Bien me decía en los años 90 una mujer mapuche que trabajaba de empleada doméstica y nunca fue feminista declarada, que los hombres pobres cuando se ven en la posibilidad de abusar de las mujeres de su misma condición, se desclasan “porque las abandonan embarazadas, las niegan y las burlan”… Yo agrego: y muchas mujeres, de cualquier condición, hacen lo propio, se salen de su historia y su cuerpo, son arribistas-machistas, y prosiguen en aquella dolorosa tarea que les dio el maldito género: subyugar a la otra para competir y ganarle el gran botín: un macho o el falo del poder establecido –que, para el caso, son lo mismo-.