PISTAS PARA ARMAR UNA PARTE DEL ROMPECABEZAS DEL FEMINISMO AUTÓNOMO LATINOAMERICANO

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Desde el feminismo autónomo, se puede explicar la fuerte presencia de feministas críticas a la posmodernidad en estas regiones, aunque cabe decir, no todas, ya que ha habido una muy fuerte neocolonización de las luchas feministas y actualmente se vive una distorsión de lo que en el norte global fuera el feminismo radical, reduciéndolo hoy, a feminismo liberal a favor del Estado, partidos y políticas públicas. En ese sentido, se puede delimitar desde los aportes de la autonomía en Abya Yala que ningún feminismo que apueste por enmendar al patriarcado a través de las reglas del Estado, es decir, que proponga la constante “inclusión” de las mujeres en las reglas del patriarcado (propuestas de ley, partidos políticos “feministas”, políticas públicas, academia, financiamientos, oenegés, etcétera), es ni autónomo ni mucho menos radical

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X Luisa Velázquez Herrera, lesbofeminista

A lo largo del tiempo las mujeres organizadas a través del feminismo han vivido una serie de infiltraciones a su teoría por parte de los hombres, por lo que se han deformado sus aportaciones a tal punto que nos han hecho creer que las mujeres nos hemos organizado para proponer parches o paliativos al propio sistema que nos oprime con el fin de ser “incluidas”. Sin embargo, esta es solo una versión maniquea de las diferentes genealogías de mujeres, por lo que a continuación, se abordará un poco del contexto para comprender dónde estamos situadas.

CONTEXTO GLOBAL: INICIA LA DESPOLITIZACIÓN

En 1969, Kate Millet, autora pilar del feminismo radical, presentó su tesis Política Sexual, donde analizó el sistema patriarcal con sus diferentes elementos, se trata de una obra precursora del tema en el ámbito académico:

Si consideramos el gobierno patriarcal como una institución en virtud de la cual una mitad de la población (es decir, las mujeres) se encuentra bajo el control de la otra mitad (los hombres), descubrimos que el patriarcado se apoya sobre dos principios fundamentales: el macho ha de dominar a la hembra, y el macho de más edad ha de dominar al más joven[1].

Apenas seis años después de esta definición que pone su énfasis en la dominación de los hombres a las mujeres, se comenzaron a despolitizar los aportes, en este caso desde las letras de Gayle Rubin, quien en su ensayo “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, publicado en 1975, suavizó el alcance del análisis feminista de esta forma:

[…] He llamado a esa parte de la vida social “sistema sexo/género”, por falta de un término más elegante. Como definición preliminar, un “sistema sexo/género” es el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadoras[2].

El concepto sistema sexo género pasará a sustituir desde ese momento a patriarcado, con el nuevo término no hay más referencia a la dominación a las mujeres de la que hablaba Millet, se diluye la crítica al punto de reducirla a un tema de sexualidad y roles, este movimiento teórico representa la puerta de entrada de la fagocitación del feminismo por el enfoque posmoderno, donde ya no hay dominación, opresión ni explotación de ninguna estructura social sobre

las mujeres, sino agencia del individuo que “elige” casualmente lo que se le impuso.

La posmodernidad en el feminismo pasará a justificar la explotación de las mujeres por diferentes fines, por ejemplo, el pensamiento hegemónico feminista, cuyo hogar es el mercado, los gobiernos, las oenegés y la academia, argumentará que son las mujeres mismas quienes “deciden” su propia violación por dinero, evitando observar, analizar y denunciar que hay un sistema histórico de hombres llamado patriarcado que fuerza a las mujeres a vivir la violencia sexual para beneficio de maridos, proxenetas y hombres en general[3].

El desdibujamiento de las mujeres en la teoría va a marcar la base de los estudios de género para pasar a convertirse, finalmente, en los albores de la década de los dos mil, en el estudio de los hombres y sus identidades, a través de los estudios trans y queer[4] como denunciaron las feministas radicales anglosajonas, autónomas latinoamericanas y lesbofeministas.

Los estudios de género trans y queer sostienen hoy que los sentimientos y sensaciones de los hombres son nuevos “géneros”, ideas argumentadas en la filosofía posmoderna de Michel Foucault de los años ochenta, y en la última década a través de las obras de Judith Butler y Paul Preciado, desde donde se afirma que una puede ser el género que elija ser para “dinamitar” el género.

Para la filosofía y teoría posmodernas, la realidad material, es decir, el cuerpo físico e historizado por sistemas de opresión (sexo, raza y clase), pasa a ser un elemento subjetivo que puede modificarse en cualquier cosa, ya sea a través de cirugías, procesos de hormonización o atuendos, aunados a formas sofisticadas de enunciación identitaria.

En cambio, para el feminismo radical, autónomo y lesbofeminista, las opresiones se depositan en cuerpos historizados y físicos, es decir, la opresión de sexo la vive aquella que ha nacido con una vulva; la opresión racista aquella persona racializada no blanca; y la opresión por clase, las personas empobrecidas. En ninguno de esos casos la opresión se elige o existe fuera del cuerpo, pero no porque el cuerpo posea una “esencia” de la opresión sino porque el grupo dominante ejerce dicha violencia sobre ese cuerpo físico, más allá de sus adscripciones identitarias.

El objetivo de la propuesta posmoderna, basada en el juego de las apariencias, es satisfacer de alguna manera los anhelos de transformación social, que en los años sesenta se pensaba conseguir por medio del derrocamiento del sistema a través de la lucha colectiva, pero hoy se busca con la elección individual de prendas de ropa en combinaciones poco convencionales según la moda vigente. Por ejemplo, Sayak Valencia, filósofa posmoderna mexicana, afirma, siguiendo estos planteamientos, que se puede elegir ser lo que se desee, a modo de coreografía:

Yo me siento cómoda en mi travestismo femenino, mi feminidad es una feminidad marica. Pienso en dislocar los estándares de belleza, de cuerpo, de género y de sexualidad. Ponerme barba ha sido poner una pregunta en el espacio. Además, lo contrasto con ir vestida muy femenina con labios pintados y el pelo muy largo. Esto se vuelve algo muy político[5].

Sayak, en el momento en que da respuesta a aquella entrevista, salía a la calle con un atuendo conformado con vestido y barba pegada a su mentón, elementos suficientes para hacer política “irruptiva” y “transgresora” según el enfoque posmoderno, donde la estructura social es ininteligible, pero se desvanece por voluntad individual en acciones todas las veces relacionadas con apariencia. Sobra decir que la elección de atuendo no resquebraja el sistema patriarcal capitalista.

Cabe recalcar que no fue una casualidad o ingenuidad teórica la emergencia del enfoque posmoderno a principios de los ochenta hasta la actualidad, en palabras de la feminista socialista y lesbofeminista Yan María Yaoyólotl:

El pensamiento posmoderno en realidad no es más que la expresión de la modernidad en decadencia, o sea del capitalismo en agonía, que cuestiona a la modernidad, pero superficialmente, sin llegar a su esencia, porque en el fondo la mayoría de los ideólogos posmodernos desea continuar manteniendo dicho sistema tal cual […][6]

En vísperas de la caída del muro de Berlín, las posturas, acciones políticas, pronunciamientos y análisis dejaron de analizar la violencia, dominación, explotación y opresión, es decir, las estructuras sociales, para priorizar hablar de la “agencia”, “elección” y “decisión” como eje de la “transgresión” de la población, sin importarle que lo que se decidiera estuviera determinado por los sistemas históricamente instalados en la sociedad y derivaran en conjuntos de acciones y comportamientos homogeneizados a favor de la estructura patriarcal (sexo, raza y clase).

Este golpe lo vivieron diferentes disciplinas y movimientos sociales, la entrada del neoliberalismo persiguió como fin apagar las protestas y críticas al sistema; en el caso del feminismo, sobrevivieron de manera contundente: memoria, obras y textos de mujeres radicales, sobretodo, lesbianas. En Estados Unidos, de feministas lesbianas teóricas como Andrea Dworkin y Sheila Jeffreys, entre otras; y en Latinoamérica y el Caribe, textos, acciones y creaciones de feministas autónomas, antirracistas, lésbico-feministas y lesbofeministas, quienes no dejaron de denunciar la cooptación de la que fue objeto la teoría

feminista por los estudios de género –entre la década de los noventa y primera década del siglo XXI–, en voces como las de Yan María Yaoyólotl Castro, Margarita Pisano, Victoria Aldunate, María Galindo, Ochy Curiel, Yuderkys Espinosa, Karina Vergara Sánchez, entre muchas otras pensadoras[7].

PREÁMBULO AL FEMINISMO AUTÓNOMO

Por feminismo se han entendido distintas corrientes de pensamiento encabezadas y conformadas por mujeres a lo largo del tiempo en todo el mundo. En su explosión contemporánea que se puede situar en la década de los setenta, persiguió como fin la liberación de las mujeres, eso quiere decir la eliminación de la esclavitud velada e impuesta a quienes nacen con un cuerpo sexuado de mujer, es decir, con vulva, o como refiere Karina Vergara Sánchez: con presunta capacidad paridora.

En el auge contemporáneo del feminismo, las instituciones del patriarcado, como los medios de comunicación, las instituciones gubernamentales, las agencias de cooperación internacional y la academia, eliminaron paulatinamente el riesgo que las mujeres organizadas significaban, al defender su cuerpo, la tierra y el agua, y compraron una parte del feminismo para diluir sus aportes, así transformaron con su dinero, injerencia y medios, el análisis de la opresión del patriarcado en una descripción del sistema sexo género, para luego dar cabida a la perspectiva de género o estudios de género, esto fue denunciado principalmente por quienes conformaran la confluencia del feminismo autónomo en Latinoamérica y el Caribe, como Margarita Pisano, Ximena Bedregal, Edda Gaviola, Victoria Aldunate, María Galindo, Julieta Paredes, Ochy Curiel, entre otras.

De acuerdo con Mariana Villaverde, el debate sobre la autonomía comenzó a avivarse en el año 1987, en el IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, año en que la mayoría de los países comenzaron a implementar los programas políticos y económicos neoliberales; desde entonces y de forma gradual, a través de comunicados y pronunciamientos, mujeres brasileñas, argentinas, chilenas, centroamericanas, colombianas, bolivianas, mexicanas, etcétera, dialogaron, discutieron y denunciaron la injerencia de las agencias de cooperación internacional en la organización de mujeres[8].

Cabe decir que el pensamiento feminista autónomo fue una confluencia de diferentes corrientes de mujeres provenientes de distintas apuestas y pisos políticos, quienes decidieron separarse de los procesos de generización[9] y denunciar el proceso de cooptación del feminismo en el marco del ingreso del neoliberalismo a Latinoamérica y el Caribe. Aldunate rememora aquel momento político que, dicho sea de paso, no pasó a los libros de la historia patriarcal: “En el año 96, en el VII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en Cartagena (Chile), muchas decidimos ‘apellidarnos’ autónomas. Ya no era posible no explicitarse contra la institucionalización del feminismo, la cooptación de nuestras ideas y la invisibilización de nuestras elaboraciones”[10]

Después del encuentro de 1996, explica Villaverde, la corriente autónoma decide crear su propio Encuentro Feminista Autónomo Latinoamericano, en el año 1998, en Sorata, Bolivia, iniciando así su propia historia de encuentros, rupturas y diferentes generaciones de feministas autónomas[11].

Las feministas autónomas latinoamericanas y caribeñas fueron quienes – principalmente y entre otras propuestas– analizaron que la perspectiva de género o los estudios de género son una estrategia patriarcal reactiva frente a la explosión contemporánea del feminismo, en otras palabras, no provienen de la historia de lucha de las mujeres en defensa de su vida, cuerpo, libertad y territorios sino de la interpretación patriarcal de la misma por las instituciones del poder masculino, desde la cual frenaron las revueltas, y por tanto, las genealogías de mujeres, es decir, las historias colectivas y ancestrales de las mujeres.

También cabe decir que las feministas autónomas fueron en su mayoría mujeres lesbianas, dice Curiel: “Yo siempre digo que no es casual que la mayoría de las autónomas seamos lesbianas feministas o que tengamos una posición antirracista, porque es desde estas posiciones que se puede articular un feminismo contrahegemónico y crítico”[12]

Dentro del pensamiento del marco de la autonomía, se puede localizar a diferentes corrientes feministas. Por ejemplo, estuvieron las feministas radicales chilenas quienes hicieron una critica a la idea de igualdad y a la reivindicación de la feminidad que hacen algunas corrientes europeas, en esta línea de pensamiento, se pueden mencionar a Margarita Pisano y a Edda Gaviola.

También fueron convocadas mujeres anarquistas y socialistas en lo que en ese entonces constituía la colectiva Mujeres Creando, feministas bolivianas que elaboraron una crítica al Estado patriarcal, a sus formas y a sus reglas, posicionándose a la cooptación de los movimientos sociales; algunas pensadoras visibles de ese tiempo fueron María Galindo y Julieta Paredes.

Asimismo, participaron pensadoras y activistas afrodescendientes cuya raíz fue el pensamiento antirracista, es decir, criticar los fundamentos del sistema moderno colonial, algunas de ellas fueron Ochy Curiel y Yuderkys Espinosa. Cabe decir que en los inicios de los años dos mil, Curiel y Falquet fueron quienes incorporan los aportes de las materialistas francesas francófonas al marco lésbico feminista latinoamericano y caribeño al traducirlas, así se recupera el legado de autoras como Monique Wittig y Colette Guillaumin que hasta entonces no habían sido analizadas por las lesbianas feministas autónomas por la brecha de idioma, esto significa que el pensamiento lésbico feminista latinoamericano y caribeño no fue originado gracias a la injerencia de la francesas en este territorio sino que se les conoció mucho tiempo después, con un movimiento de lesbianas ya consolidado con su propia historia.

También participaron en el feminismo autónomo, varias mujeres articuladas desde el pensamiento lésbico feminista, sobre todo de México, para quienes analizar la heterosexualidad obligatoria es pilar para comprender cómo está constituida la maquinaria patriarcal capitalista.

Luego de la reunión y ruptura del feminismo autónomo a inicios de los años dos mil, muchas corrientes consolidarían otras propuestas a su vez, como consecuencia de las diferencias innegables y nutritivas entre todas que fueron demostradas en la confluencia autónoma, por ejemplo, en Chile, propondrán el feminismo radical de la diferencia; en Bolivia, desde las bases comunitarias y socialistas emergerá el feminismo comunitario; desde el Caribe, quienes fueran feministas antirracistas, consolidarán a través de la propuesta académica del feminismo decolonial; y por último, en México, quienes se organizaban como feministas lesbianas, conformarán el marco del lesbofeminismo. Cada nueva corriente si bien contendrá raíces de las bases anteriores, constituirá una nueva propuesta en el tiempo, con sus marcos teóricos muy bien delimitados, por lo que se les puede considerar corrientes feministas.

Cabe decir que a partir del año 2015, algunas feministas que fueran autónomas como María Galindo, Ochy Curiel y Yuderkys Espinosa abandonarán sus críticas al neoliberalismo y terminarán por asumir varios postulados posmodernos, por lo que hay que conocer a las autoras en su contexto y época, ya que no son sujetas estáticas sino cambiantes, así que son susceptibles a convertirse en lo que antes criticaron. No obstante, al feminismo autónomo se le puede recordar porque en colectividad:

1. Se distanciaron políticamente de las políticas de la perspectiva de género.

2. Denunciaron la perspectiva de género o tecnocracia de género como un

estratagema del neoliberalismo para cooptar el movimiento de mujeres

3. Denunciaron la intromisión de bancos, gobiernos y academia en la teoría

y práctica feminista con el fin de fagocitar su contenido

4. Analizaron el sistema capitalista, racista, colonial y heterosexual como

fundamento de la opresión, explotación y dominación de hombres sobre

mujeres.

5. Conformaron encuentros autónomos de intercambio de pensamiento y

acción periódicos en Latinoamérica y El Caribe.

Si bien hoy pocas conocen que el feminismo autónomo existió, fue gracias a esas mujeres reunidas que en estos territorios se consolidó una crítica antipatriarcal, anticapitalista, antirracista, anticolonial y antiheterosexual desde un análisis situado en estos territorios desde la lucha de mujeres concretas que politizaron su existencia sexuada de mujer en los sistemas de opresión. Como comparativa, en el mismo periodo, la mayoría de los países blancos, carecieron de crítica colectiva o de la emergencia propuestas feministas radicales debido la intromisión total del enfoque posmoderno casi en su totalidad, donde por decir un ejemplo, se volvió dogma recitar a autores y autoras posmodernas.

A diferencia de otros contextos, decenas de mujeres bebieron del feminismo autónomo en Latinoamérica y El Caribe, para conformar sus críticas al Estado, al neoliberalismo y a la institucionalización del feminismo, y en consecuencia, a la agenda queer y trans, la explotación sexual de mujeres, al alquiler de úteros, entre otros temas; es decir, hubo una generación inmediata a las autónomas, que tuvieron un respaldo no ya en las feministas de los años setenta, sino en feministas locales situadas mejor en su contexto, su tiempo, su tierra.

Desde el feminismo autónomo, se puede explicar la fuerte presencia de feministas críticas a la posmodernidad en estas regiones, aunque cabe decir, no todas, ya que ha habido una muy fuerte neocolonización de las luchas feministas y actualmente se vive una distorsión de lo que en el norte global fuera el feminismo radical, reduciéndolo hoy, a feminismo liberal a favor del Estado, partidos y políticas públicas. En ese sentido, se puede delimitar desde los aportes de la autonomía en Abya Yala que ningún feminismo que apueste por enmendar al patriarcado a través de las reglas del Estado, es decir, que proponga la constante “inclusión” de las mujeres en las reglas del patriarcado (propuestas de ley, partidos políticos “feministas”, políticas públicas, academia, financiamientos, oenegés, etcétera), es ni autónomo ni mucho menos radical.


BIBLIOGRAFÍA

– Aldunate, Victoria, Cuerpo de mujer, riesgo de muerte. Violencia estructural y las trampas del género- “generismo”, Chile, Ediciones Sarri-Sarri Distro & Records, 2012, 276 pp.

– Ceja, Mónica, “Desde la experiencia: Entrevista a Ochy Curiel” [en línea], Andamios,

núm. 17, vol. 18, México, 2011, p. 185, Dirección URL:

http://www.scielo.org.mx/pdf/anda/v8n17/v8n17a9.pdf, [consulta: 2 de septiembre de

2019].

– Lonzi, Carla, Escupamos sobre Hegel y otros escritos, España, Traficantes de sueños,

Mapas, 2018, primera edición, 119 pp.

– Millet, Kate, Política sexual, España, Ediciones Cátedra, 1995, 634 pp.

– Patrón, Mauricio, “¿Qué diablos es ser queer?” [en línea], Time Out, jueves 30 de enero de 2014. Dirección URL: https://www.timeoutmexico.mx/ciudad-de-mexico/gay-ylesbico/que-diablos-es-ser-queer [Consulta: 1 de septiembre de 2019].

– Rubin, Gayle, “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía del sexo”, México, Nueva

Antropología, núm. 30, vol. VIII, 1986, 95-143 pp.

– Vergara Sánchez, Karina, “Sin heterosexualidad obligatoria no hay capitalismo” [en

línea], La Crítica, México, 4 de septiembre de 2015, Dirección URL: http://www.lacritica.org/sin-heterosexualidad-obligatoria-no-hay-capitalismo/, [consulta: 22 de agosto de 2020].

– Villaverde, Mariana, Genealogía del pensamiento feminista autónomo y radical en

Latinoamérica y el Caribe, desde 1993 hasta la actualidad, México, Universidad

Autónoma Metropolitana, 2014, 138 pp.

– Yaoyólotl, Yan María, “La cosmopercepción indígena lesbofeminista ante el generismo

capitalista”, Pensando los feminismos en Bolivia, Bolivia, Conexión Fondo de

Emancipación, 2012, primera edición, 229-258 pp.


[1] Kate Millet, Política sexual, España, Ediciones Cátedra, 1995, p. 70.

[2] 2 Gayle Rubin, “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía del sexo”, México, Nueva Antropología, núm. 30, vol. VIII, 1986, p. 97.

[3] El concepto explotación –así como opresión y dominación– dejará de ser usado y será sustituido por “trabajo” y “decisión”.

[4] A lo largo de este trabajo se usará indistintamente queer o cuir, este último es la castellanización usada incluso en los mismos círculos cuir en Latinoamérica.

[5] Mauricio Patrón, “¿Qué diablos es ser queer?” [en línea], Time Out, jueves 30 de enero de 2014. Dirección URL: https://www.timeoutmexico.mx/ciudad-de-mexico/gay-y-lesbico/que-diablos-es-serqueer, [consulta: 1 de septiembre de 2019]

[6] Yan María Yaoyólotl, “La cosmopercepción indígena lesbofeminista ante el generismo capitalista”, Pensando los feminismos en Bolivia, Bolivia, Conexión Fondo de Emancipación, 2012, primera edición, p. 232

[7] Algunas de estas autoras, como es el caso de María Galindo, Yuderkys Espinosa y Ochy Curiel, años más tarde se posicionarían a favor de las propuestas neoliberales que antes criticaron o parecían criticar, tales como la injerencia de la agenda trans en el feminismo; así como los intereses de proxenetas en la explotación sexual de mujeres a la que hoy ellas llaman “trabajo sexual”, ciñéndose finalmente al pensamiento hegemónico racista y patriarcal.

[8] Mariana Gabriela Villaverde, Genealogía del pensamiento feminista autónomo y radical en Latinoamérica y el Caribe, desde 1993 hasta la actualidad, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2014, 30-35 pp.

[9] Generización quiere decir el desmantelamiento de la teoría feminista y su reemplazamiento por la perspectiva de género que impulso el neoliberalismo.

[10] Victoria Aldunate Morales, Cuerpo de mujer, riesgo de muerte. Violencia estructural y las trampas del género- “generismo”, Chile, Ediciones Sarri-Sarri Distro & Records, 2012, p. 262.

[11] Mariana Gabriela Villaverde, op. cit., p. 38

[12] Mónica Ceja, “Desde la experiencia: Entrevista a Ochy Curiel” [en línea], Andamios, núm. 17, vol. 18, México, 2011, p. 185, Dirección URL: http://www.scielo.org.mx/pdf/anda/v8n17/v8n17a9.pdf, [consulta: 2 de septiembre de 2019].

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