Sobre “LA TAREA DEL PLANCHADO”
Estoy segura de que ninguna de las compañeras feministas que estábamos en esa plaza teníamos dentro de nuestro imaginario el partir a nuestras casas a disfrutar de “…la tranquilidad de la vida marital, mirando la lavadora y el lava vajillas, que dejan las copas brillantes”. Tampoco creo que alguna estuviera partiéndose la cabeza para ir con disciplina casi militar “… a doblar las sábanas de algodón egipcio de 400 hilos para que queden estiraditas: primero doblar en cuatro y estirar, dar vuelta sobre los dobleces y volver a estirar, punta con punta… y no repasar cuando se termina para que no queden marcas”.
RESPUESTA A CLAUDIA MONTERO Y SU ARTÍCULO DEL 11 DE ABRIL DE 2012
Estimada Claudia, la verdad es que no leí de inmediato tu artículo. Esas son las ventajas y desventajas de no tener Internet en la casa, a veces te pierdes de maravillas que alguien escribe y otras te demoras en tropezarte con un (a mi modo de ver) desafortunado escrito como el tuyo.
Mi lectura ocurrió justo en los días en que algunos colectivos feministas y compañeras sueltas nos volvíamos a encontrar después de tanto tiempo gracias al esfuerzo de algunas compañeras que organizaron una actividad autogestionada en una plaza del centro de Santiago y cuyo telón era una iglesia católica que se estaba cayendo a pedazos. Volvíamos a encontrarnos para debatir, para compartir y para contarnos en qué estaba cada una y a pesar del frío varias nos quedamos hasta el final de este “Encuentro de intercambio feminista”. Todas nos fuimos a nuestras casas con las pilas cargadas, con ganas de seguir ocupando la calle, con ganas de seguir juntándonos para seguir ejerciendo nuestro derecho a la memoria histórica de las mujeres, de sus luchas, de sus silencios, de sus complicidades, de sus búsquedas y de sus rebeldías.
Estoy segura de que ninguna de las compañeras feministas que estábamos en esa plaza teníamos dentro de nuestro imaginario el partir a nuestras casas a disfrutar de “…la tranquilidad de la vida marital, mirando la lavadora y el lava vajillas, que dejan las copas brillantes”. Tampoco creo que alguna estuviera partiéndose la cabeza para ir con disciplina casi militar “… a doblar las sábanas de algodón egipcio de 400 hilos para que queden estiraditas: primero doblar en cuatro y estirar, dar vuelta sobre los dobleces y volver a estirar, punta con punta… y no repasar cuando se termina para que no queden marcas”.
Sin embargo, estimada Claudia, con todo mi corazón te digo que habría pasado por alto tu artículo y ni siquiera me habría molestado en responderte a través de esta tribuna cibernética, lugar en donde muchas veces banalizamos situaciones, nos reímos de nosotr@s mism@s y sabemos perfectamente que por más que enviemos cariños y abrazos, nunca el resultado será igual que como cuando nos encontramos mirada a mirada, abrazo a abrazo y nos manifestamos el amor que tanta falta hace en esta tierra.
Quise y sentí la necesidad de responderte Claudia porque en tu escrito transitaste por dos orillas que tienen demasiado que ver con mi historia personal, con todo lo que soy: con mis dolores, con mi pobreza-miseria y con todo mi proceso de ponerme de pie ante la vida, con sentirme segura y contenta de mis elecciones políticas. Quiero contarte que mi madre fue una mujer que trabajó toda su vida como trabajadora de casa particular, “Asesora del hogar”, “empleada doméstica” las llamaban en ese tiempo y quienes también fueron llamadas por much@s de la misma manera como tú dijiste: “… mi nana”.
Estoy cierta de que ningun@ de los patrones/as que tuvo mi madre, ya fueran de izquierda o de derecha se sintieron jamás con el derecho a nombrarla como “mi nana”.
Mi madre se llamaba Marcelina Quiñinao Caniuñir y jamás fue propiedad de nadie para que alguien se sintiera con el derecho a llamarla “mi nana”.
Mi madre fue una de las personas más dignas que he conocido en toda mi vida, una mujer que con apenas cuarto año básico, tuvo la valentía de dejar a un hombre a quien no amaba y a quien jamás le pidió nada para criar a una hija. Mi madre tampoco permitió que en su presencia se hablara mal de otra mujer por ejercer su derecho al placer, en definitiva, ella encendió antorchas de feminismo intuitivo que yo misma me empeñé en apagar y que sólo al cabo de muchos años pude volver a encender.
Escribe Claudia, sigue escribiendo, pero por favor ten la suficiente lucidez y claridad para respetar nuestras realidades, nuestras miserias que muchas veces nos impiden tener plata para cargar la tarjeta bip, para comprar azúcar o aceite, para pagar el arriendo, la cuenta de la luz, del agua o del gas. Por favor, no vuelvas a mezclar irrespetuosamente en tus escritos las luchas del feminismo, de las mujeres obreras, de las sufragistas y de todas aquellas que tuvieron que sufrir la cárcel, la tortura y las desapariciones en distintas épocas, dictaduras y “demogracias” ,con las pequeñas migajas que nos regala este patriarcado neoliberal, capitalista, imperialista y siempre deshumanizado a la hora de visibilizar nuestra esencia de mujeres.
Termino mi respuesta en esta noche de luna llena, en donde he tenido la fortuna de gozar de la compañía de mujeres bellísimas de distintas edades que nos hemos unido en un círculo de hermandad junto a un hombre lindísimo y en donde hemos encendido nuestros deseos para una vida mejor, más justa, más honesta y verdadera para tod@s.
Seguimos buscando Claudia… afortunadamente “el imperio” del que tú hablas no tiene nada que hacer a la hora de construir solidaridad, complicidad de corazones, almas, acciones y sentimientos.
Ps: Dicen las consignas en nuestras marchas: “Mujer que no se organiza sigue planchando camisas» y podemos agregar: «sábanas de algodón egipcio y servilletas de género para la mesa cotidiana y de invitados por igual”.
Comparto con todas ustedes mi respuesta a un artículo que escribió mi antigua compañera en «Las Clorindas», Claudia Montero, el día 11 de abril.
La Maiche, Marcia Quirilao Quiñinao, Colectivo Muralista “Las Kallejeras”, Mayo 2012