MARÍA MENDOZA, FEMINISTA POPULAR (Diciembre 1995)

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MARIA MENDOZA, FEMINISTA POPULAR
DESDE LA OTRA ESQUINA…
Activa en el Movimiento Feminista Autónomo, intuye que «todas las mujeres populares en el fondo, somos feministas, pero lo que pasa es que no tenemos la educación y nos niegan la Historia, porque el grupo de mujeres que mantiene la sociedad con su trabajo cotidiano, no está en los libros. Entonces, vivimos ignorándonos».

Vicepresidenta de su Unidad Vecinal en la Villa O’Higgins, reivindica: «somos cuatro mujeres diversas que día a día intentamos propuestas comunales».
Se define «dirigenta social, de derechos humanos y feminista popular. Tres cosas que no transo». Tiene 52 años, vive con su hija separada, su hijo soltero, una nieta y un marido obrero, que «se alegra si alguien comenta que su esposa es inteligente». Aspira a una buena vida, «¡como es el sueño socialista! y para eso, hay que producir un cambio radical».
Dice que el feminismo es «política con conciencia de género», que cuando se sostiene desde la pobladora, se integra con «la clase»…

¿Entonces no es «de élite»?
Hay un feminismo que se acomoda a este sistema, es el institucionalizado, que va a las cumbres, que hace lobbie. Pero las feministas populares estamos en la otra esquina, porque somos marginadas por el estado y un gobierno que no ha cumplido sus promesas de oportunidades en educación, salud, trabajo… Además, porque nos rebelamos por opción, no queremos enmarcamos en este sistema social.

POPULAR
«Trabajé diecisiete años en una industria de calzado como aparadora. Ahí conocí la vida de las mujeres explotadas fuera y dentro de la casa. Llegaban de abortar, las compañeras las sacaban medio desmayadas de la máquina. ¡Ah!, decían, se puso sonda, se metió perejil, se tomó un brebaje… porque no podían seguir pariendo, porque cómo iban a trabajar…
También las vi llegar golpeadas por sus maridos. De la pobreza, se llevaban la peor parte y yo me enrabiaba…
Mucho después, me hice feminista en las escuelas que ofrecieron mujeres intelectuales. Aprendí a cuestionar la sociedad desde una postura de mujer. A mi rebeldía le había faltado el género. Descubrí cosas sentidas que no sabía explicar, como la utilización que los partidos políticos y la sociedad hacen de las mujeres pobres. Cuando milité, fulano nos mandaba a campamentos a apoyar en salud, y yo me preguntaba por qué él no iba…».

MUJERES POLITICAS
«En la población, las mujeres nos organizamos rápidamente después del golpe. Nos metimos a la parroquia para encontrarnos. En diciembre, juntamos mercadería para enviar a los presos. Formamos los primeros comités de base.
Hacíamos talleres sobre derechos humanos y manteníamos una especie de posta ambulante, cada una manejaba un bolso con implementos de primeros auxilios. En una pieza forrada con frazadas por dentro, quitábamos balines.
El desaparecimiento, encarcelamiento y cesantía de los hombres influyó para que muchas nos organizáramos en torno a esas tragedias. Las compañeras de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos se encadenaron al Congreso y muchas apoyamos.
Dimos la cara en la calle y en los campamentos hicimos ollas comunes. Ahí mismo hacíamos resistencia, surgían grupos de mujeres, bolsas de cesantes, arpilleras de denuncia, que además servían para llevar plata a la casa… Más o menos en el 83 entré a Acción Femenina, en el MEMCH, y eso, ya era pasar de la sobrevivencia y la resistencia a la política. En el 86, comenzaron las escuelas feministas».

A veces se minimiza la participación de las pobladoras y se realza la «participación obrera»…
Recuerdo cuando debutaron los gurkas y casi nos mataron. No vi a ningún compañero en la plaza, ni agarrándose, ni acogiendo a las heridas… No digo que no hayan estado haciendo otra cosa importante, sólo digo que nosotras no hicimos menos.
No nos pueden reducir a la lucha por los desaparecidos o los presos, hicimos, hacemos política, porque es nuestra opción, no como un reflejo de ellos.

OBRERA Y DIRIGENTA SINDICAL
Su historia no comienza con el golpe, a los dieciocho eligió la escuela sindical, luego fue elegida secretaria y hasta presidenta de su sindicato. «Era una industria que ya no existe porque el empresario, como muchos otros, se votó en quiebra y la convirtió en varias fábricas, para contrarrestar el movimiento sindical».

Estaba empeñada en las reivindicaciones obreras porque le molestaba profundamente la falta de respeto de los patrones, «era un trato así como dar un pisotón, el poderoso pasaba sin inmutarse por encima nuestro. Trabajé desde los catorce, porque en mi casa, con mamá obrera y separada, no alcanzaba la plata. Cuando yo iba a pasar a tercero, nos salimos del colegio mi hermano y yo, para trabajar de día y estudiar de noche. Quería ser profesora de biología, pero el puntaje no me dio para la vespertina, lo injusto era que sí me alcanzaba para estudiar de día… y ¡quién iba a trabajar por mí! Me enamoré, me casé, embarazada de mi primera hija, luché por una sala cuna, la conseguí pero eso me costó el despido».

«¿LA HISTORIA JAMAS CONTADA?»
«Estoy por juicio y castigo… Veo que todo se transa en este país… las víctimas muertas y las vivas. A mí me patearon en el suelo los milicos por andar con el pelo suelto y pantalones, mis moretones pasaron, pero cuando vi a mi vecina, una enfermera, dirigenta sindical, me dolió el alma… Me daban arcadas mientras la curaba, tenía hoyos en la piel y le salían gusanos… Cada herida era de un cigarro que le habían apagado en el cuerpo… ¡No tenemos derecho a olvidar!».

¿LIBERACION FEMENINA?
«No sé de qué liberación me hablan… La pobladora está sometida a este mercado que nos atonta, que nos hace comprar champú a crédito. Creemos que la tarjeta nos hace menos pobres y lo terrible es cuando hay que pagar la letra. La publicidad nos presiona con un modelo único de mujer, nos angustiamos por cumplir las expectativas de los hombres ¡dietas eternas!… A las niñitas, en las poblaciones, se las cría como hace cuarenta años. Cambió el maquillaje, ahora hay equipo de música, pero no hay avances. Estamos prisioneras de una sociedad que manda sobre nuestros cuerpos, y a las mujeres pobres además, nos niega ser Sujetos Sociales.

¿Necesitan acceder al poder entonces?
Sí, pero mujeres con conciencia de clase además de conciencia de género… No es lo mismo ir a las poblaciones que vivir en las poblaciones. Acá, los allanamientos, la prepotencia policial, la pasta base, los asaltos, la apatía, están a la orden del día. Hace falta todo, desde un medidor de agua hasta cambiar los contenidos de la educación.
Somos nosotras las que debemos potenciar soluciones propias. Pero para lograrlo, primero necesitamos salir de la casa, porque es afuera donde nos crecen las ideas, asumimos capacidad de diagnóstico y, por ende, de propuesta, eso, para conseguir por fin el sueño de la buena vida, del que yo te hablaba, pero desde la misma base.

FUENTE: PUNTADA CON HILO, AÑO 2, Nº 14, DICIEMBRE 1995