás pueblos explotados por el Estado soviético. Azerobaijianos, georgianos, armenios, turkmenistanos, kirguisos, kasajtanos, uzbekistanos, entre otros y decenas de etnias no solo fueron negadas, si no explotadas para llevar bienestar a Moscú. Los derechos humanos de los pueblos de Afganistán fueron violados, tanto como el imperialismo Estadounidense violó los derechos humanos del pueblo vietnamita y otros pueblos a los que explota hasta hoy EE.UU.
Da la impresión entonces que tanto la ONU, como las revoluciones hegemonizadas por ideas patriarcales de vanguardias, lo primario y lo secundario, que no renuncian a la Familia ni a la heterosexualidad obligatoria, ni a generizar y racializar, han utilizado marzo y al feminismo como buena publicidad y acceso a sus votantes con discursos de ciudadanía.
En la cosa más “pequeña”, en $hile, a las feministas autónomas y a las lesbianas feministas autónomas, que denunciamos el femicidio a inicio de los 2000, (cuando no estaba de moda), los mismos intelectuales que ahora son “feministos”, nos decían que nos estábamos inventando ese concepto, el femicidio, que era homicidio y punto. E izquierdistas, hombres y mujeres de agrupaciones de familiares de DDHH, nos sacaron en 2006 de un escenario por denunciar a un feminicida, Alfredo Cabrera Opazo, que había matado a Javi, y dejado grave a su madre, Claudia Neira, a quien acompañábamos entonces. Aunque victima y feminicida eran parte las familias a quienes les violaron sus derechos humanos en Dictadura, se protegía al agresor por encima de la víctima. (Fue en un escenario del parque Bustamente, creo que un 8 marzo).
Por todo esto, el feminismo en marzo como en todo tiempo, debería ser –ojalá fuese- destrucción de la estructura de dominación y no una humillante “inclusión”.
Referencias:
- “Mujeres y prensa anarquista en Chile, 1879-1931”. ADRIANA PALOMERA y ALEJANDRA PÍNTO, compiladoras. Ed. Espíritu Libertario, Santiago 2006.
- La Voz de la Mujer fue el primer periódico feminista y comunista anarquista en Buenos Aires, entre 1896 y 1897, y en 1899 en Rosario. El lema era: “Ni dios, ni patrón, ni marido” Lo dirigía Virginia Bolten, colaboradoras Teresa Marchisio, Pepita Gherra, María Calvia, Josefa Martínez
- “La Alborada”, periódico obrero feminista quincenal, fundado por Carmela Jeria, en Valparaíso y Santiago, entre los años 1905 y 1907.
- HISTORIA DE LA REVOLUCION RUSA, Capitulo VII. Cinco días. (23-27 de frebrero de 1917). Publicada por primera vez, en traducción de Max Eastman, como The History of the Russian Revolution vols I-III, en Londres 1932-33. Digitalizado por Julagaray en julio de 1997, para la Red Vasca Roja, con cuyo permiso aparece en https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_07.htm. Recodificado para el MIA por Juan R. Fajardo en octubre de 1999. También FEMINISMO Y MOVIMIENTO DE MUJERES SOCIALISTAS EN LA REVOLUCIÓN RUSA. Cintia Frencia y Daniel Gaido. Ariadna Ediciones, Santiago 2018.