Marcela Rodríguez: Memoria de revolucionaria
MARCELA RODRÍGUEZ MEMORIA DE MUJER REVOLUCIONARIA
«TODO EL APARATAJE DE LA CONCERTACIÓN SE UNIÓ PARA ESTIGMATIZARNOS, OSEA, EL LAUTARO ÉRAMOS UNOS ASESINOS, DEDICADOS A MATAR PACOS, ASALTAR BANCOS…. LA GENTE QUE ESTABA CONTENTA CON NOSOTROS, QUE LE LLEVÁBAMOS LOS POLLOS, HACÍAMOS TANTAS COSAS BONITAS, NOS DECÍAN PARA QUE LO HACÍAMOS SI LA DEMOCRACIA LLEGÓ, VAMOS A VOTAR EL PRÓXIMO AÑO, LA DEMOCRACIA LLEGÓ EN COLORES… CREO NOS APARTÓ UN POCO DE LA GENTE, PIENSO YO QUE PUDO HABER SIDO ESO, QUE ESA COSA INFLUYÓ MUCHO EN QUE LA GENTE YA NO NOS VIERA DESPUÉS COMO ANTES, Y QUE DESDE LA IZQUIERDA, HASTA LA DERECHA, HICIERAN UN ACUERDO CON LOS MILICOS PARA MENTIR A LA GENTE Y PERPETUARSE EN EL PODER.»…
MEMORIA Y ACCIÓN: ENTREVISTA A MARCELA RODRÍGUEZ EX COMBATIENTE DE LAS FUERZAS REBELDES POPULARES LAUTARO A 50 AÑOS DEL GOLPE
– por La Zarzamora
Por: La Zarzamora con la colaboración de lxs compañerxs del medio informativo de prisionerxs subversivxs y anarquistas @buscandolakalle
Con el objetivo de recuperar las historias de aquellas compañeras que se enfrentaron y combatieron contra la tiranía implantada por la dictadura cívico-militar y su continuidad estructural, es que hoy a 50 años del golpe, quisimos encontrarlas, escucharlas haciéndolas parte de nuestra propia historia, reivindicándolas lejos de victimismos, lejos de visiones pacifistas, discursos conciliadores y del monopolio patriarcal de la historia, que ha soterrado la valentía, las acciones y la voluntad de lucha de aquellas que nos antecedieron.
Marcela Rodríguez mujer subversiva ex combatiente de las Fuerzas Rebeldes Populares Lautaro, participante activa de la resistencia armada contra la dictadura y posteriormente contra los aparatos represivos de la falsa transición. Durante su vida participó de diversas acciones algunas muy mediatizadas en los medios de comunicación de la época, en una de ellas es herida de gravedad quedando con secuelas irreversibles. En esta entrevista recorremos su vida contada en primera persona, conversamos sobre su posicionamiento político y mirada ante el contexto actual, a sus 70 años de edad. Una compañera cuya historia no debiera pasar desapercibida en la reconstrucción de la memoria combatiente…
MILÁN, ITALIA (1973-2023) A 50 AÑOS DEL GOLPE MILITAR
Marcela nace el 3 de marzo de 1953 en Santiago. Su infancia la vivió en una población obrera del sector sur de Santiago llamada Villa Sur, su educación básica la cursó en la escuela Alfonso Matte ubicada en la población Dávila y la media en la escuela Técnica Femenina Nº 3 ubicada en la comuna de San Miguel, en donde dice haber recibido «las herramientas necesarias para interpretar el mundo», lo que sumado a las enseñanzas de su hogar completaron su formación. «En las tertulias familiares mi padre nos hablaba de la Historia de Chile y del Mundo, especialmente de la historia del movimiento obrero, pues él había sido dirigente sindical en su juventud», nos cuenta.
¿Cómo era el $hile de aquel entonces?
Chile vivía a fines de los sesenta una rica experiencia social, con mucha participación de los jóvenes. A fines de los años sesenta participé activamente en los movimientos juveniles de la época como, Federación Juventud Unidad (F.J.U.), fui parte de un conjunto folclórico y también de un grupo de teatro. En el año 1968 ingresé a las Juventudes Comunistas de Chile (J.J.C.C.). Participando en este partido político y además en el centro juvenil tuve la oportunidad de aprender mucho más sobre la realidad política chilena. Después empecé a participar y a trabajar por la campaña presidencial del año ’70, en la cual iban como candidatos Salvador Allende, de la izquierda, Jorge Alessandri de la derecha y el candidato del centro, Radomiro Tomic.
Esta efervescencia y participación popular hizo que la población se dividiera y empezara una rivalidad que llegó a convertirse en muchos casos en odio y en peleas, en donde nadie escuchaba a nadie, y en donde se llegaba a los golpes. Por mi parte, recuerdo que salía con mis compañeros de la jota a vender el diario «El Siglo» todos los domingos por la mañana y los jóvenes de la DC salían a vender el de su partido, y así nos encontrábamos cara a cara en la calle. En un principio sólo nos mirábamos casi con odio, después fueron las palabrotas y al final terminamos agarrándonos del pelo y rompiéndonos los diarios.
Después llegó el día de las elecciones. Yo no pude votar pues sólo tenía 17 años, pero el ambiente que se vivía y que yo podía percibir, era muy tenso. El 4 de Septiembre de 1970 triunfó Salvador Allende (36,5 %), seguido por el candidato de la derecha Jorge Alessandri (34,9 %) y el candidato del centro, Radomiro Tomic (27,8 %). Se abstuvo de votar el 16,3 %.
Debido a que ningún candidato alcanzó la mayoría absoluta, le correspondió al Congreso Nacional Pleno determinar quién sería el Presidente entre las dos primeras mayorías relativas. Pero a pesar de esto, nosotros salimos a celebrar el triunfo a la calle, fue muy hermoso y emocionante, la gente se abrazaba, lloraba de alegría, yo con mis compañeros bailábamos y cantábamos abrazados por la calle, los viejos se reunían en las sedes de sus partidos a discutir sobre la cantidad de votos, los porcentajes, etc. Nadie durmió esa noche. Yo recuerdo haberme acostado de madrugada, muy cansada pero feliz.
Días antes de que el Congreso Nacional Pleno se reuniera para tomar su decisión, el 22 de Octubre de1970, se produjo el secuestro al Comandante en Jefe del Ejército René Schneider. En este intento fue herido gravemente, falleciendo dos días después. Por lo que yo tengo entendido, lo que se buscaba era secuestrarlo para producir una situación de inestabilidad política y así los militares tomarían el poder para impedir de este modo la ratificación de Allende por el Congreso Nacional, que sería cerrado temporalmente, hasta convocar a una nueva elección presidencial. El 24 de Octubre de 1970, el Congreso Nacional Pleno (Senadores y Diputados) ratificó la victoria de Salvador Allende con 153 votos a favor, 35 votos para Alessandri y 7 votos en blanco. Se abstuvieron de votar 5 parlamentarios.
¿Cómo viviste la dictadura y cual era tu actividad política en ese entonces?
Desde el primer día del golpe empecé a tratar de organizar algo en la población, pero era casi imposible. La gente estaba muy asustada y mis compañeros de partido también. Ninguno de ellos quería hacer algo y cuando yo iba a sus casas no me abrían la puerta o simplemente me decían que no los buscara más. Los pocos que tratamos de hacer algo nos vimos con las manos atadas, ya que no teníamos ningún compañero del comité central o la comisión política que nos dijera lo que debíamos hacer.
A mi casa llegaron varios compañeros que estaban siendo buscados y no tenían donde ir. No teníamos casas para esconder a los que estaban siendo buscados. Yo con algunos compañeros, tratamos de ubicarles casas, pero la gente ni siquiera quería abrir la puerta y muchos me dijeron que por favor no les hablara más. Habían muchos rumores sobre el presidente Allende. Se decía que no lo habían matado y lo tendrían preso en algún lugar, también que habría salido de La Moneda y estaría escondido, otros decían que se había asilado. Después, a los pocos días, empezó a correr el rumor de que Prats vendría cruzando la cordillera desde Argentina con algunos militares, para hacerle frente a los golpista.
Pasábamos siempre con miedo ya que los milicos, casi todas las noches en un helicóptero, enfocaban con un foco muy grande las casas, a veces por las noches se sentían que llegaban autos que abrían y cerraban sus puertas, luego se escuchaban gritos, disparos y nuevamente autos que partían haciendo sonar los neumáticos.
Los meses siguientes los pasé tratando de encontrar a algún compañero para empezar a hacer algo. Al poco tiempo hice contacto con gente del partido de otra población y empecé a trabajar con ellos, pero no había ninguna dirección clara por donde seguir ni que hacer, así es que empezamos a trabajar en lo poco que se nos ocurría, como por ejemplo: hacer panfletos y salir a tirarlos. Hice contacto con los compañeros de la población Dávila y empezamos a reunirnos una vez a la semana en la calle y por parejas, pues no se podían juntar más de dos personas ya que los milicos lo consideraban una reunión política. Teníamos que andar bien vestidos pues si tenías pinta artesanal te tomaban preso y además había que cuidarse de los vecinos, pues los golpistas llamaban a la población a denunciar cualquier acto que atentara contra la junta militar, y muchos vecinos aprovechaban ésto para denunciar a alguien que no les gustaba, por venganza o por diferencias políticas pasadas.
Nosotros sin ninguna experiencia de trabajar clandestinos, no sabíamos que hacer. No teníamos mucha información y como los dirigentes andaban escondidos, la tarea la asumimos nosotros, tratábamos de organizar grupos y darnos tareas, algunas tan simples como rayar con algunas consignas los respaldos de los asientos de las micros, o los baños de los restaurantes. Esta simple tarea nos aterraba a todos y yo pasaba días enteros subiendo y bajando de las micros y a veces no lograba rayar nada pues tenía mucho miedo, además que los milicos paraban las micros, pedían los carnet, y allanaban bolsos y carteras. Cuando lograba rayar alguna micro o baño de restaurant, salía con el corazón acelerado, sintiendo que todos me miraban, las piernas me tiritaban y después no dormía pensando que alguien me había denunciado.
También juntábamos plata para comprar el papel del más barato llamado roneo y papel de calco, y en una máquina de escribir viejísima, que tenía mi papá, hacíamos panfletos y poníamos el calco para que salieran más. Pasábamos días enteros haciendo panfletos, y las consignas eran muy simples, como por ejemplo: Allende vive, no a los militares, poblador organízate, únete a la resistencia y como firma poníamos una R de resistencia. Después nos repartíamos los panfletos y cada uno tenía la misión de lanzarlos del modo que pudiese.
Yo lo hacía en las micros: me subía a alguna que fuese llena, me iba corriendo por el pasillo hasta llegar debajo de la ventana, que en esa época llevaban las micros en el techo, la abría si es que estaba cerrada y esperaba el momento propicio, luego sacaba los panfletos que llevaba escondidos en el estómago, cuando la micro se detenía, yo sacaba la mano por la ventana y ponía los papeles arriba del techo, cuando la micro partía, el viento volaba los panfletos que iban cayendo a la calle, después de eso me bajaba de la micro y salía corriendo con el alma en un hilo, pero feliz de la misión cumplida. Quizás eran cosas que hoy nos hacen reír, pero para nosotros en aquel entonces, era arriesgar la vida. Esto duró muy poco y volví a quedar sola.
En el 74 entré a la UTE. Allí no conocía a nadie y tampoco se podía confiar en nadie, así es que sola empecé a rayar consignas en los baños y en los bancos de la universidad. Habían muchos infiltrados y los jóvenes tenían miedo. Nos allanaban a la entrada y salida de la universidad, y cada cierto tiempo allanaban las salas de clase, así es que cualquier cosa que se tratara de hacer era peligrosa. Se hablaba mucho de cuerpos flotando en el río Mapocho y de gente que desaparecía.
La represión nos tocó cuando a mi hermana mayor se la llevaron al estadio Nacional, pues supuestamente habían encontrado panfletos llamando a la subversión en el escritorio de la oficina donde ella trabajaba. Fueron momentos muy difíciles y terribles para la familia, no se sabía si de allí saldría viva o muerta. Afortunadamente a mi hermana la soltaron después de haberla “fusilado” varias veces. No tuvieron la misma suerte cientos de personas detenidas allí.
En cuanto al desabastecimiento, éste terminó el mismo día del golpe. Poco a poco las cosas parecían haberse calmado y la gente volvió, supuestamente, a la normalidad, pero siempre se conversaba sobre lo que estaba pasando con las personas de más confianza. Se hablaba de los cadáveres en el río Mapocho, de la resistencia de los estudiantes en la UTE, de los bombardeos a las poblaciones populares, pero muchos pobladores pensaban que no era cierto y se alegraban de que ya no habían colas para comprar alimentos.
¿Cómo fue tu acercamiento a las posturas más radicales y revolucionarias?
Las fiestas estaban prohibidas pero con mis amigos igualmente las hacíamos, poniendo frazadas en las ventanas para que no se viera la luz desde afuera, la música muy baja y muertos de susto esperando que llegaran los milicos en cualquier momento. Las fiestas eran de “toque a toque”, pues no se podía andar en la calle desde las nueve de la noche hasta las siete de la mañana (no recuerdo bien las horas). En una de esas fiestas un compañero del MIR me invito a hacer unos rayados en la población.
Salimos a las cuatro de la mañana y él me pasó una pistola pequeña, yo estaba muerta de susto porque era la primera vez que tenía un arma en mis manos y no la sabía usar. Salí ese día a rayar con los jóvenes del MIR, con la pistola metida en una de mis botas. Después de salir unas cuantas veces más, las “fiestas” con esos compañeros terminaron, nunca supe el por qué y volví a quedarme sola.
En el año ’74 en la UTE, seguí con mis rayados solitarios a pesar de la gran cantidad de “sapos” e infiltrados que habían. Yo no confiaba en nadie, ni siquiera en un joven que vivía en mi población y que conocí en los centros juveniles, el cual me perseguía en la universidad tratando de “pololearme” para trabajar con él, pero yo estaba bastante desilusionada y ya no quería saber nada con trabajo político.
En el año ’76 me casé y luego tuve una hija la cual falleció a los meses de nacida, lo que me provocó una gran depresión y dejé la universidad por un tiempo. Cuando quise retomar mis estudios, la dictadura había cerrado la carrera, así es que me dediqué a trabajar. Después, una compañera del MAPU que también vivía en mi población, empezó a acercarse a mí y mi compañero para hacer juntos trabajo político. Empecé a trabajar con ellos, en un principio no muy convencida pues sabía la raíz católica de este partido, pero me gustó la idea porque tenía unos inmensos deseos de trabajar en contra la dictadura. El secretario general era Garretón, quien se encontraba en el exilio. A través de este partido me integré a trabajar en un centro cultural en donde teníamos un conjunto folklórico y de teatro, también se trabajaba con los niños y sus padres. De esta manera se hacía trabajo político en las poblaciones, tratando de integrar a los jóvenes para que se empezaran a organizar a través de la música, el canto, el baile, el teatro y sus propias necesidades.
Luego se hacían discusiones políticas, en donde podían expresar lo que significaba la dictadura para ellos y para el país, y a través de pequeñas obras musicales teatralizadas, se denunciaban los derechos que iban perdiendo los trabajadores y la población en general. En un principio estas actividades se hacían en un local que prestaba la junta de vecinos, pero todos sabíamos que esas personas habían sido puesta en esos cargos por su afinidad con la dictadura y mucha gente no participaba con nosotros justamente por temor a esta gente. Al poco tiempo nos quitaron el local, dejándonos sin un lugar donde poder juntarnos. Fue así como se conversó con el cura de la población y se le pidió un lugar en la iglesia, en la cual pudiésemos hacer nuestras actividades, el aceptó siempre y cuando «no hiciésemos actividades políticas».
¿Cómo y cuando asumes la vía armada?
En 1982 el MAPU se dividió y se formó el Mapu Lautaro al cual me integré. Luego de las milicias del Lautaro pasé a participar en las FRPL (Fuerzas Rebeldes Populares Lautaro) donde continué realizando acciones en contra de la dictadura y después en contra de la “democracia” de la Concertación. Nosotros no creíamos que con la Concertación se iba a resolver los problemas de la pobreza, por lo que seguimos con la lucha armada.
¿Como influyó esta decisión en tu vida como joven mujer revolucionaria?
No sabría decir si esta decisión habría influido, si no hubiesen fallecido mis dos hijas, una en el año ’76 y la segunda en el ’78. Luego de ésto, estuve un tiempo muy deprimida, después poco a poco comencé nuevamente a ponerme en contacto con mis amigos y compañeros. No volví a embarazarme, y me dediqué solamente a la lucha contra la dictadura, incluso veía poco a mi familia, para no ponerla en peligro por si algo me pasaba.
¿Cuál era el análisis que ustedes hacían ante el plebiscito y la acomodación de la «Concertación» en el poder (lo que llamaron transición)?
En el plebiscito de 1988, nosotros estuvimos todos en la calle con nuestros pocos fierros, pensábamos que Pinochet algo iba a hacer para quedarse en el poder y nosotros teníamos que estar en la calle para enfrentar esta situación. Nos fuimos a una población… Yo recuerdo que la gente votó y nosotros estuvimos desde que se abrieron las mesas receptoras de sufragios en la calle, estuvimos todo el día allí, paseándonos en la población, hasta que llegó la noche. Eran las doce, no pasaba nada, eran las dos de la mañana y todos ahí, y nosotros paseándonos… al final, bueno, cuando se supo que ganó el NO, salieron a celebrar y nosotros no supimos que hacer.
Una persona decía que estaba celebrando, que terminó la dictadura, no le podías decir: no, que ibas a seguir luchando, que la dictadura continuaba, porque esta persona estaba celebrando que ya no iba haber tirano, que no iba a ver más muertos… el problema es que yo me equivoqué. Después me preguntaba, que si hubiese pasado lo que nosotros pensábamos… si Pinochet no hubiese reconocido el triunfo del No, hubiese sacado a todos los milicos a la calle… ¿qué hubiese pasado? ¿qué hubiéramos hecho? éramos cinco en la población, con cinco fierros, con una UZI, tres pistolas y dos revólveres, una cosa así. Cuando estos tipos sacan a los milicos a la calle, no sacan tres milicos, se llena una población con trecientos milicos armados hasta el cuello, ¿qué hubiéramos hecho los cinco de nosotros en ese momento?… yo no sabía, ni siquiera dónde iba a dormir en la noche.
Cuando ya se supo que ganó el NO y la gente empezó a celebrar, recién una persona empezó a ver dónde nosotros íbamos a dormir……. no hubiéramos podido dar la pelea más de cinco minutos, porque no teníamos más municiones. Teníamos esas armas y municiones para esas armas, y una recarga más. La voluntad estaba, estaba todo, pero desde el punto de vista militar, en ese momento, yo no sé si fue correcto o no salir a enfrentar el posible desconocimiento del NO por parte de los milicos.
Después, todo el aparataje de la concertación se unió para estigmatizarnos, osea, el Lautaro éramos unos asesinos, dedicados a matar pacos, asaltar bancos y esa fue la idea que empezaron a tirar por los medios de comunicación. La gente que estaba contenta con nosotros, que le llevábamos los pollos, hacíamos tantas cosas bonitas, nos decían para que lo hacíamos si la democracia llegó, vamos a votar el próximo año, la democracia llegó en colores… más encima que todos los medios de comunicación nos tenían mala, a nosotros nos trataron pésimo, se dijo lo peor del Lautaro. Y si la gente escucha todos los días, que te están bombardeando que el Lautaro es mata paco, que el Lautaro era asalta bancos, que el Lautaro aquí, que el Lautaro allá, creo nos apartó un poco de la gente, pienso yo que pudo haber sido eso, que esa cosa influyó mucho en que la gente ya no nos viera después como antes, y que desde la izquierda, hasta la derecha, hicieran un acuerdo con los milicos para mentir a la gente y perpetuarse en el poder.
¿Considerando que no había una politización de las prácticas patriarcales en las orgánicas de aquel entonces. Cómo lidiaban las compañeras o tú misma con situaciones de estas características?
Yo, además de ser revolucionaria y estar en la calle, era dueña de casa. También, por supuesto, mi ex compañero me ayudaba, se le daba mucha importancia a las mujeres, nos decían que nosotras nos pusiéramos a la altura de los hombres.
Éramos todas importantes, nos decían… todas. En el partido se le daba importancia a la mujer: ‘Compañeras, tienen que participar más del movimiento’ decían. En las jornadas, se supone que debíamos participar todas, pero las mujeres no lo hacíamos, no se si porque nos acostumbramos a que los hombres tocaran el tema política y estuvieran horas y horas hablando de política, o si no asumimos nuestro rol también en ese tema o si fue realmente que los compañeros eran machistas… si por un lado nos decían que las mujeres debían estar acá discutiendo de política, pero realmente no nos daban el espacio para hacerlo… No lo sé. Pueden que sean las dos cosas.
Cuando se planificaba alguna acción y era una mujer quién tenía que llevarla a cabo, lo sentíamos como un triunfo, un triunfo nuestro, porque les estábamos diciendo a las mujeres: ustedes también pueden hacerlo, pueden comandar, más allá de ser la cocinera de las reuniones.
¿Considerando la orgánica jerarquizada de los grupos armados como el Mapu-Lautaro. Alguna vez te cuestionaste las jerarquías o conociste formas horizontales de organización política?
No conocí otra forma de organización, pero dentro de nosotros siempre se estaba subiendo a la comisión política a diferentes compañeros y compañeras, incluso yo misma estuve en la comisión política varias veces y participaba de las reuniones para luego discutirlas en mi grupo. Nuestro accionar que era militar, dejó un poco lo político. Teníamos todas las herramientas para la discusión política, porque teníamos el deber de saber el porqué estabas en el Lautaro y porqué estabas luchando.
Sabemos que participaste en las conocidas y necesarias recuperaciones de camiones con mercadería del Mapu-Lautaro, cosas que luego repartían en la población. ¿Cómo viviste esos momentos y cuáles recuperaciones te quedaron más grabadas en la memoria?
Hacíamos muchas cosas. Pasábamos todo el día en la calle buscando información. Llegaba un compañero que decía: ‘saben que vi un banco que está bien lejos de las calles principales y los pacos nunca se pasean por ahí’. Así que íbamos a ese lugar, era otro objetivo, que podíamos buscar al otro mes. Pero siempre teníamos que estar buscando objetivos, un camión de pollos, que después repartíamos en alguna población, el día de la pascua ver un objetivo de juguetes. O para el día internacional de la mujer, íbamos a una tienda de mujer y sacábamos sostenes, medias, calzones y después la repartíamos a mujeres de una población marginal. O para los dieciocho de septiembre, también, nosotros decíamos que había gente no tenía para comprarse la carne para el asado, o comprarse el litro de vino para tomar, o la cerveza.
Pensábamos en las cosas que de repente a la gente le gustaría, para que ese día sea especial. Repartíamos condones a los jóvenes en los colegios, montones de condones… nosotros pensamos que si una pareja se amaba y quería tener sexo, debía ser libre. Porque fue una época en que se veían muchas niñas embarazadas en los colegios, que tenían 12, 14, 15 años y por eso las echaban del colegio y no les ofrecían poder continuar, porque habían quedado embarazadas. Fue en toda esa época, en que la iglesia también se oponía a los anticonceptivos, con el poder que tiene en nuestro país, con sus temas morales contra el sexo, la homosexualidad y el aborto. Entonces empezamos a conversar: ‘bueno, como hacemos para decirle a los muchachos que pueden hacerlo, pero que se cuiden’. Además de que sirve, que los curas les digan que no, los papás les digan que no, que los profesores les digan que no, a final de cuenta, si los cabros quieren hacerlo, lo van a hacer igual, en la escuela, en la casa, en el auto… lo van a hacer igual.
También teníamos que hacer bancos, la plata rebelde, para poder pagarle a los compañeros y compañeras que sólo trabajábamos para el Lautaro y tantas otras acciones bonitas.
¿En el actual contexto y considerando el aumento de la pobreza en el $hile actual. Consideras la recuperación aún como opción válida?
En este momento y como están las cosas en Chile, con la delincuencia y con la poca organización que hay en los grupos revolucionarios y subversivos, tengo mis dudas… pero sí, siempre será una opción válida mientras exista pobreza, mientras los gobiernos se roben la plata del pueblo y mientras el pueblo tenga que ir a buscar las sobras en las ferias libres para parar la olla, en algún momento ésto sucederá.
¿Fuiste calificada como la “Mujer Metralleta”. Sabemos que ha varias compañeras las apodaron así, que piensas de esta calificación?
Una estupidez. Pero al final, si lo que querían era provocar en el pueblo un rechazo hacia nosotras, hacia las mujeres, se volvió un bumerang y nos pusieron siempre en primeras páginas. Cuando llegábamos a las poblaciones nos aplaudían y gritaban ¡Vivan las mujeres!.
¿Habían mamás en el Mapu-Lautaro, como vivían ellas esas maternidades?
Sí, habían muchas mamás, algunas volvían a sus casas a cuidar hijos que habían dejado a los abuelos y después volvían a trabajar con nosotros, otras se quedaban a hacer trabajos más livianos, algunas se quedaban definitivamente en casa y más de una participó en acciones armadas estando embarazada de varios meses.
¿El 14 de noviembre de 1990 participas en el rescate del preso político Marco Ariel Antonioletti desde el Hospital Sótero del Río en Santiago, acción en la cual resultas herida ¿Cómo enfrentaste esta consecuencia de la acción?
La enfrente con mucho coraje. La verdad es que nunca pensé que me matarían, que estaría presa o que me moriría, siempre pensé que lo que hacía era lo correcto y en el momento que me llegó la bala me dije ‘cagué, pero no me verán llorar’, y así fue.
¿Tuviste apoyo de tus compañeras y compañeros?
Sí, el segundo año me enviaban dinero porque yo pasaba de hospital en hospital, pero después la represión hizo que de a poco todos mis compañeros y compañeras cayeran presos. Cuando ya estuve mejor comencé a ir a verlos a la cárcel. Me recibieron con honores y tiempo después me hicieron varios homenajes.
¿Cuales fueron los errores que posteriormente identificaste en esa acción?
Supuestamente no debería haber pasado todo lo que paso, siempre nuestras acciones eran limpias, desgraciadamente al caer yo herida todo cambió. Creo que al compañero rescatado lo llevaron a una casa que no debería ser y luego el dueño de casa llamado Juan Carvajal, que luego sería el Director de Comunicaciones del gobierno de Bachelet, lo delató y allí fue asesinado por pacos, ratis y fuerzas especiales. El compañero estaba desarmado.
¿Como vivieron la arremetida represiva de la “democracia” con la Oficina y toda la máquina de la Concertación?
Con toda la propaganda en nuestra contra, con ex compañeros ahora trabajando para la Oficina y que conocían como trabajábamos, la gente en las poblaciones que antes nos prestaban sus casas, dejaron de hacerlo por temor, faltaban casas de seguridad en donde los compañeros pudieran estar tranquilos, así es que poco a poco fueron cayendo y por supuesto torturados, asesinados, compañeras violadas, igual que en dictadura. Luego hicieron la cárcel de Alta Seguridad, que ni siquiera en dictadura la habían hacho.
¿Cómo viviste la prisión política?
Muy mal. Los primeros dos años casi muero en la penitenciaría de Santiago, en donde no tenían médicos que pudieran atenderme bien. Los primeros dos meses no curaron mis heridas, las que se fueron agravando hasta provocarme una septicemia generalizada. No dejaban que nadie entrara a verme, tampoco a mi abogado. Mi familia, los amigos, algunas asociaciones de DDHH estaban todo el día afuera de la penitenciería con carteles gritando para que me llevaran a un hospital, pero no se lograba nada.
Un día entró mi abogado y cuando me vio casi se muere, yo saltaba en la cama tiritando por la fiebre, no podía hablar, estaba sudada completamente, él empezó a gritarles a los gendarmes que tenían que llevarme al hospital, que me estaba muriendo, los gendarmes se rieron y lo echaron, cuando mi abogado salió y contó como yo estaba, la gente decidió tomarse la sede de la Cruz Roja. A los días, gendarmería dio la orden de llevarme al hospital Barros Luco.
Yo no recuerdo como me sacaron, porque había perdido el conocimiento, sólo sé que los médicos que me recibieron le dijeron a mi familia que si se hubiesen demorado una hora más en llevarme, yo habría muerto. Estuve en esa cárcel un año y medio, sola, porque todas mis compañeras estaban en la cárcel de mujeres. Después me dieron la libertad condicional, pero tenía que ir a firmar todos los meses a la fiscalía militar, para que no me arrancara del país. Pasaron 10 años en donde mi familia se hizo cargo de mí y me cuidó.
Luego me salió la condena, 20 años y un día. Antes que me detuvieran me asilé en la embajada de Noruega junto al que luego sería mi esposo. Pasamos en la embajada varios días, pero me negaron el asilo, yo les dije que saldría de allí con la condición de que no iría a la cárcel, sino que a un hospital en donde hubiesen médicos que pudieran cuidarme. Al final me llevaron al hospital Lucio Córdova, en donde pasé dos años cuidada siempre por ocho o diez gendarmes, que no me dejaban dormir por las noches entrando y saliendo de mi pieza, cantando o contando chistes cochinos. A veces disparaban en la noche y no dejaban dormir a los pacientes de las otras piezas. Yo estaba en una pieza sola, nunca estuve con otras compañeras. Luego en el 2001 me dieron la pena de extrañamiento y el 2002 Italia me recibió junto a mi esposo Julio Araya. Han pasado 21 años y aún estamos en Italia.
¿Hoy valoras el haber sido parte de un movimiento político que no creyó en la falsa transición?
Por supuesto que sí y creo que teníamos razón.
¿A 50 años del golpe, consideras que las políticas económicas, sociales y represivas de la dictadura están aún presentes?
No sólo están presentes, las han perfeccionado mucho más.
¿Las mujeres han tomado las armas y lo siguen haciendo en sus diferentes territorios y contexto de opresión, que les dirías a las compañeras que deciden rebelarse por la vía armada o de la acción directa violenta?
La decisión que tomen deberá respetarse, si ellas creen que es lo correcto y que no queda otro camino para cambiar las cosas, que se rebelen.
Estos ejercicios de memoria nos permiten visibilizar la vivencia de las compañeras que nos antecedieron y que tanto han invisibilizado. ¿Quieres finalizar con algún mensaje o reflexión?
Creo que se debería escribir, contar, reflexionar, recordar, conmemorar a todas y cada una de las mujeres que han luchado por la vía armada o no. Yo, así como mis compañeras, fuimos y somos mujeres revolucionarias y subversivas, al menos yo lo sigo siéndolo, algunas de ellas dieron la vida y las recordamos sólo nosotros. ¡VIVAN LAS MUJERES SUBVERSIVAS!.
Agradecemos a Marcela por acceder a esta entrevista y ayudarnos a unir nuevas piezas de nuestra historia combativa con sus honestos y potentes relatos. Agradecemos también a Julio, por hacernos llegar las palabras de Marcela y mantener la comunicación durante la construcción de esta. Por último agradecemos a lxs compañerxs del medio de contrainformación de lxs presxs subversivxs y anarquistas Buscando la Kalle, por contactarnos y lograr la coordinación de esta entrevista.