Insilio. La cárcel del silencio. Invisibilidad lesbiana y resistencia (Norma Mogrovejo)

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«Este libro, analiza desde reflexiones teóricas y testimoniales en distintos ángulos, las funciones y efectos del silenciamiento lésbico, y rescata las reflexiones críticas a la ciencia, el arte, la historia, la filosofía hegemónica e incluso el activismo feminista» (Norma Mogrovejo)

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NORMA MOGROVEJO

Silencio lésbico o estrategias de discreción entre la resistencia y la reproducción de la heteronorma

Hay muchas formas en que soy vulnerable y no puedo evitarlo. No voy a hacerme aún más vulnerable poniendo armas de silencio en manos de mis enemigos. (Audre Lorde)

El silenciamiento autoimpuesto o impuesto de fuera, para gestionar los modos de socialización y para construir sus identidades lésbicas, ha sido muy recurrente en épocas previas a la aparición del movimiento lésbico homosexual y principalmente del feminismo de la segunda ola de los 70. Las pioneras insistían que salir del closet posibilitaba una estructura de identidad colectiva en la que las lesbianas pudieran reconocerse; esto requirió, apoyar la identidad colectiva en una historia y nombrar el amor entre mujeres como relación social y política.

El segundo paso fue dar a la identidad recuperada una dimensión política pública. Charlotte Bunch, una de las pioneras, sostuvo que el lesbianismo no es una postura sexual sino una postura política. En base a la consigna “lo personal es político”, afirmaba que la mujer que da apoyo y amor a un hombre perpetúa el sistema que la oprime, aceptando su estatuto de segunda clase. En tanto las relaciones entre hombres y mujeres son relaciones políticas, implican poder y dominio, basadas en la división del trabajo en razón de sexo, y en la imposición de la sexualidad reproductiva, la lesbiana desafía ese modelo de ser mujer que sostiene a un régimen heteropatriarcal, por lo tanto, desafía el sistema político (Mogrovejo, 2022). La consigna de la visibilidad y la salida del closet o del armario significaba declarar voluntaria y públicamente el lesbianismo y la homosexualidad para salir del encierro y la oscuridad como un objetivo político, a fin de disputarle a la heterosexualidad la hegemonía del uso de los espacios públicos.

El armario como una institución opresora promovida, controlada e instigada por el régimen heterosexual, consigue aislar y excluir a las lesbianas del espacio público y del ámbito político, y las envía al ámbito de lo privado. En “Epistemología del armario”, Eve Sedgwick afirma que el armario establece un régimen de conocimiento —y desconocimiento— donde “la ignorancia y la opacidad actúan en connivencia o compiten con el saber en la activación de corrientes de energía, de deseo, de productos, de significados y de personas” (Sedgwick, 1998). La única esfera aceptable para las identidades sexuales no normativas es la de la privacidad y la intimidad.

Entonces, en el régimen del armario, la privacidad, la discreción y la intimidad no son un derecho o una opción, sino una imposición. Establece una distinción radical entre lo que se considera público, admisible en el campo de lo dicho, lo autorizado socialmente y lo nefando, lo que no debe salir a la luz, lo indecible, aquello cuyo sólo nombre produce espanto, indignación, escándalo o es capaz de corromper la estructura social y las buenas costumbres. La ocultación se produce por la presunción, activa en mil formas, de que el deseo sexual es o debería ser heterosexual (ibidem).

Estar en el armario, no es solamente un acto de voluntad y decisión personal, sino que puede contar con la colaboración o con la no-colaboración y hasta el impedimento de los integrantes del entorno. Rich nos advierte que la existencia lesbiana por poseer una fuerza transgresora que desafía el orden heteronormado ha sido blanco de sanciones sociales, de persecuciones, de violencia; al tiempo, ha sido condenada al silencio y a la inexistencia (Rich, 1999). En muchas circunstancias mantenerse en el armario ha dado la posibilidad de permanecer en un espacio seguro ya que el odio y el desprecio hacia las lesbianas las pone en situación de riesgo, muchas han tenido que enfrentarse a insultos y violencia física con riesgo de vida. En estas circunstancias, el silencio ha sido definido como una estrategia de discreción ante los dispositivos de control para evitar la visibilidad de aquellos actos considerados como inmorales.

La estrategia de silenciamiento y ocultación ha tenido éxito en el caso de las relaciones lésbicas debido a que coincide con el mandato de la feminidad bajo el cual se educa a las mujeres para ser dóciles, recatadas, para no generar problemas a la familia y para situarse en el ámbito privado. De tal manera que, “el silencio no ha sido sólo un recurso social, sino que ha confluido con una estrategia individual que lo refuerza” (Osborne, 2008).

Adrienne Rich en su famoso ensayo sobre la heterosexualidad obligatoria afirma que la existencia lesbiana, a diferencia de la existencia judía o de la existencia católica, no ha tenido acceso a una tradición ni a una historia expresamente conocida por las mismas lesbianas, en ese sentido, la visibilidad da la posibilidad del reconocimiento histórico de una genealogía con quienes identificarse y afirmarse positivamente (Rich, 1999). Escribir sobre lesbianas no sólo nos permite articular una genealogía, una historia, experiencias y conocimientos desde las disidencias lésbicas, así como reconocer ancestras, con quienes identificarnos en esa historia silenciada, también nos permite reflexionar sobre los silencios y sus estrategias impuestas, para desmontar el deber ser del pensamiento heteronormado o del Régimen heterosexual, como lo denomina Wittig, un régimen político de dominación, cuyo poder, como lo dijimos antes, se ejerce también desde lo simbólico, convirtiéndolo en la forma exclusiva de representar y moldear la realidad (Wittig, 2006).

En ese sentido, este libro, analiza desde reflexiones teóricas y testimoniales en distintos ángulos, las funciones y efectos del silenciamiento lésbico, y rescata las reflexiones críticas a la ciencia, el arte, la historia, la filosofía hegemónica e incluso el activismo feminista.

Insilio. La cárcel del silencio. Invisibilidad lesbiana y resistencia, está organizado en seis capítulos, en el primero, a manera de introducción, analiza el insilio, la necesidad de romper la cárcel del silencio y la recuperación de la memoria histórica lésbica; los cinco capítulos restantes constan de dieciséis trabajos de quince autoras de siete países, de los cuales ocho de los trabajos no están ubicados en las capitales de los países, lo cual hace interesante la mirada del silencio lésbico o el insilio desde lugares mucho más complejos que aquellos que gozan de la centralidad urbanística capitalina y a los que han mal denominado provincia.

El segundo capítulo: Silencio como Sobrevivencia o Estrategia de Discreción, se compone de cinco 0ensayos: Ocultas a simple vista. Existencia y resistencias lésbicas en la vejez, de Ana Margarita Fernández de Bogotá, Colombia; El silencio como fuego histórico, de Ignacia Salazar Piña, de Viña del Mar, Chile; Forzar la salida, de Isabel Sánchez de Culiacán, Sinaloa, México; El armario de la maestra tortillera, de val flores, de La Plata, Argentina; y Silencios y visibilidad en la representación de las lesbianas en el cine mexicano, de Sandra Vilchis, de Ciudad de México.

El tercer capítulo Silencio como Rebeldía, está compuesto por dos ensayos testimoniales y un manifiesto: Palabras clave de María Teresa Garzón de Bogotá, Colombia; Cotidiana rebeldía de Libertad García Sanabria de Ciudad de México; e Insilio afrolésbico en Venezuela de Marelis Fuentes, de Caracas, Venezuela.

El cuarto capítulo Silencio y Violencia, cuenta con tres ensayos: Fausta (un diálogo teatral) de Claudia Elisa Blengio de Ciudad de México; 8 de agosto del 2016 de Marxy Condory Marín de Arequipa, Perú; y Punitivismo y banalización postmoderna del escrache en el movimiento feminista, un intento de diálogo constructivo y propositivo sobre la violencia entre lesbianas de Janaína Marina Rossi, de Curitiva PR de Brasil.

El quinto capítulo Silencio y Creatividad, está integrado por un poema de Bárbara Esmenia de Sao Paulo, Brasil, Nadie dice nada en la habitación de al lado; dos poemarios, La rebelión de las muñecas de Melissa Ghezzi, y Caravana de Graciela Rojas ambas de Lima, Perú y un cuento testimonial de Ana Isabel Sánchez, Mi gusto es, de Culiacán, Sinaloa, México.

El sexto capítulo Silencio como Continuum Histórico, rescata dos narrativas testimoniales Zapoteca y lesbiana de Yadira López Velasco de Juchitán, Oaxaca, México; e Historias de amor de dos mujeres negras de Aline de Moura Rodrigues de Porto Alegre, Brasil.

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