Feminismos

Marzo es feminista, de Clase, radical y autónomo

Marzo es de las mujeres trabajadoras y todas trabajamos, no sólo las asalariadas o las que reciben monedas por lo que sea que hagan para parar la olla.
Si hay un trabajo generalizado en esta División Sexual del Trabajo diseñado por el Modo de Producción Doméstico, es el Trabajo de las Mujeres en la casa, en el barrio, en la Junta de Vecinos, en la Asociación de “Padres y Apoderados” (a la que van más que nada madres, hermanas, abuelas, tías…), en el Partido Político, en la Organización social, en el Centro Cultural, en la Comunidad, en la Okupa, y entre otros espacios, en todas las causas “solidarias” habidas y por haber (damas de rojo, verde, azul y todo el arcoíris).

Me urgen 5 minutos de reflexión y calma

La carta que colgó al muro de denuncias por acoso en la UNAM, muy probablemente -supongo, no lo sé-, corresponde a un momento del proceso de sanación, un momento inicial de toma de conciencia. Ojalá ella hubiera tenido el tiempo de terminar ese proceso de autoconciencia, empezado una noche con dos amigas al hacerse una pregunta fundamental, que nos atañe a todas, antes de haber divulgado las sensaciones que le provocó el abuso de Sergio Moissen. Por haber participado en largos procesos de sanación feminista, me permito suponer que ahora se sentiría mucho mejor.

Los consensos anti-“punitivistas”

Los debates sobre ser o no “punitivistas” parecen haberse inaugurado con la funa por redes sociales a un militante de Pan y Rosas México y luego la denuncia de las feministas comunitarias antipatriarcales de Bolivia por femicidio frustrado, a la feminista -otrora anarquista y autónoma, hoy institucional- Julieta Paredes Carvajal. Vinieron más denuncias a militantes y ahí aprovecharon gobiernos y partidos políticos, -los mismos que por siglos han sido trincheras reformistas y civilizadas de la masculinidad-, para declararse «feministas”.

De concepciones teóricas y estrategias para luchar por una sociedad no patriarcal

No estamos condenadas y condenados a resistir eternamente. Ninguna institución, ni contrato social ni sexual surge de una supuesta esencia o "naturaleza" humana. El patriarcado y el capitalismo verdaderamente pueden caer. La primera condición es articular la fuerza social y política para lograrlo detrás de una estrategia y objetivos revolucionarios y no de reforma de este sistema y este Estado capitalista-patriarcal.

¿Por qué elegimos creerles a las mujeres?

"Los preconceptos que tiene nuestro sistema Judicial respecto a la violencia de género son increíbles. Da impresión leer los fallos por la cantidad de etiquetas y estigmas con los que carga la mujer por ser mujer en la Justicia argentina. Desde la provocación que termina en femicidio hasta la justificación de abusos sexuales", destaca Diana y agrega: "La cuestión judicial es tortuosa porque además le piden testigos a un delito que se comete puertas adentro. Salvo que encuentres sistematicidad en la conducta del agresor como fue el caso de Darthés, es muy complicado".

Ni feminismo “carcelario” ni escraches como estrategia

Proponemos la implementación de protocolos que permitan intervenir en casos de violencia en las instituciones educativas, en los ámbitos laborales y sindicales, teniendo en cuenta las diferencias que existen cuando se trata de pares menores, de pares adultos o de relaciones de poder. Estos protocolos, que permiten la resolución de conflictos con el consentimiento de la víctima, también establecen claramente el derecho elemental y democrático a la defensa del acusado. Pero también impulsamos la organización de comisiones de mujeres en todos los lugares de trabajo, en los centros de estudiantes y los sindicatos.

No hables de punitivismo para garantizar la impunidad

La llamada “justicia” una y mil veces nos dio la espalda. Aprendimos a los golpes que no es justicia para nosotras. Es justicia creada por ellos, para cuidarse entre ellos. No es justicia. Es un pacto patriarcal, misógino, racista, capitalista, que a las mujeres empobrecidas, a las originarias, a las racializadas, a las lesbianas, a las trans y travestis, sólo ha traído revictimización e incluso miedos y culpas. Por eso nos ponemos como nos ponemos.

(Re)vueltas memoriosas de una feminista (im)posible

Atisbo a una niña que nació en el año cincuenta y seis del siglo XX, en el hospital Barros Luco de la comuna de San Miguel, en medio de la precariedad. Creció en una casa de arquitectura extraña, anómala, en un hogar más raro aún. Una de ocho. La menor. Un contexto de pobreza en el sur de Santiago, San Miguel. Muchas mujeres, seis, y dos hombres. En medio de todxs, una tremenda figura femenina: Andrea, la madre analfabeta, trabajadora de lo doméstico en casas ajenas, se alza poderosa. Este sería un lugar que incubó mi llegada, mucho tiempo después, en cuerpo y alma al feminismo. Primero tenía que pasar por la lectura, esa “fiesta pequeña y clandestina” como la nombra tan bellamente Gabriela Mistral. Vivir en los libros. Aprendí a leer para huir de la realidad dura, un entorno familiar asfixiante que asediaba mi sensibilidad a flor de piel.

La disputa por “El Feminismo”

Memoria reciente (febrero 2019, antes de la Revuelta Popular): El feminismo” mixto y heterosexual, no quiere aceptar la memoria de un feminismo que confronta al Patriarcado como sistema político y que NO nombra al machismo, la lesbofobia, la homofobia, la transfobia como “cultura”, “inequidad”, “falta de oportunidades”, “discriminación”.