El “basureo” y la hostilidad horizontal entre feministas y mujeres organizadas

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La hostilidad horizontal entre mujeres típicamente involucra formas de poder que surgen de una posición de debilidad, no de fuerza. Puede implicar intentos de destruir la buena reputación de alguien que no tiene más acceso a los niveles superiores de poder que la que está propagando el escándalo. Puede implicar hacer responsable a alguien de la propia opresión, aunque ella también esté oprimida. Puede implicar envidiosas demandas de que otra mujer deje de usar sus propias habilidades, porque el éxito de alguien que no está mejor situada que ella misma la hace sentir inadecuada y sin valor.
O puede implicar intentos de silenciar la crítica al atacar a la persona que percibe que está haciendo la crítica.

Harvard University Schelesinger Library on the History of women in America
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El “basureo” y la hostilidad horizontal entre feministas y mujeres organizadas

El texto que puedes enlazar al final de estas notas es de Denise Thompson, traducido por Anna Prats, traducción que es subrayada en el texto como “traducción no oficial”.

Las notas que te ofrecemos acá son párrafos escogidos con algunas interpretaciones en el título, subtítulosque y párrafos aportados, que van con letras apaisadas y tienen la referencia N.p.c.h. (Nota puntada con hilo). También algunos ejemplos que nos parecen conocidos desde los territorios que solemos habitar y que no son EE.UU. ni Europa.

Por otra parte, lo que dijeron, escribieron feministas de muchos territorios, durante todo el siglo 20 (y antes) puede interpretarnos y lo hace en muchos ejemplos. Parece xenófobo, misógino y hostil, calificar lo que otras en otros territorios han escrito y reflexionado como cuestiones “irrelevantes para nosotras” o que “no nos tocan en absoluto”, sin desentrañarlas antes. Nos hemos dicho que no puede ser que solo la teoría que aprueban las izquierdas masculinas de mujeres feministas, sean los “correctos”, solamente porque los varones de los movimientos sociales los mencionan. También aquellos que desconocen o –peor- aquellos textos que niegan y les interpelan, tienen mucho interés para nosotras. En los 90 observábamos que en los movimientos mixtos cuando recomendábamos leer a tal o cual feminista radical o materialista, era rebajado y desechado por hombres y sus compañeras, “por burgués”. Estaba claro para nosotras entonces que les amenazaba en su enorme poder dentro de los movimientos en base a sus lecturas de marxismo. En los 2000, hemos escuchado a otras feministas y mujeres organizadas desechar las mismas lecturas por ser de “blancas” y “occidentales”, como si la genealogía feminista, sus memorias se convirtieran en una amenaza para el supuesto “nuevo” feminismo latinoamericanista del siglo XXI. Cada vez ha sido a priori de leerlas. Más relevante entonces conocerlas.

El fenómeno planteado por este texto de los años 90, que no es el único, sin embargo, es bastante asertivo, parece cruzar estructuralmente la condición atribuida a las mujeres en el sistema patriarcal que se caracteriza por la supremacía masculina (o masculinista). Se trata de lo que ellas nombraron trashing, que puedes leer como basureo, destrozar, destruir, en este caso, a las otras. Y que habrás escuchado porque está de moda en el siglo XXI el “trashing cibernético”. Bueno, en el siglo pasado fueron feministas las que usaron el término también, y definieron desde éste, situaciones políticas entre mujeres organizadas que calzan perfectamente con los juegos de poder en el contexto de la dominación patriarcal. Son las oprimidas opresoras[1], quienes también podemos basurear a las que son como nosotras. De manera más explícita y definida, esas feministas le llamaron “Hostililidad horizontal”[2], un basureo que muchas veces es invisibilización, omisión, exclusión, descalificación, y que traspasa los territorios coloniales e imperialistas que ellas habitaban (habitan), y se extienden en los colonizados y vapuleados territorios que habitamos nosotras. No estamos fuera, nos está pasando.

Imagen en la página Desde el Margen.net del Encuentro feminista autónomo México 2009

Una discusión sobre el problema de la hostilidad horizontal[3]

Silenciar la crítica: error sobre la fuente de la dominación que te aqueja[4]

Debido a que las mujeres están subordinadas y los hombres dominan en condiciones de supremacía masculina, los patrones de dominación típicos de las mujeres son sistemáticamente diferentes de los de los hombres, es decir, son menos directos, más sucios, menos abiertos y activos.

La hostilidad horizontal entre mujeres típicamente involucra formas de poder que surgen de una posición de debilidad, no de fuerza. Puede implicar intentos de destruir la buena reputación de alguien que no tiene más acceso a los niveles superiores de poder que la que está propagando el escándalo.

Puede implicar hacer responsable a alguien de la propia opresión, aunque ella también esté oprimida.

Puede implicar envidiosas demandas de que otra mujer deje de usar sus propias habilidades, porque el éxito de alguien que no está mejor situada que ella misma la hace sentir inadecuada y sin valor.

O puede implicar intentos de silenciar la crítica al atacar a la persona que percibe que está haciendo la crítica.

En términos generales, implica percepciones erróneas de la fuente de dominación, ubicándola con mujeres que no se comportan de manera opresiva (en la medida en que no lo son, por supuesto). Y está inspirada por el odio, esa fuerza motriz principal que mantiene en funcionamiento el motor de la supremacía masculina.

Imagen de nuestro archivo del pre encuentro feminista autónomo 2009 México

La fantasía de cambiar el sistema desde adentro y la incomodidad de la libertad[5]

Derrotar al opresor en su propio juego… deja intactas las reglas del juego, incluso cuando una mujer ocupa la primera posición en la jerarquía. Las artimañas y las tentaciones femeninas inflan el ego masculino al mismo tiempo que obtienen algún beneficio a corto plazo para la mujer… Incluso cuando una mujer individual logra derrotar a un hombre u hombres individuales, el resultado no es una relación de igualdad.

Paradójicamente, la ideología de la debilidad femenina requiere mucha violencia para mantenerse. La hostilidad horizontal es el uso entre las mujeres de estas técnicas desarrolladas en el contexto de la resistencia al poder masculino. Está destinada a someter a quien se percibe como enormemente poderosa, al mismo tiempo que refuerza la idea de que las mujeres son incapaces de serlo…

«Las mujeres… son utilizadas como agentes para los opresores»… y la hostilidad horizontal entre las mujeres ha desempeñado un  papel en la «ruina […] de algunos grupos políticos radicales, y lamentablemente debe decirse, en algunos grupos de liberación de mujeres»… Es parte de «las técnicas de dividir y conquistar del establishment».

Las personas oprimidas frecuentemente son muy opresivas cuando son liberadas por primera vez. ¿Y por qué no lo serían? Conocen muy bien ambas posiciones.

El pie de alguien en su cuello o su pie en el cuello de alguien […] incluso mientras se aclimatan en la atmósfera fría y húmeda de su nueva liberación […] las mujeres […] a menudo se enfrentan entre sí antes de aprender a compartir y disfrutar de su libertad recién descubierta[6].

Imagen en la página Desde el Margen.net del Encuentro feminista autónomo México 2009

Forma de consentimiento a la opresión: «Opresión internalizada»

La hostilidad horizontal es el mejor método del heteropatriarcado para mantenernos «en nuestro sitio»; hacemos el trabajo de los hombres y sus instituciones para ellos […] [Nos] permite dirigir nuestra ira, que surge de nuestro estatus marginal y subordinado en el heteropatriarcado y debe dirigirse hacia nuestros opresores, hacia otras lesbianas y mujeres, porque sabemos que es más seguro […] Funciona para asegurar nuestra victimización continua dentro de nuestros propios grupos, y nos mantiene en silencio cuando más queremos hablar; nos mantiene pasivas cuando más queremos desafiar, porque no queremos ser el objetivo de la ira de otra[7]

Insultos

Los insultos son «un débil sustituto para el análisis reflexivo». Insultar es fácil. Es fácil de hacer, fácil de creer y fácil de recordar, porque «no requiere absolutamente ningún pensamiento, ningún análisis y ninguna justificación». Etiquetar a otros con nombres como «nazi», «fascista», «racista», «edadista», «clasista», «policía sexual», «puritana», «moralista», etc., también es peligroso si tiene éxito en lograr lo que está destinado a hacer, es decir, intimidar a quienes están calladas y detener cualquier desafío o debate.

Aquellas que creen que esos nombres dicen algo exacto sobre las que están etiquetadas, sin pensar en lo que significan los nombres, o sin pedir justificación o evidencia, también participan en la hostilidad horizontal, incluso si no son los que la han llamado así originalmente.

Los insultos intentan destruir la buena reputación de las etiquetadas, controlar sus pensamientos y acciones y aterrorizarlas para que guarden silencio. Trivializa los horrores muy reales del fascismo, el racismo, la opresión de clase y la supremacía masculina, y menosprecia las agonías de quienes más han sufrido en tales regímenes.

Confunde importantes distinciones entre, por un lado, aquellas que, como los supremacistas blancos, los neonazis, los ideólogos supremacistas masculinos, los violadores, etc., defienden, glorifican y practican la violencia y el comportamiento deshumanizante hacia aquellos a quienes definen como «inferiores» y aquellas de nosotras que, por otro lado, podríamos mantener actitudes racistas, etc., a pesar de nuestras mejores intenciones. Y establece distinciones desleales entre nosotras al enfatizar aquellas opresiones que nos dividen, a costa de y con la exclusión de la opresión que tenemos en común como mujeres y lesbianas.

Un ejemplo en nuestras organizaciones, una de las maneras de insultar, burlar y acallar muchas veces ha sido y es decirnos que tenemos un “feministómetro”. Con ello se ha cancelado la posibilidad de cuestionar prácticas y/o traducir ideas de quienes hemos adherido a las autodefiniciones de feminismo autónomo, especialmente en las críticas a las políticas institucionales que se han propuesto a las mujeres en los territorios de postdicaduras[8].

Sentimientos que se atribuyen a otras aunque los siento yo (son míos)[9]

A esto las activistas que hablaron de la hostilidad horizontal le llaman «predicados psicológicos» y serían formas de uso del lenguaje que describen cómo nos sentimos y cómo reaccionamos ante los demás, de manera que se atribuye la fuente de esos sentimientos a otra persona.

Para decirle a alguna mujer que es «intimidante», por ejemplo… «se requiere que la experimentadora del sentimiento específico… se describa a sí misma como un objeto en el que actúa la actitud o el comportamiento de la otra».

Es decir, en la idea (fantasía) de quienes califican a otras de “intimidantes” en las organizaciones feministas, de mujeres, comunitarias, esas otras “provocarían” un sentimiento que es algo íntimo y singular de manera exógena-externa, desde afuera. Por ejemplo, cuando te dicen que “hablas demasiado” y entonces ella y las otras (hablando por todas) no se atreven a hablar porque tú hablas todo. Quien te califica de esta manera, te cobra su silencio, los proyecta en todas, y justifica su silencio con que tú expreses tus argumentos[10].

Así, el uso de “predicados psicológicos” le permite a la hablante evitar la responsabilidad por sus sentimientos y colocar esa responsabilidad en otro lugar (en la otra a la que rechaza). También le permite a la hablante atribuir intenciones a la supuesta «intimidadora» que ella puede no tener, acusarla de un deseo de dominar lo que ella puede no querer y afirmar que su visión (la de la hablante) es la única interpretación posible.

Es demasiado fácil culpar a las demás y acusarlas falsamente: el lenguaje está creado para ello. El uso de tal lenguaje «mantiene la ficción heteropatriarcal de que somos dependientes emocionales». Yo además añadiría que también refuerza la creencia de que somos débiles e indefensas y a la merced completamente del poder de otras/os. Tal vez rechazando esa indefensión es que tendemos a atacar con la intención de aniquilar a aquellas que percibimos como la fuente de ese sentimiento.

Interpretando este pasaje del documento, entonces la rabia y el rechazo que nos provoca autopercibirnos en indefensión podría ser la fuente la hostilidad horizontal[11].

Imagen en la página Desde el Margen.net del Encuentro feminista autónomo México 2009

Mamá Magíca/Hermana Temblorosa: Expectativa de que las mujeres “debemos –siempre- hacer sentir bien” a otras personas[12]

«El gran imperativo femenino», la expectativa de que «las mujeres deben hacer sentir bien a otras personas para satisfacer las necesidades de otros, sin tener satisfechas las nuestras propias» … se impone a las mujeres por parte de otras mujeres a través del síndrome «Mamá mágica/hermana temblorosa».

Una «Hermana Temblorosa» (HT) sería una mujer que ha abrazado su propia indefensión e inefectividad para evitar que aquella a la que culpa, se sienta satisfecha con sus propias necesidades, ejercite sus propias habilidades y logre sus propios éxitos.

Una HT adjudica el estatus de ‘Mamá Mágica’ (MM) a cualquier mujer que haya logrado algo que ella misma no ha logrado. Ella culpa a MM por los malos sentimientos que tiene sobre su propia falta de logros y procede a exigir que MM se ocupe de sus sentimientos (los de los HT) y cuide de ella. Como esto es imposible, HT se enfurece y le hace «trashing» a MM. La MM, que hasta este punto puede haber sido ajena a que era interpretada como “mamá” «mágica», cae en la trampa si acepta el punto de vista de HT. Ella se convierte en una MM al reaccionar con culpa, al tratar de calmar los sentimientos heridos, al pedir disculpas o menospreciar sus propios logros, al intentar arreglar todo y hacer que todas se sientan bien. Dada la imposibilidad de esto, su respuesta real es el miedo y la parálisis frente a los continuos gritos de rabia de HT.

La salida al vicioso círculo de la culpabilidad, auto-recriminación y parálisis, sería que las mujeres reivindiquemos nuestros propios logros y valía. La HT necesita darse cuenta de que, a pesar de que sus sentimientos de indefensión pueden ser el resultado de relaciones de poder fuera de su control, también pueden no serlo[13]. Necesita aprender que conserva su propia agencia moral incluso bajo condiciones de opresión[14], que aún hay algunas cosas que puede hacer, que aún tiene algo de responsabilidad, a pesar de que su libertad de actuación está restringida por condiciones objetivas.

Necesita aprender que atribuir enormes cantidades de poder a otras mujeres es un espejismo, igual que lo es su sensación de que ella misma está completamente indefensa. Y necesita aprender que el oprimido puede ser también opresivo. Las oprimidas no solo pueden participar, aunque mínimamente, de los estados y privilegios de las/os dominadoras/es a expensas de otras oprimidas, sino que también tienen formas de manipular a los/as dominadores/as.

“Hermana Temblorosa” debe protegerse contra el uso de estas técnicas contra otras mujeres, las técnicas de fingida impotencia, las rabietas, las exigencias de que otra persona resuelva sus problemas por ella y considerar sus sentimientos heridos con la exclusión de sus propios proyectos.

“Mamá Mágica” por otro lado, necesita aprender que no está infinitamente disponible, ni es infinitamente solidaria o eternamente paciente, en resumen, que no es la «madre» de nadie (en el sentido de supremacía masculina de autosacrificio absoluto). También necesita aprender que «los sentimientos de culpa no son obligaciones políticas objetivas»[15]. El hecho de que ella se sienta culpable no significa automáticamente que ella sea la culpable de todo, o incluso de nada, y por lo tanto debe repararlo poniendo todo en orden.

La culpa es tan endémica en la población femenina, y funciona tan bien para mantener a las mujeres al servicio de los hombres, que puede que simplemente surja en ella como un patrón generalizado[16]. En este caso, ya que no hay nada que expiar, es posible que simplemente tenga que aguantar los sentimientos de culpa hasta que desaparezcan.

Hostilidad horizontal no es crítica feminista[17]

Las dos pueden ser hirientes, sin embargo, es importante distinguir entre hostilidad horizontal y la crítica genuina, porque la crítica es frecuentemente confundida con la hostilidad. La crítica es necesaria si el feminismo quiere continuar creciendo y desarrollándose y manteniéndose relevante, y no convertirse en un dogma que se repita como un loro.

La crítica no debería tener intención de herir, sino de clarificar y descubrir la verdad del asunto. Involucra un intento genuino de averiguar qué está sucediendo, y debería mostrar consideración por la otra no siendo deliberada e irreflexivamente cruel. Se debería caracterizar por un argumento considerado, bien pensado y fundamentado. Aunque esto no siempre es posible, especialmente en la tensión del momento, la crítica siempre es sincera en las cuestiones que arroja. No es una competición sobre quién está en lo cierto y quién se equivoca, sobre quién gana y quién pierde. Más bien, la crítica se preocupa por descubrir la verdad y se opone a las mentiras, los secretos, los silencios, los engaños y los rumores sin fundamento. No es necesario tener todo perfectamente resuelto antes de expresar dudas y críticas. La crítica se caracteriza por una búsqueda cuidadosa del significado de lo que se dice.

Es de vital importancia conocer y evaluar las propias reacciones viscerales. Es importante preguntarse a una misma, cuestiones como: ¿Me estoy sintiendo amenazada por lo que se está diciendo? Si es así, ¿por qué? ¿Cuál es el origen –en mí misma- de mi incomodidad? A veces las preguntas no tienen respuestas inmediatas. Pero reservarse el juicio también es una forma de crítica y una forma de negarse a participar en la hostilidad horizontal.

Mientras que el feminismo necesita la crítica, no necesita el terrorismo sinsentido de la hostilidad horizontal.

La hostilidad infundada es destructiva y paralizante, es irreflexivamente cruel, no tiene otra motivación que hacer daño. Es una arremetida ciega y un chivo expiatorio de aquellas que son accesibles porque no son tan diferentes en poder y privilegio. Tiene escaso sentido, pues -por ejemplo- la información contenida en un apodo es muy escasa: ¿Qué sentido tiene, por ejemplo, llamar a otra feminista «racista» o «clasista» o «fascista», sin justificarlo y dar razones? ¿La palabra «fascista» tiene algún significado que se aplique a otra mujer, dada la historia del fascismo y los males perpetrados bajo su influencia? La acusadora debe tener claro en su propia mente en cuanto al significado de los términos que le aplica a otra mujer, y la forma o formas particulares en que aquella a la que acusa de racista, la ha ofendido. Es mejor permanecer en silencio que obtener una victoria fácil.

Todas podemos pensar. No es una habilidad confinada a las instituciones académicas, la capacidad de reflexionar y preguntarnos honestamente qué origina mi sentimiento con la otra. Todas podemos hacer contacto con nuestro sentir y descubrirlo para no utilizarlo como algo externo que otras provocan[18]. Todas podemos separar la verdad de la falsedad, lo hostil de lo amistoso, lo que meramente se confunde o se ignora de lo que está deliberadamente equivocado. Un buen argumento no es necesariamente un argumento largo y sofisticado. Todas podemos dar razones para lo que hacemos, incluso si no somos inicialmente conscientes de estas razones y lleva algo de tiempo encontrarlas. Y todas somos capaces de darnos cuenta que cometemos errores, reconociéndolos y aprendiendo de ellos.

Todas somos capaces de decidir si hay o no hay suficientes evidencias, y de reservarse el juicio hasta que podamos dar uno fidedigno. Todas somos capaces de fundamentar lo que decimos y de ajustar nuestras afirmaciones a la evidencia. También somos capaces de respetar las reputaciones de las demás. Y todas somos capaces de examinar nuestras propias motivaciones. Estas habilidades y búsquedas de honestidad y descubrimiento de nuestro sentir no son privilegios de las elites intelectuales y puede que esas elites tampoco reconozcan la necesidad de estas reflexiones[19]. Es de vital importancia que las feministas no nos mantengamos atrapadas en los juegos de poder de la ideología supremacista masculina.

Cómo evitar la hostilidad horizontal

Hay una serie de maneras en que puedo reaccionar ante la hostilidad horizontal cuando la percibo conmigo o con otras[20].

Puedo reaccionar con vergüenza y culpa, y permitir que eso me silencie o puedo aceptar las cosas negativas que se dicen de otra, sin pensar y sin pedir pruebas para verificarlo.

O podemos participar en una batalla verbal que puede o no terminar en una enemistad a largo plazo y una negativa a volver a hablar entre sí. Alternativamente, la batalla podría despejar el aire y terminar con una convenciendo a la otra, o con un acuerdo para no estar de acuerdo. O puedo ser desapegada, respetuosa y razonable, requerir que la otra dé razones para lo que dice y evaluar esas razones lo mejor que pueda… puedo suspender el juicio hasta que haya evidencias suficientes. Pero si la razón no logra convencer, tampoco funcionará nada más.

Si no puedo hacer que las demás dejen de ser hostiles, puedo rechazar participar en la hostilidad horizontal. Puedo ir con cuidado de no deslizarme inconscientemente en patrones automáticos de dominación. Puedo preguntarme a mí misma si realmente hablo en serio. Puedo preguntarme si lo que digo es cierto. Puedo preguntarme a mí misma cuáles son mis motivaciones: ¿estoy buscando solo herir, humillar y destrozar, o realmente estoy defendiendo lo que realmente creo, tratando de clarificar las cosas, intentando aclarar las cosas? ¿Respeto a la otra, aunque esté en desacuerdo con ella, incluso aunque sé (o creo saber) que está equivocada?[21]

Necesitamos ser capaces de decidir qué es la hostilidad horizontal y qué no.

Tenemos que tener mucho cuidado al clasificar el comportamiento que puede identificarse justificadamente como opresivo, abusivo o dominante, del que no lo es.

El proceso de clasificación requiere el conocimiento de una misma, la capacidad de resolver problemas y un cierto grado de desapego de sentimientos como la ira, la humillación y la venganza. También requiere respeto a una misma y respeto a las demás. Y requiere el rechazo de la violencia, física o verbal, como una forma de corregir un desequilibrio de poder percibido.

Sobre todo, implica identificar la supremacía masculina como el enemigo principal y reconocer que los valores y significados de ese orden social son el status quo, a menos que estemos conscientemente comprometidas a rechazarlos.

[1] bell hooks

[2] Florynce Kennedy en su artículo de 1970, Opresión institucionalizada contra la mujer, impreso en la antología editada por Robin Morgan, Sisterhood is Powerful, término que se remonta al comienzo de la Liberación de la Mujer (tanto en los Estados Unidos como en otros lugares donde se leyó el documento).

[3] Título original

[4] Subtítulo de  p.c.h.

[5] Subtítulo de p.c.h.

[6] Florynce Kennedy

[7] Julia Penelope

[8][8] Nota de p.c.h.: esas políticas propuestas por organizaciones feministas de postdictadura han mostrado una clara sintonía con los lineamientos de organismos como la ONU, ONU Mujeres, Banco Mundial, BID, especializados en sostener el capitalismo en nuestros países.

[9] Subtítulo de p.c.h.

[10] Nota de p.c.h.

[11] Nota de p c h

[12] Subtítulo de p.c.h.

[13] Señalado por Joanna Russ en su artículo: Power and Helplessness in the Women’s Movement (Russ, 1985).

[14] Concepto desarrollado por Sara Hoagland –Hoagland, 1988

[15] Joanna Russ.

[16] Nota de p.c.h.

[17] Nota p.c.h.

[18] Nota de p c h

[19] Nota de p c h

[20] Nota de p c h

[21]Julia Penelope (1992) ‘Do We Mean What We Say? Horizontal Hostility and the World We Would Create‘, in Penelope, J., 1992 Call Me Lesbian: Lesbian Lives, Lesbian Theory Freedom, CA: The Crossing Press

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