La disputa por “El feminismo”

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El feminismo” mixto y heterosexual, no quiere aceptar la memoria de un feminismo que confronta al Patriarcado como sistema político y que NO nombra al machismo, la lesbofobia, la homofobia, la transfobia como “cultura”, “inequidad”, “falta de oportunidades”, “discriminación”. Todos aquellos conceptos que como “diversidad”, le son tan saludables al capitalismo neoliberal y (neo)colonial, porque son y se quedan en la superficie.

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X victoria aldunate morales, lesbiana feminista antirracista, terapeuta y escritora

Somos feminismos sin grandes teorías sobre alguna supuesta verdad –única- revolucionaria, pero no por eso, carentes de saberes, intuiciones y experiencias políticas. No se reflexiona genuina y libremente sobre la violencia machista y heterosexual obligatoria, en grupos mixtos y con la presencia amenazante y soberbia de hombres del pueblo, tan blanqueados, parlamentaristas, homofóbicos, misóginos y coloniales como el que más. Vivenciando su violencia machista y reflexionando colectivamente, llegamos a comprender el vínculo inseparable y funcional de la violencia en lo íntimo, lo personal y lo colectivo. Las izquierdas institucionalizadas niegan los feminismos autónomos porque no requieren de sus guías masculinas (y/o masculinizadas). Pero los nuestros, han sido procesos (colectivos) de autoliberación y genuinos, no un acarreo eleccionario.  

El Banco Mundial, el liberalismo y sus militarismos, hace rato que manipulan a las instituciones feministas y mujeristas para conservarnos como su fuerza reproductiva y productiva: nos convencen de que somos “microempresarias”, de los beneficios del famoso “trabajo flexible” y de que explotándonos, “nos liberan”. Las academias despliegan teoría, conceptos y papers, y ahora el feminismo es “su creación” y las feministas se hacen y autodefinen en las Universidades. Los medios de comunicación masiva producen matinales generistas. “El feminismo” se va transformando en otra opción de “movilidad social”. La Derecha defensora de la vida del feto también se puso “feminista”, y  unos partidos y unas izquierdas que siempre nos hicieron asco, ahora lo usan para potenciar votantes. Es la disputa política por “el feminismo”.

Lo habían desprestigiado por siglos, pero de pronto lo vieron. Al “feminismo”. Primero lo nombraron “Género”, “Estudios de género” y los partidos tomaron la pelota e hicieron sus “comisiones femeninas”, “comisiones Mujer”, los más arriesgados,  “comisiones de Género”. Los oportunistas se autodefinieron “feministas” y dicen que ahora comprenden, las víctimas “tienen problemas psicológicos” y “hay que educar a víctimas y victimarios con equidad”.

Empezó a sonar “violencia de género” que, en el discurso público, pretende que la violencia patriarcal se daría en el contexto de “dos géneros” equivalentes. Dos géneros que serían equitativos, recíprocos y complementarios. Encubren el “género” como una relación de poder heterosexual. Pueden llegar a aceptar -en teoría- que habría más de dos géneros, pero jamás que pueda no haberlos. Y el broche de oro es “las Violencias” que desconectan la condición patriarcal heterosexual obligatoria, capitalista y colonial de la Violencia Estructural. (Cualquier cosa es violencia, todo es violencia, nada es violencia…).

Memoria borrada

Se popularizaron como “femicidios” que antes llamaban “crímenes pasionales”. Las ciudadanas comenzaron a ver los crímenes contra las mujeres como algo más que “destino trágico”. No era el feminismo, el extremo, sino el patriarcado. De pronto cobra sentido aquello que por siglos mujeres de color, negras, migrantes, descendientes de esclavas, guachas de los invasores, lesbianas, hemos dicho: la violencia machista no es normal y se normaliza para el control y la dominación. Aprovechando todo esto entonces, surge una vorágine ciudadana heroica y justiciera y resulta que por primera vez se confronta a la violencia machista. ¿Es que las abuelas, madres, revolucionarias, organizadas, nunca lo habían hecho?… Negadas y borradas.

La memoria y la historia política del feminismo, sus corrientes autónomas, radicales, antirracistas, lesbianas, silenciadas. Las instituciones descansan tranquilas por no tener que tratar con aquellas locas, extrañas, conflictivas, molestas, feas, lesbianas, confrontacionales, que tiran piedras contra sus aposentos políticos. La clase política y sus instituciones pueden hablar con ciudadanas decentes, feministas permitidas, para proyectos de apoyo a fundaciones ciudadanas desarrolladas por familias de víctimas de femicidio, y se aplaude olas de feminismos “culturales” para demandas de reconocimiento: reconocen que nos matan, reconocen que nos violan, que no está bien y “0” cambios estructurales.  

“Sororidad” inter clase

Las leyes, las tipificaciones para “parar la violencia” sin hacerlo, surgen como callampas alucinógenas (confusas y femeninas), sin ninguna radicalidad frente a un fenómeno político que es radical. Mujeres de la clase política y aspirantes a tales, levantan su voz “sorora” entre izquierdistas, nuevas izquierdistas y ministras derechistas. Les ha servido esto de la “sororidad”, un concepto que Audré Lorde, lesbiana feminista negra, puntualizó como una falacia inter-clase/inter-raza, porque supone una “homogeneidad” que no existey pretende borrar las opresiones “que nos neutralizan”.

El feminismo” mixto y heterosexual, no quiere aceptar la memoria de un feminismo que confronta al Patriarcado como sistema político y que NO nombra al machismo, la lesbofobia, la homofobia, la transfobia como “cultura”, “inequidad”, “falta de oportunidades”, “discriminación”. Todos aquellos conceptos que como “diversidad”, le son tan saludables al capitalismo neoliberal y (neo)colonial, porque son y se quedan en la superficie.

Los partidos de izquierdas evaden nuestras críticas a leninismos, marxismos y capitalocenos que no reparan en el patriarcadoceno, y transforman la autonomía en “cuotas” y paridad. La historia misógina y heterosexual obligatoria de sus matrimonios partidarios, ni se ha movido (en buena hora escapamos de allí).

Sospechas feministas

No es menor, sino coyunturalmente estratégico, y por lo tanto un hecho político, que el feminismo sumamente mixto y hetero, rechace el Separatismo Político feminista; que busque invisibilizarlo y nos impute que si proponemos separatismo es porque “no vemos al pueblo ni a la clase”, de lo que interpreto que las lesbianas feministas y feministas separatistas, no seríamos pueblo ni clase (para ellas).

¿No quieren saber del separatismo como una estrategia política feminista de alcances ético-políticos porque ya no serán “permitidas” por sus dirigencias masculinas? ¿Por dependencia femenina a los hombres? Como explican lesbofeministas materialistas… en fin que no lo sabemos, lo que sí tenemos, es una experiencia vivida, el desarrollo intuitivo y/o deliberado del separatismo movimientista en colectivas, grupos de mujeres, de vecinas, de pobladoras, de mujeres que viven violencia, de lesbianas, en diversos territorios, en corrientes de clase, antirracistas, anticapitalistas. Ni discurso vacío ni conceptos universitarios. Los clásicos postmodernos, los Movimientos de la Diversidad y/o Disidencia, psicólogas, antropólogas y académicas (entre otras) no hubiesen podido nutrirse con tanto concepto radical, sin la reflexión y memoria de lesbianas feministas y separatistas.

Sospecho que los esfuerzos para romper el Separatismo Feminista en las calles, en las organizaciones y en los movimientos feministas sostienen, otra vez, los intereses masculinos actualizados de los retoños de los mismos -que antes- nos ordenaron “esperar a la Revolución para acabar con el machismo”.