RESPUESTA PÚBLICA A UNIVERSIDADES Y MOVIMIENTOS QUE CON SU SILENCIO SOSTIENEN ÍCONOS, CAUDILLAS Y CAUDILLOS

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La violencia es un ejercicio de poder y sometimiento. Pretende escarmentarnos y si no lo logra, eliminarnos. Es dominación. Quien niega su violencia no puede transformar sus prácticas, es más, las entiende como legítimas, especialmente si su entorno guarda silencio, le aplaude e ignora sus agresiones. La violencia patriarcal no es un problema individual.

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CARTA DE RESPUESTA PÚBLICA A LA U.DE CHILE SOBRE SU SILENCIO

X Feministas Comunitarias antipatriarcales-Lesbianas feministas antirracistas-Feministas autónomas

ANTE La violencia DE JULIETA PAREDES CARVAJAL, ícono de academias y elites políticas de Abya Yala y Europa:

la violencia patriarcal no es un asunto burocrático ni administrativo, es un asunto político.

A TODAS LAS UNIVERSIDADES, PARTIDOS POLÍTICOS, MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y OTRAS INSTITUCIONES QUE NO CESAN EN EL EXTRACTIVISMO DE LA PALABRA,  ENFOQUES PARIDOS Y AUTOGESTIONADOS POR COMUNIDADES Y COLECTIVAS, EXPONIÉNDOLAS COMO ILUMINACIÓN DE INDIVIDUAS y ACALLANDO COLECTIVIDADES.

A LAS ORGANIZACIONES DE IZQUIERDA Y COLECTIVAS FEMINISTAS QUE CON SU SILENCIO REFUERZAN EL EJERCICIO DEL PODER PATRIARCAL AL INTERIOR DE LOS MOVIMIENTOS QUE INTEGRAMOS.

Desde el año 2017 y desde distintos territorios hemos denunciado la violencia sexual, otros tipos de violencia física, el abuso emocional y el feminicidio frustrado llevado a cabo por JULIETA PAREDES CARVAJAL.

El 15 de junio de 2021 enteradas de la “Charla Magistral” que daría Julieta Paredes en la Universidad de Chile, enviamos una carta desde Bolivia, Santiago, Gulu Mapu, Quillota y Argentina, compartiendo las denuncias de violencia contra Julieta Paredes, documentos del proceso penal, diferentes denuncias de mujeres violentadas, comunicados de acuerpamiento y posicionamientos. Recibimos como respuesta de esa institución que “en Chile” no se sabría “de la denuncia”. Luego se suspendió el evento sin ninguna información ni posicionamiento.

Denunciamos la violencia sistemática que Julieta Paredes ha ejercido contra mujeres, lesbianas, feministas, niñas y niños por más de 20 años en distintos territorios, Bolivia, Argentina, Guatemala, Chile, México.

En el proceso penal por violencia familiar y feminicidio frustrado el Ministerio Público en Bolivia ha establecido 4 años de cárcel para Julieta Paredes, la sentencia no se ha hecho efectiva porque, evadiendo la justicia boliviana, ella se trasladó a Brasil. Estamos hablando de una figura política con poder, que para eludir denuncias de violencia machista, responde que decenas de mujeres: “mentimos”. Una líder cuyas defensoras y defensores, en organizaciones, partidos políticos y otras instituciones, plantean que las denunciantes “embaucamos”, “enredamos amorosamente a Julieta, que “mentimos por despecho” y “para robarle sus teorías”, y otras cosas que suelen alegar quienes defienden a agresores y agresoras.

¿Tales desaciertos no generan dudas en cátedras de psicología, sociología, antropología, derecho y otras que –imaginamos- conocen de argumentos de agresores y feminicidas?

Cada espacio que se abre -en Brasil y otros territorios- ante argumentos como esos, genera más impunidad. Más allá del proceso penal, hay denuncias públicas de su violencia que quienes niegan o evitan, están acallando a las sobrevivientes.

El año 2020 Diana Lindarte, dio a conocer las denuncias contra Julieta Paredes, por lo que fue expulsada del proyecto PJ067- 2020 de FORMAÇÃO EM ESTUDOS DECOLONIAIS de la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana UNILA, en Brasil, donde ella era bolsista (becaria).

Este año 2021, hermanas en el territorio indígena de Brasil han hecho conocer también las denuncias y han sido amenazadas por Julieta Paredes y por algunos “trabajadores” de derechos humanos. Así es como se teje y se sostiene la violencia patriarcal de quienes ostentan poder en instituciones y academias.

La violencia es un ejercicio de poder y sometimiento. Pretende escarmentarnos y si no lo logra, eliminarnos. Es dominación. Quien niega su violencia no puede transformar sus prácticas, es más, las entiende como legítimas, especialmente si su entorno guarda silencio, le aplaude e ignora sus agresiones.

La violencia patriarcal no es un problema individual. No se trata de María, Victoria, Leonor, Adriana, Lorena, Jimena, Diana, Julia y otras compañeras que temen dar sus nombres, es un problema colectivo que nos afecta desde dentro, destruyéndonos.

La violencia ejercida desde el poder conferido por organizaciones, instituciones y personas influyentes a Julieta Paredes, llegó a su punto culmine cuando ésta prende fuego a la casa en que vivía con dos compañeras a las que agredía en ese momento, Adriana Guzmán y Jimena Tejerina, ambas feministas comunitarias de la organización (feminicidio frustrado – 2016). Por otra parte, antes de este hecho, la violencia ejercida por ella desde los lugares de poder colectivo, económico e institucional que había ido ocupando, fue ascendiendo hasta hacerse obvio y abierto.

La violencia de Julieta hacia mujeres que trabajaban bajo su tutela y hacia las que se acercaban a organizaciones y a su figura, iba desde el acoso a la burla. A sus parejas, algunas en situación migrante, las celaba y hería públicamente, solía desacreditarlas, rebajar sus aportes políticos y activistas. Finalmente en el ocaso de esas relaciones, las catalogaba de “blancas” y “de derecha”, o simplemente de “locas”, si lo anterior no resultaba. Muchas testigos callaron y toleraron por diversas razones: Sentimientos encontrados hacia su figura o hacia nosotras (las que alguna vez fuimos sus parejas o compañeras), nuestras amigas, nuestras hermanas, nuestras hijas, no querían interferir en nuestras relaciones afectivas, la sensación de todas era que “nadie les (nos) iba a creer”. Y también el miedo de muchas testigos a perder poder y/o a ser catalogadas como “racistas” y “de derecha” por denunciarla.

Incluso una falsa idea de que la violencia social vivenciada por lesbianas, por lesbianas de pueblos originarios, por lesbianas empobrecidas, justificaría actos como los que ella ejercía.

La disonancia íntima entre dolor y resentimiento también la hemos vivenciado, sin embargo decidir violentar victimizándose y, a la vez, amparándose en el poder, no es impulsivo “ni producto del dolor”, sino un cálculo y una decisión política de una activista feminista, que implica éticamente al movimiento político que se lo permite y/o le tolera. Por otra parte, esas mismas organizaciones izquierdistas y feministas que la han tolerado, de Chile, Bolivia y otros países, no han tenido conflictos con vetarnos, silenciarnos y calumniarnos a las denunciantes.

Ahora bien, cuando el silencio se ejerce desde Universidades, como la U. de Chile y cuando se expulsa a una estudiante por revelar los hechos, como en la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana UNILA, con todo el poder que se les ha conferido a las Universidades, desde los Estados, los gobiernos, las instituciones empresariales y financieras, y también desde las elites intelectuales, ya involucra decisiones institucionales por las que se debe responder públicamente con más que un párrafo burocrático o una clausula administrativa. Hay responsabilidad social.

¿Acaso instituciones como la Universidad de Chile o la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana UNILA de Brasil, con semejantes curriculum en psicología social, estudios feministas y descoloniales, pueden no estar informadas sobre la denuncia de decenas de colectivas del feminismo latinoamericano y caribeño a Julieta Paredes por femicidio frustrado? Ello solo revelaría una enorme desconexión y distancia con los movimientos de mujeres y feministas de Abya Yala de las Academias latinoamericanas.

Creemos que saben lo que estamos denunciando, debatiendo y construyendo, pero no saben lo que es hacer política desde el cuerpo. Producir teoría sobre lo que hacemos, invisibilizando nuestras denuncias concretas, es una práctica colonial. Posicionarse en cambio es romper el silencio y la impunidad.

¡Por espacios de saberes donde las víctimas no recibamos la culpa y las agresoras la disculpa!

¡Por una coherencia con el vivir bien de los pueblos y con las revoluciones como horizontes políticos!

No a la violencia institucional, no a los poderes y a las elites privilegiadas y burocrátizadas, que extraen nuestros saberes y niegan nuestros sentires y palabra colectiva y comunitaria.

Adriana Guzmán Arroyo

Jimena Tejerina Magne

Diana Vargas

Feminismo Comunitario Antipatriarcal – Bolivia

victoria aldunate morales, Paola Melita, Daniela Aravena Jordán

Lesbofeministas Antirracistas Tierra y Territorio (Gulu Mapu-chile)

Marcia Quirilao Quiñinao, Ingrid Aros Egaña, Patricia Menares Ly, Nicole Jiménez, María Cristina Campos Erika Zuñiga Meneses, Eliana Salinas Vega, Nicole Vigorena

Red de Terapeutas Tierra y Territorio y Vivas & Libres (Gulu Mapu-chile)

Leonor Benítez Aldunate, Millaray Cárcamo Hermosilla, Dayenú Meza Corbalán, Claudia Reiman, Nadia Valdebenito Moya, Karina Pastene Rozas, Catalina Castillo Quezada, Paz Díaz Morales, Cristina Ramírez López, Marcela Matamala Vázquez, Jennifer Pérez Rivera, Belén Ramírez Cifuentes, Pía Uribe Ferrufino

Comisión Feminista, Asamblea Territorial Juan Antonio Ríos (Santiago-Chile)

Alejandra Arancibia Vicencio

Comunidad terapéutica de mujeres sobrevivientes de violencia sexual

Sobrevivientes Ancestrales (Chile)

Casa Mundanas – Centro  Terapéutico y Escuela de Terapia Feminista (Chile)

Red Nacional de Acompañamiento Lesbofeminista Con las Amigas y en la Casa (Chile)

Marjoreyn Barrientos Donoso, trabajadora social y activista lesbiana feminista (Chile)

Paula Correa, Patricia Menares Ly y Marcela Morán, Colectiva Feminista Fisuras (V Región interior-Chile)

Linea Aborto Libre, colectiva de Mujeres, Lesbianas y Feministas (Chile)

Diana No, Colectiva La Venganza de Medusa (Chile)

Red comunitaria contra la violencia El Alto – Bolivia

Movimiento Universitario Antigolpista – Universidad Pública Bolivia

Socorristas Comunitarias en Red, feministas que abortamos

Marcela Mamani Llusco, feminista, indianista

Claudia Castro

Lesbiana. Feminista Antipatriarcal. Guaraní. Fundadora de la FALGBT. Fundadora del CIM (N°4 de la Ciudad de Buenos Aires, Centro Integral para personas en situación de violencia con perspectiva en Diversidad). Militante del Mov. Evita. Referente del Frente Nacional de igualdad.