NARA OLMEDO, TERAPEUTA POPULAR (1994)
Nara Olmedo, terapeuta
«HACER TERAPIA, ES HACER UN CAMBIO»
x Puntada con Hilo
Tiene 41 años, dos hijas, es casada. Goza de un sentido del humor bastante agudo, afirma que nunca ha militado en un partido político, ni lo hará, «es que me voy a morir en la vanguardia».
No estudió su especialidad en la universidad, cosa que algunas/os le critican, y a ella le pesó por mucho tiempo, «porque en este país los títulos profesionales son como de nobleza».
Así y todo, lleva cuatro años facilitando procesos de recuperación a mujeres que sufren violencia, en la consulta de la Agrupación de Mujeres de La Florida, de la que es dirigenta y terapeuta.
Se formó como monitora en talleres de La Morada y el SERNAM. De ahí en adelante se preocupó de «profundizar, y lo hice con respeto, porque una no se puede ‘pegar el salto’ cuando trabaja con personas».
Al principio se trataba de un par de sesiones y derivar a la consultante a una sicóloga, «pero la conversación se fue alargando. Además de golpes, en cada historia personal había una niñez infeliz, miedo, culpas, que provocaban una baja autoestima, mucha soledad, pena, rabia.
Entonces no era preguntar y derivar, había que permitir que hablara de lo que sentía su cuerpo con el maltrato».
¿POR QUE SOMOS MALTRATADAS?
No es que nos haya ‘tocado’, sino que -de alguna forma- ‘nos dejamos’ maltratar…
«El problema de la Violencia es muy profundo. Nos engañamos si pensamos que solamente el otro -el maltratador- está actuando, la pasividad también es una actitud.
A veces hasta la dependencia económica de la mujer es una verdad a medias. Ella se puede dar a sí misma esa razón, pero en lo interno, tal vez no quiera dejarlo por miedo a la soledad, porque se siente culpable, por una socialización machista muy fuerte, por mucho temor a la autoridad.
Algo la lleva a aceptar.
Necesita entonces preparase para lograr salir del círculo de violencia, descubrir el por qué, y reconocerlo. De ahí en adelante, el camino es más fácil».
DUEÑA DE CASA
«Me casé joven, tuve dos hijas que se enfermaron bastante de chicas y me fui quedando en la casa para cuidarlas. El pretexto eran las niñas -en verdad fueron mis propias ‘trancas’-, la falta de diploma, por ejemplo.Me ocupaba de organizar la vida de la familia y de hacer mil ochocientos trámites para mis hermanos exilados en los años de Pinochet. Participaba con los familiares de los presos políticos, porque la represión tocó de cerca a mis hermanos. Luego estuve en la campaña del NO. En ese tiempo me gustaban las propuestas de algunos partidos de la Concertación -‘sonaban’ bien-. Trabajé por algunos candidatos -cae de cajón que me pusieron en algún comando de mujeres-.
Junto con eso, conocí a mujeres que estaban en los temas de género. Participé con estos grupos en la Villa, hacíamos artesanía, campañas políticas, de todo. Luego de las elecciones, quedamos ‘volando’ y decidimos formar la Agrupación.
Mi vida de dueña de casa era muy agitada.
Yo ya venía haciendo talleres de desarrollo personal para ‘desenrollar’ una historia de violencia en la infancia -mi madre era mujer separada y mi abuela ejercía mucha violencia emocional sobre ella-. De ahí que en la Agrupación me decidiera por la violencia familiar».
QUE ES LA TERAPIA
«Entregar herramientas -no respuestas, ni consejos-, para que la mujer vea lo que no había visto antes.
La terapia induce al cambio de la persona que la buscó, pero no sirve para modificar al otro -por ejemplo, al maltratador-. Nadie puede trasformar la vida de otro. Hay que ocuparse de sí misma.
Tal vez, quién recibió terapia intente transformar su entorno. Si no lo logra, no será tan doloroso porque ella ya está mirando hacia otro norte, y no se va a quedar donde mismo.
La terapia busca que la persona se haga responsable de sí misma, de sus decisiones, que encuentre las salidas y las respuestas que le sirven a ella en particular -cada persona es un mundo, lo que es bueno para una, no lo es para otra-«.
EL LENGUAJE Y LAS EMOCIONES
La terapeuta propone comprender más profundamente los términos que usamos para no llenarlos de contenidos negativos.
«Por ejemplo, la VICTIMA de violencia no es una ‘pobrecita’; que sea víctima no significa que no pueda salir de esa situación.
Otro caso, es como entendemos el término AGRESIVA. Una mujer agresiva puede ser emprendedora, asertiva, capaz de hacerse escuchar».
Cree que si las personas nos conectáramos más con lo que sentimos, con nuestras emociones, y no sólo con lo que pensamos racionalmente, encontraríamos nuestras propias respuestas. Recomienda, por ejemplo, no evitar la RABIA, «hay que manifestarla, cuando no lo hacemos la acumulamos y explotamos. No es que ‘una gota haya rebalsado el vaso’, es que no podemos más por la represión que imponemos a nuestros sentimientos. Tememos a la rabia, porque nos han metido en cabeza que las mujeres rabiosas son malas, y las pacientes o pasivas, buenas. Por eso nos sentimos malas cuando nos enojamos. Sin embargo, la ira puede ser liberadora si la expresamos; si es contenida puede ser violenta y dañina. En ese plano, la intuición es importante. Tal vez haya un momento en que decidamos callar, no ‘enganchar’, para darnos tiempo de entender lo que nos pasa. Cada una, en base a su experiencia, puede sentir el minuto mejor para decir».
HABLAR DE LA DEPRESION
Para la terapeuta, lograr DECIR, es fundamental. «Hay que quitarle el sello de ‘terrible’ a hablar de los problemas. Muchas veces la gente evita manifestar disgusto, porque aprendió en la infancia que cuando había crisis, los miembros de la familia hacían como si no pasaba nada. Sin embargo, hablar es comunicarse y ayuda a vivir mejor.
Nara también reivindica el DERECHO A DEPRIMIRSE. «En medio de una pena, no estaría nada de mal no hacer nada, permitirse LLORAR. Con eso estamos sanándonos, no es llorar por llorar, es prepararnos para salir de la depresión.
Como hay que darle tiempo al duelo, hay que dárselo al descanso y a la recreación. O sea, tiempo para sí misma».
MACHISMO Y SALUD MENTAL
«Las mujeres nos enfermamos tanto, porque nos han socializado enviándonos el mensaje de que somos más débiles, incluso a nuestra menstruación socialmente se la denomina: estar enferma.
Este sistema marca cada historia personal con una forma de ‘ser mujer’. Es la que hace que aceptemos el maltrato y el sometimiento. Si aceptamos los roles asignados, la cosa se mantiene.
Es un sistema muy fuerte, pero podemos romperlo.
No creo en eso de ir como las amazonas gritando contra el sistema, estoy por partir desde lo personal para llegar a lo social. Estoy por hacer y sumar fisuras que lleven al cambio».
FUENTE: PUNTADA CON HILO. AÑO 1, Nº 4, NOVIEMBRE 1994