PRESAS POLÍTICAS EN $HILE 1995
MUJERES PRESAS Y JUSTICIA
x Puntada con Hilo
«Cuando hay castigos nuestras guaguas los sufren también. Las privan de visitas y nuestros familiares no las pueden sacar, ya sea para llevarlas al médico o simplemente para que no estén siempre en la cárcel.
El 14 de noviembre del 94 hicimos una toma para lograr mejores condiciones y agentes de servicios especiales antibotines nos golpearon a nosotras y, sin ningún miramiento, también a los niños… O sea, nos están diciendo que si queremos ejercer nuestra maternidad, debemos aceptar que nuestros hijos sean sometidos a encarcelamiento también». Es parte de lo que declaran mujeres de entre 23 y 45 años, presas políticas, que se encuentran en la Cárcel de Hombres de San Miguel y fueron detenidas en época de democracia en Chile.
En nuestro país se oye reclamar «recintos tranquilos, seguros y dignos» para ex militares condenados, a no más de siete años de cárcel, por su participación protagónica en casos de violaciones a los Derechos Humanos. PUNTADA CON HILO quiso saber entonces, cuál es la calidad de vida que se entrega a mujeres, acusadas de asociación ilícita terrorista, o sea, de pertenecer a grupos políticos considerados subversivos, cuyas condenas no bajan de los diez años de privación de libertad, habiendo incluso una condenada a cadena perpetua.
El penal de San Miguel no es de mujeres y tiene, por ejemplo, baños muy inadecuados para las presas. No es fácil ser 17 mujeres entre más de mil reos comunes. Aunque están separadas de ellos, igualmente habitan un recinto masculino y se los hacen saber: «cuando nos toca pasar por los pasillos los reos nos gritan cosas, también arrojan orines y excrementos por las ventanas de nuestra torre y nos ensucian y estropean el trabajo que hemos hecho en nuestro patio, de doce metros cuadrados, que transformamos en jardín».
Cuentan que con su esfuerzo han logrado hacer del suyo un espacio más digno. Por otro lado, organizadas han conseguido en los últimos días una atención ginecológica mensual, visitas interpenales, para reencontrarse con sus parejas presos en otras cárceles bajo la misma acusación, y la posibilidad de hacer estudios universitarios a distancia. Pilar, una de nuestras entrevistadas, reanudará sus estudios de sicología gracias a esta reciente conquista. «Somos mujeres revolucionarias en prisión y tenemos derechos. Sobre todo, derecho a soñar con la vida, el amor, los cambios sociales, la justicia y un mundo sin discriminación».
¿En relación a los problemas de salud, cuál es el trato, de parte de las autoridades carcelarias?
No hay atención médica especializada para nosotras. Los paramédicos están principalmente para curar a los reos después de riñas. Cuando se ha enfermado algún niño, no ha venido nadie de la enfermería a verlo, y si ha venido, lo ha hecho de ‘buena gente’, porque no están autorizados. En general nos dan una aspirina para todo. Hemos pasado momentos de angustia con niños asmáticos, sin la posibilidad de que los lleven a un servicio de urgencia.
También nos preocupa particularmente la situación de una de nuestras compañeras, María Cristina San Juan, que sufre de Lupus sistémico, una enfermedad que disminuye las defensas de la persona y que puede traer complicaciones graves, provocando incluso la muerte. Hace seis meses que los médicos dijeron que necesita hacerse una serie de exámenes en un hospital y aún no le dan permiso.
Y conste que estas mujeres no están pidiendo exámenes de resonancia magnética, como los concedidos tan generosamente al «condenado» Contreras -torturador, violador-. ¿Igualdad ante la ley?
FUENTE: PUNTADA CON HILO, AÑO 2, Nº9, JULIO 1995