El 19 de diciembre: historia feminista territorial (escrito en 2018, editado 2021)
No habíamos descubierto la pólvora, el feminismo nos había mostrado formas de llamar lo que sabíamos que vivíamos, y que habíamos observado que habían vivido nuestras madres y abuelas. Y esta experiencia de dolor nos entregaba claves a nombrar y renombrar desde la experiencia histórica del territorio que habitábamos. La fuerza mayor de este proceso político feminista que hacíamos en torno a la rabia, la pena, el llanto por Javiera, parece haberse situado en la capacidad de convocar en la calle, estos sentimientos feministas en otras mujeres, que como nosotras trabajaban, compraban y transitaban por la ciudad. Nuestras acciones las mantenían observando, preguntando, interactuando, uniéndose a veces a nuestras acciones, anotando nuestras señas y llamándonos luego. n la calle y sin permiso, era una de las consignas principales de la colectiva Memoria Feminista feministas autónomas, desde la que decidimos desde los primeros días, acompañar a Claudia Neira en la denuncia política.
x victoria aldunate morales, lesbiana feminista antirracista
Este artículo, su borrador fue escrito en 2018. Hoy re-escribimos para un mínimo, pero necesario rescate de la memoria.
El 19 de diciembre de 2005, el femicida Alfredo Cabrera Opazo asesinó a Javiera de 6 años de edad, su hija biológica. Ella intentó defender a su madre, Claudia, de la violencia brutal del agresor, y éste ante la resistencia de la niña, decidió lanzarla por la ventana de un séptimo piso. El hombre tenía prohibición de acercarse a la madre, pero no a la hija. Luego de matar a Javi, intentó asesinar a Claudia, dejándola grave.
No salíamos del estupor y el dolor. Este feminicidio había terminado con la vida de una niña que había defendido a su madre, quien también era una compañera.
Claudia Neira nos autorizó a nombrar a Javiera Neira Oportus, omitiendo el apellido paterno original. Con Claudia, sobreviviente de feminicidio y madre de Javi, llevamos a cabo un activismo político feminista autónomo que respeta a las víctimas sobrevivientes como sujetos con voz y acción en la búsqueda de justicia.
Lo personal es político y lo político es personal y colectivo
Este hecho nos colocaba frente a una vivencia que confirmaba que la violencia machista se despliega contra nosotras «por ser mujeres». Aunque es importante subrayar que sería una reducción imaginar que existe un “Ser Mujer” universal, creemos que lo que castiga el agresor respaldado tácitamente –o no- por el contexto social patriarcal, es amplio y necesitamos distinguir: Ser mujer pobre, Ser mujer mapuche, Ser mujer migranta, Ser mujer vieja, Ser mujer discapacitada, Ser niña, Ser niña pobre… y más posibilidades. Ser una mujer que ostenta menor poder por una definición heterosexualizada en una sociedad que adjudica a las mujeres un lugar rígido, susceptible a ser explotado sexual y reproductivamente y que destruye su autoridad y credibilidad cuando ésta denuncia, se resiste o se rebela (de cualquier manera) a este rol.
Hoy puede parecer un lugar común, pero en 2005 la sociedad $hilena nombraba “crimen pasional” al feminicidio, colocando además énfasis en la víctima como provocadora de la pasión “desesperada” del hombre. Así, no era extraño que la sobreviviente, en este caso Claudia Neira, tuviera “detractores”. Sucedió en lo sucesivo con todas las mujeres que acompañábamos. Los detractores (y detractoras) de Claudia –a menudo-surgían de los movimientos definidos como de defensa de los derechos humanos (de izquierdas). Sus juicios se expresaban en comentarios que la mostraban con diversos lenguajes, más o menos doctos, más o menos solapados, como “responsable” de los ataques del agresor. Eran comentarios en reuniones, encuentros políticos y bajo las notas de denuncia del femicidio de Javiera.
Reflexionábamos: Esas izquierdas que juzgaban a la sobreviviente, parte de ese mismo mundo político, estaban defendiendo a sus líderes masculinos, previendo lo que se les venía si aceptaban esta denuncia feminista. ¿Podrían más tarde señalar las feministas a otros agresores en sus movimientos? Tanto el feminicida como la sobreviviente (Claudia Neira) eran hijos de detenido desaparecido y ejecutado político, respectivamente. Javiera era una niña nacida en la herida impune de este país.
Nosotras éramos feministas autónomas. Es decir no éramos parte de ningún partido político gobernante ni incluido en la institucionalidad del E$tado $hileno. No teníamos financiamiento de instituciones feministas oenegistas. Éramos una colectiva con la sola convicción de acogernos mutuamente. Empleadas, secretarias, administrativas, asalariadas de organizaciones privadas o de instituciones públicas, estudiantas que trabajaban, profesionales cesantes, asalariadas o trabajando por escasos “honorarios”, madres solas, lesbianas con hijos e hijas, mujeres que cuidaban nietos, abuelas, madres, etcétera. Habíamos aprendido que ni las niñas ni nosotras somos culpables ni provocamos la violencia machista, pero nos matan y se quitan la culpa colocándola en nuestros actos.
A partir de nuestras historias de vida, se revelaba cómo opera la violencia machista, con hostigamientos cotidianos en la familia, acosos en la calle y violaciones en todo ámbito. Observábamos que los agresores se manejan como torturadores en Dictadura, te aíslan y te borran del mapa. No era difícil para nosotras reconocerlo porque muchas teníamos la experiencia histórica de haber sido presas políticas en Dictadura y/o de ser hijas y familiares de gente torturada, desaparecida, ejecutada. Habíamos hecho en 2004 en la colectiva feminista autónoma Memoria Feminista un primer Foro vinculando la Violencia Contra las Mujeres con las Violaciones a los DDHH de las mujeres revolucionarias y de movimientos radicales de la izquierda en Dictadura (algunas de nosotras habíamos sido presas políticas de la Dictadura).
Por otra parte en nuestras discusiones, siempre anti-sistémicas, nos instábamos a tomar conciencia de las trampas de un sistema que maquilla una supuesta liberación femenina y que con ello además de aumentar los riesgos (en los que nos movemos desprevenidas), también nos engaña haciéndonos creer que somos parte de una falsa élite de mujeres que sabrían algo que las otras no. En ocasiones, lastimosamente, unas especie de salvadoras de las demás. Unas –parece- nuevas colonialistas y/o nuevas vanguardias políticas de las masas de mujeres. (Lo que hoy 2021 está muy en boga sin problematizaciones). Nosotras nos rebelábamos contra todo eso y queríamos algo más que sólo juntarnos en el oasis feminista de contenernos unas horas a la semana.
En ese contexto de procesos territoriales alejados de un feminismo puramente intelectual y/o académico, sucedió el femicidio de Javiera que, creemos, fue un punto de no retorno, de inflexión política feminista.
Situadas en el dolor (pues la política honesta surgiría no del mundo de las ideas si no del mundo de la vida), descubrimos la necesidad de elaborar autodefensa colectiva por medio de la denuncia. Parapetadas en la rabia íntima de haber perdido una hija que tenía un cuerpo, una vida, sueños, y que el femicida había arrancado. Este pensamiento veníamos expresándolo en volantes desde mucho del femicidio de Javiera.
Lo que puede el sentimiento…
No habíamos descubierto la pólvora, el feminismo nos había mostrado formas de llamar lo que sabíamos que vivíamos, y que habíamos observado que habían vivido nuestras madres y abuelas. Y esta experiencia de dolor nos entregaba claves a nombrar y renombrar desde la experiencia histórica del territorio que habitábamos. La fuerza mayor de este proceso político feminista que hacíamos en torno a la rabia, la pena, el llanto por Javiera, parece haberse situado en la capacidad de convocar en la calle, estos sentimientos feministas en otras mujeres, que como nosotras trabajaban, compraban y transitaban por la ciudad. Nuestras acciones las mantenían observando, preguntando, interactuando, uniéndose a veces a nuestras acciones, anotando nuestras señas y llamándonos luego.
En la calle y sin permiso, era una de las consignas principales de la colectiva Memoria Feminista feministas autónomas, desde la que decidimos desde los primeros días, acompañar a Claudia Neira en la denuncia política. Fuimos develando la denuncia organizada y callejera del caso de Javiera como un detonante político y una estrategia de autodefensa, la conciencia podía crear más organización y menos aislamiento en nosotras y otras.
Llevamos a cabo un activismo callejero y popular, en ferias libres, en calles céntricas, en actividades masivas. También y en vísperas del juicio oral al femicida Alfredo Cabrera Opazo, en tribunales hicimos nuestras acciones. Hacíamos lo que llamamos instalaciones feministas: carteles, colgadero de ropa de niñas y mujeres en señal de la existencia que tuvieron y les fue arrebatada, exposiciones de ideas e imágenes que denunciaban la violencia contra las mujeres y contra las niñas, como violación de los Derechos Humanos.
Poníamos acciones teatrales instantáneas actuadas por nosotras y nuestras compañeras, con la colaboración de grupos de teatro de mujeres; iban cantoras, recitadoras, batucadas lésbicas. Leíamos guiones, gritábamos consignas feministas y lesbofeministas.
Nuestros volantes y guiones hablaban de la explotación de las mujeres en la casa y el trabajo, de las restricciones en salud y previsión a nosotras, de la prohibición de abortar en la una búsqueda capitalista de obtener mano de obra barata reproducida por nosotras, las mujeres trabajadoras. Estaban siempre los rostros de las detenidas desaparecidas y ejecutadas políticas. No era un activismo cooptable por los gobiernos de turno. Y hoy esta historia es negada, invisibilizada y borrada de la historia feminista autónoma por historiadoras, sus libros, instituciones feministas y nuevas colectivas de 8M y por fuera de 8M.
Lo que es importante distinguir es que jamás se trató de “un caso”, siempre fue un dolor leído en medio y parte de la Violencia Patriarcal estructurada por la Violencia contra las Mujeres en todas sus formas.
Solíamos llevar listados –larguísimos- de mujeres asesinadas por femicidio. Esto desde antes que los ministerios de la mujer comenzaran a contar femicidios. Imagino que de ahí tomaron la idea, pues no faltaban las funcionarias de SERNAM (en ese tiempo) y de oficinas de la mujer de municipios, que se acercaban a proponernos trabajar con y para ellos, a lo que respondíamos que no porque éramos “autónomas” y no teníamos interés en trabajar con y por el Estado, sino que lo que hacíamos era denunciarlo por su patriarcalismo, racismo y defensa de los intereses de los capitales que se reparten el país.
La oposición de las izquierdas masculinas
Nuestra funa-escrache consistía en colocar en grande los nombres y fotos de los feminicidas y resguardar las identidades de las víctimas. También estaban los rostros de los torturadores de la Dictadura. En Tribunales, en medio del juicio específico contra el femicida, en la inmensa explanada del Centro de Justicia de Santiago, llevamos todo esto a cabo, pero centrándonos en su condena. Unas nos quedábamos en la acción callejera conversando con las mujeres que transitaban, repartiendo volantes, gritando consignas, y otras permanecíamos en la sala de audiencias. Hasta el último día no desplegamos carteles ni consignas dentro para no darle a la institución ningún elemento que pudiera justificar la impunidad. El último día hubo gritos y lienzos, también dentro y ante las cámaras de prensa.
Por otro lado, nuestra presencia dentro y fuera de Tribunales fue un factor de presión importante en el desarrollo del Juicio Público y a la opinión ciudadana por medio de las notas de la prensa masiva que se dedicaban al caso y no podían obviarnos, aunque no les gustáramos. Estábamos ahí con batucadas, ruido, lienzos, acciones teatrales.
La condena del femicida fue inédita: 40 años sin beneficios, una cadena perpetua en el sistema chileno. Y no es que fuésemos (ni seamos) “carcelarias”. Es un tema político no resuelto entre nosotres. Las cárceles para pobres son los espacios que la burguesía ha creado para nuestra clase, así es, y sin embargo nos preguntábamos (y nos preguntamos): ¿Qué hacemos con femicidas y violadores dispuestos a revictimizar, vengarse y a torturar a otras mujeres en su mira criminal?
Acciones como las descritas, también las llevamos a cabo en actividades y ferias de Derechos Humanos. Confrontar los dobles estándares machistas y misóginos en ese terreno no fue fácil. Varias veces fuimos impedidas de subir a los escenarios. Romper el silencio en los propios movimientos sociales que nos habían parido, fue parte de una lucha que confrontó a la izquierda anti-sistémica y le explicó que la impunidad machista en los movimientos sociales se hace cómplice del feminicidio como un genocidio contra mujeres y de toda la violencia contra las mujeres.
Toda esta experiencia la seguimos llevando a cabo al menos otros tres años, acompañando algunos otros casos de femicidios y femicidios frustrados, que fueron justamente solicitados por mujeres que nos ubicaron por nuestras acciones callejeras.
Coordinación autónoma, feminista y lesbofeminista
En el transcurso del este proceso, nos unimos con otras colectivas feministas y lesbofeministas autónomas. Los manifiestos y volantes que redactábamos entre todas, las imprimían en sus trabajos – a veces escondidas- las mismas compañeras; las fotocopiábamos sin más financiamientos que nuestros salarios, y los apoyos de amigas y familiares. Las repartíamos en la calle en cada acción-denuncia.
Las declaraciones de prensa, comunicados y volantes están firmados -conservamos un archivo- por la Coordinación NO MÁS FEMICIDIO, feministas autónomas. Desglose: Memoria Feminista, Colectiva lésbica feminista Moiras, Colectiva lesbo-muro-batu-activista Las Perlitas (º), Brigada de acción feminista Las Kallejeras, brigada muralista La kuneta de Lo Hermida, Grupo de teatro Catalejo, feministas sueltas.
Desde el 19 de diciembre de 2005, comenzamos a llevar a cabo acciones como las descritas, cada día 19 de cada mes, y esto duró al menos un año. Luego de eso y hasta el 19 de diciembre de 2016,lo hicimos cada 19 de diciembre, con muchas de las feministas de aquel tiempo y otras que han ido llegando. En 2017 hicimos instalación y conversatorio en el contexto de una Asamblea del movimiento Ni Una Menos- Chile.
El feminicidio de Javiera y el activismo desplegado en su memoria, reveló concretamente en Chile, premisas feministas que venían planteadas por colectivas feministas en el territorio, al menos desde el 90: todas vivimos violencia machista en diversas formas, no hay motivos ni razón que la justifiquen; la violencia contra las mujeres y el femicidio es patriarcal y viola los derechos humanos pregonados por un sistema capitalista que no obstante no resuelve este flagelo. No solo no lo resuelve, lo refuerza. De todo esto surgía una propuesta y una responsabilidad política: Es el propio feminismo organizado el que tiene la responsabilidad colectiva de defenderse y denunciar para parar la impunidad. La Autodefensa es legítima.
Esta denuncia y la autodefensa feminista organizada se expresa hoy en muchas organizaciones que están por fuera de institucionalizaciones que pretendan leyes y/o ciudadanías que no lo van a resolver. Los procesos políticos feministas, entre ellos, los autónomos contra la violencia como el que describimos, contribuyeron y contribuyen a la historia política a la que asistimos, no obstante se busque borrarla.
El 19 de diciembre, sin decretos ni jurisprudencia alguna ha sido el día feminista contra el Feminicidio en Chile, en la calle y sin permiso.
En una época histórica de disputas institucionaizadoras partidistas de algunos feminismos purificados de rebeldía y en búsqueda de la colonial ciudadanía, nuevamente nos queda el valor del feminismo como contención, autocuidado y autodefensa. El borrado del feminismo autónomo, revelador de miserias capitalistas es la nueva impunidad que contribuye a la amnesia acostumbrada, por ello hacemos este rescate de memoria de un día que indica todo un periodo político feminista.
“Sólo se mueren los que nunca pudieron hacer a otros imaginar la eternidad. Ella seguirá moviéndose, como una diosa de agua, en los recuerdos de quienes la vimos bailar alguna vez”. (Angeles Mastretta, “El mundo Iluminado”. Una cita que hizo Claudia Neira Oportus desde sus primeros textos políticos a cerca del femicidio de su hija Javiera).
A JAVIERITA NEIRA
El dolor ronda
tiene nombre,
género, historia y memoria.
Su rostro es pequeño
sus manitas de niña…
Niña lastimada por la sinrazón…
No hay derecho
No hay razón
No hay remedio
Si callas, otra vez perecerá
Si callas… la complicidad inundará esta historia femenina de nunca acabar.
Si callas, tú también matas, torturas, alientas la agresión.
No cierres la puerta, la ventana ni tu corazón
Rescata tu capacidad de ver
Mira desde otro lugar
Habla, grita, apoya, DENUNCIA PARA QUE NUNCA MÁS…
¡NADA JUSTIFICA LA VIOLENCIA MACHISTA!
¡NADA JUSTIFICA EL CONTROL SOBRE NUESTROS CUERPOS!
¡EL SILENCIO ES CÓMPLICE!
¡NADA JUSTIFICA LA INTERVENCIÓN DE NUESTROS TERRITORIOS!CUERPO DE MUJER, TERRITORIO CONCRETO, LIBERTAD Y AUTONOMÍA. (Tomado de una convocatoria a la acción contra el feminicidio para el 19 de diciembre del año 2007 en Santiago).